Los
cuentos para niños suelen comenzar por un "érase una vez" o "érase que
se era", incluso "hacía muchos años"... todas ellas meras fórmulas para
situar la acción en un pasado lejano, tanto, que ninguno pueda pensar
que lo que les van a contar se parece en algo a sus vidas cotidianas;
así las princesas y dragones, reyes destronados, casas de chocolate,
ogros malvados, brujas inmisericordes serán seres de otras dimensiones,
realidades que no interfieran con las suyas. Pero lo hacen, a los
pequeños esas criaturas les son tan cercanas como el mismo narrador,
cierran sus ojos, o los abren, y se meten de lleno en ese tiempo
pretérito que no les protege el presente. Los duendes y fantasmas
conviven con los vecinos y porteros, ogros y trasgos se sientan junto a
tíos y abuelas, los niños perdidos no son más extraños que los propios
amigos, y ese intento de alejarlos de los sueños, no solo no tiene éxito
sino que aún crea una atmósfera de misterio intemporal más real que el
reloj que marca la hora de la merienda o del cuento.
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