viernes, 30 de enero de 2015

Capaces

Cuánto se dice sobre el Destino, el Azar, qué de movimientos ha creado: Oráculos, Religiones, Supersticiones.
Desde que los humanos sabemos que vamos a morir, queremos dejar algo detrás y asegurarnos que hay algo más adelante. 
Tenemos consciencia de nuestros actos y sabemos que dependemos de ellos y de algo más; sin saber qué mas, intuimos, o queremos intuir, que no solo contamos con nosotros, si así fuera, la responsabilidad abismal que tendríamos sería insoportable; si solo nuestras acciones fueran el motor del futuro, del presente, de la vida, nos quedaríamos paralizados antes semejante carga; insoportable para un simple humano, para eso se crearon los Dioses, el Azar, el Destino y lo demás, porque si tuviéramos que caminar por el presente atentos a cada minuto, sin saber en cuál se decide nuestro futuro, no seríamos capaces de ser.

miércoles, 28 de enero de 2015

Vacío

Escuché de un pintor una frase que no creo que olvide nunca. Estaba explicando cómo dibujar; "¿ves ese árbol?, sus ramas, hojas..., si lo quisieras pintar tendrías que fijarte en ellas, esbozarlas. Eso es lo que nos enseñaron desde chicos: pinta lo que ves. Pues bien, se ha de ir más allá: se ha de pintar lo que no se ve también, sobre todo, lo que no se ve: el hueco que dejan las ramas, el cielo que permite ver la distancia entre las hojas. Se ha de aprender a ver lo que el objeto elegido libera, y a su vez, tapa".
Cierto. Se ha de aprender a vivir con lo que se tiene y con lo que se tuvo, con lo que se recuerda y con lo que se ha olvidado; la vida está hecha de tonos, de presencias y ausencias, de recuerdos y realidades inmediatas, de sueños y de logros. Pintar los días es saber ver lo que tienen y lo que justo por tenerlo, no tienen.
Las ausencias, el hueco de las presencias, también forman parte de la realidad, quizá son lo más real que hay.

lunes, 26 de enero de 2015

Pasearse

Dominar el tiempo, moverte por él hacia atrás, hacia delante, pasear por los siglos como quien anda por las avenidas de una ciudad desconocida, parándose en los escaparates a contemplar sin prisa, por ejemplo, la evolución de los mamíferos, el alzamiento de un pueblo, el nacimiento de la escritura o lo que fuese que se nos antojara. Tendríamos el tiempo a nuestros pies, no habría secreto inexpugnable ni teorías falsas: podríamos constatarlas todas, porque al dominar el tiempo, dispondríamos del que necesitásemos para asistir a cualquier acontecimiento.
Podríamos leer todos los libros escritos, recuperar los ejemplares destruidos por el fuego en Alejandría, conversar con los Griegos, desayunar con los reyes…, da vértigo. Es abrumador: todo aquí y ahora.
Otra ventaja sería que podríamos, a nuestra conveniencia, acelerarlo o frenarlo, según nos apeteciese. Ese aspecto es más prosaico, casero e intrascendente pero para nada menos útil y práctico, es más, yo diría que es el que se usaría con mayor frecuencia, al fin y al cabo, por mucho dominio sobre el tiempo que tuviéramos, no dejaríamos de ser humanos, es decir, seres especializados en nosotros mismos, no muy inteligentes y poco globales, salvando honrosas excepciones.
Así que ya veo al que domine el tiempo, después de haberse paseado por sus épocas predilectas y visitado a sus personajes históricos más admirados, usando su poder para adivinar resultados de quinielas, loterías, averiguar qué pondrán en un examen, acelerar momentos aburridos y detener los ideales, hasta que por duración ilimitada, dejen de serlo tanto y pasen al primer grupo; el de los aburridos.
Creo que es mejor dejar el tiempo como está, supongo que la imaginación es la mejor ayuda para dominar, no solo el tiempo, sino su ausencia.

viernes, 23 de enero de 2015

Ser o dejarse ser

No leer es condenar la vida, sin lecturas no hay sueños, imágenes de mundos a los que alcanzar, metas que conseguir. Se abandona la voluntad para dejarse llevar por lo que te dan. Ciegos, ven las visiones de otros, sin hacer frente a lo que les rodea, sin resistirse a lo establecido.
Sin el esfuerzo de la lectura, se cae en un abismo impersonal donde no hay raíces, solo manipulaciones.
No pensar es el camino más corto para dejar de ser uno mismo, o no serlo jamás. Conviene a unos cuantos; dudo que nos convenga a nosotros.
Gente que se anestesia delante de monitores, cuales sean, absorbiendo sin criba una marea dirigida hacia cómo pensar, sentir, actuar, vivir... sin oposición alguna.
El paraíso de los dirigentes.
El infierno del individuo.
Cada uno que decida qué vida quiere llevar. O que le lleven.

miércoles, 21 de enero de 2015

Ojos abiertos

Pocos niños no son curiosos, con esos ojazos bien abiertos mirando el mundo que se les ofrece.
En cuanto son capaces atraen objetos a la boca para conocerlos, más tarde los manosean como ciegos, para quedarse con sus contornos y texturas, después, siguen explorando preguntando, señalando, deduciendo de los elementos más simples para comentarnos sus conclusiones, de una lógica aplastante. Mirándolo todo como el que cree que lo que ve puede llegar a no estar mañana.
Paulatinamente, dejan de curiosear, preguntar, interesarse por lo de afuera y comienzan a verse por dentro, ya saben que el mundo no va a cambiar, y sienten que ellos mismos sí lo hacen. Las preguntas son menos fáciles de contestar, sus ojos, menos abiertos, empiezan a soñar.
Y en ese punto crítico dejan de ser niños, se aventuran, de nuevo, a recorrer el mundo, uno que ya no puede ser descrito por quienes les llevaban de la mano, sino por su consciencia, encontrándose con otros niños antiguos con los que compartirán deducciones, experiencias.
Crecerán, crecemos, pero no nos olvidemos jamás de abrir los ojos, de preguntarnos y contestarnos. Nunca.

lunes, 19 de enero de 2015

Ratos

La vida va acotando movimientos, no se lo podemos permitir; hay que liberarse, crearle pequeños obstáculos, barricadas y revoluciones, que no se haga demasiado poderosa en esto de limitarnos.
Las responsabilidades hay que tomarlas, es lo justo. Lo que nos ata, no a la vida, sino a nosotros mismos, son los compromisos que somos capaces de llevar hacia adelante, los que nos irán configurando. Pero como siempre, está la otra cara de la moneda; que la vida se vuelva demasiado rígida, inflexible, limitada.
Hay que saber escurrirse de vez en cuando, dejar aparcadas algunas de las tareas o imposiciones diarias, para liberarse de esas trabas y volver a sentir el sol, el cielo, el no saber qué hay detrás de ese minuto en el que, simplemente, no se hace nada de lo que se debería estar haciendo. Hay que tomarse vacaciones de la vida, de nosotros mismos, de nuestra rutina y nuestros sueños, salirse de la piel, del espejo. Ser.
Esos momentos, extrañamente libres de lo que deberían haber contenido, se agrandan y nos arropan como una ensoñación, viviéndolos más intensamente que si los hubiéramos vestido con sus obligaciones y horarios normales. Romper con ese orden, crear ese pequeño agujero negro, es necesario para que tenga sentido de nuevo sentarse a la mesa del día a día y trabajar en ella, con nuestro esfuerzo, dentro de nosotros mismos, atrapados por nuestras ilusiones y llenos del recuerdo de que a la vida también se la puede engañar algún que otro ratito eterno

viernes, 16 de enero de 2015

¿De qué?

Una mujer entra en las ruinas de lo que fue su casa; una bomba la ha destrozado, no completamente como a la primera de la calle, pero no podrá alojarse en semanas. La guerra. Pisa con cuidado, procurando no romper lo que solo ha caído y sigue intacto. Las lágrimas las contiene distrayéndolas con lo que sigue en pie; milagro que la lámpara funcione, ilumina el saloncito hecho escombros sin parpadear, la compró en la tienda del centro, la que ya no existe.
Abre los cajones de una cómoda que también resistió al impacto, y comprueba que no está la cajita de terciopelo rojo burdeos en las que guarda las joyas heredadas. Ansiosa, rebusca de nuevo, incluso abre otros cajones sin pararse a pensar lo absurdo del intento, una caja sola no cambia de escondite. Al cabo de unos minutos se ha de enfrentar con la realidad: no solo le han bombardeado la casa, sino que le han robado. En ese punto, se derrumba, las piernas no le sostienen, los ojos se le desbordan. Sale llorando. Una vecina, al verla, se le acerca a consolarla. "Me han robado, Micaela, me han robado"; la mujer no comprende cómo ese detalle es el que repite cuando la casa está destrozada, quizá la expresión de extrañeza la delata, o puede que la damnificada necesite liberar la indignación: "La bomba ha sido mala suerte, estamos en guerra, es hasta lógico, pero el robo no, quitarme mi cajita ha sido un acto de mala fe. Pero, ¿de qué estamos hechos los seres humanos?"

Eso, ¿de qué?

miércoles, 14 de enero de 2015

Lo desconocido

Un nuevo giro, un nuevo camino. Lo normal ante la novedad suele ser pararse, una alarma salta: precaución. Lo nuevo, hasta que no se conoce, como poco asusta. Uno se queda quieto ante la opción y mira y remira, hasta el mareo, cada caso en el que se tuvo que plantear ir o no, seguir hacia lo desconocido o dar media vuelta y largarse buscando lo habitual, refugiándose en lo domesticado.
Lo nuevo atrae pero a la vez tiene un halo de desconfianza que no nos permite relajarnos, ir alegremente a su encuentro; los ancestros nos cuidan, años de evolución para que aprendamos a temer lo no conocido, evitando ingestas mortales, caminos sin regreso, lugares peligrosos. La conservación de la propia seguridad, la desconfianza atávica ante lo desconocido es buena, pero en extremo, como todo, deja de serlo. Entonces el miedo ancestral a lo incierto nos evitaría evolucionar, crear, descubrir nuevos mundos, nuevas fórmulas, inventos, caminos. Dejaríamos de encontrarnos con lugares nuevos si la cobardía ganase por completo.
Sin el atrevimiento, sólo habría ante nosotros cosas conocidas, caminos seguros, confianza en los pasos a dar. Sería terrible; no existiría ni la duda, ni el ir más allá, ni el error, ni la curiosidad. Montañas de seguridad que nos enterrarían en sus cavernas sin sombras ni luces del exterior porque también nos daría miedo mirarlas.

lunes, 12 de enero de 2015

Pregunta

Hoy expongo una pregunta abierta, la cuestión es, si pudiéramos volver a elegir una situación ya experimentada, sin saber qué sucedió después de haberla decidido, si se pudiera volver atrás en el tiempo, pero sin la experiencia de lo ocurrido, si tuviéramos las mismas circunstancias y manera de ser y ver las cosas; ¿volveríamos a elegir lo mismo o no?
Es decir, ¿son nuestras decisiones más azarosos de lo que pensamos, o por el contrario, es lo único que podemos hacer dados esos mismos parámetros?
¿Somos lo que vamos creando, o simplemente somos?

viernes, 9 de enero de 2015

Condenados

El miedo a lo desconocido, el sonido del viento, la lluvia, reconocer que tras la luna saldrá el sol, despertar a las leyes físicas, entender los sonidos que hacen otros, ser conscientes del propio cuerpo, sorprenderse pensando algo y entendiéndolo y viéndolo.
Dar un paso más allá de la intuición, de la mera supervivencia, pasar de respirar a saber que se respira: Tuvo que se aterrador para los primeros hombres, esos homínidos que se posaron sobre sus dos pies y aprendieron a utilizar las manos. De repente, algunos hubieron de dar el cambio en sus mentes, entender, reconocer sus pensamientos, darles voz a los sonidos. Y ver a los que se quedaron atrás, con pena supongo, pero sin pausa. Condenados a encontrarse a lo largo de la geografía mundial. Condenados a aprender, a pensar, a trascender, a ser.

miércoles, 7 de enero de 2015

Relato: Él

Miraron a los ojos, sus ojos.
Él nunca había sido de mucho hablar, pero ahora no decía nada, limitándose a estar ahí, callado, inmóvil. 
Su iris expresivo por lo general, ahora apagado, frío, sin asomo alguno de emoción; guardián descuidado de esa sonrisa suave que ocultaba a duras penas, haciéndole brillar. 
Ese gesto, tan tierno y exasperante a la vez, de tocarse la oreja cuando le era difícil hacerse entender que no hizo, ni una sola vez, en todo ese rato.
Siempre era ella quien más hablaba. La de tardes que se les pasaban así: él escuchándola contento de oírla, compartiendo en su silencio tímido, las palabras que nunca supo usar del todo bien. 
Los días se sucedían apacibles, sin más sobresaltos que los obstáculos diarios, los inconvenientes normales de unas vidas sin complicaciones, con unos problemas sencillos que con frecuencia agrandaban para sentirse más fuertes al haberlos resuelto.
Les encantaba pasear al atardecer, tomar algo en esa terracita inmutable, donde lo único que cambiaba eran los dueños, que aprendían en solo tres visitas, que él pedía un anís y ella una mistela fresquita y se quedaban ahí, mirando los transeúntes, susurrándose alguna que otra frase, felices, para al rato, con una gran sonrisa, pagar él, mientras ella esperaba un paso por detrás para irse, una vez hecho el trámite, tranquilamente paseo abajo, cogida de su brazo.
En ese encuentro último, no se irían juntos. La mistela fresquita se calentaría en la copa de cristal sin que se la beban, sin tener ya jamás un anís, por compañero de mesa.
Ella se despidió levantándose, sin querer mirar atrás, y él, como tenía por costumbre, no dijo nada. 
No pudo seguirla con unos ojos que ya no eran suyos porque jamás mirarían sus ojos.

lunes, 5 de enero de 2015

Renovar

Todo tiene una ilusión, que coincide con el principio.
Luego está el acostumbrarse, el lidiar con la nueva situación, que nos da sabores y sinsabores, que nos arrastra a lo largo de la realidad, de una que antes era solo ilusión. Esta etapa nos asienta y coincide, más o menos, con el desarrollo real.
Y más tarde, invariablemente, durante un periodo de tiempo siempre distinto, comienza el tedio, las fricciones, la realidad ya gastada, monótona que nos lleva hacia otras ilusiones porque lo que nos llenó de ilusión y lo que llevamos adelante, sorteando y equilibrando esperanza con la realidad, ya no sirve; ya no nos llena. Por supuesto coincide con el final y con el principio de otra etapa.
Así es todo, trabajos, proyectos, relaciones humanas, ideas... todo.
Las vivimos desde la ilusión, nos las trae la realidad, las compaginamos con ella, para que luego, sin piedad, venga a quitárnoslas; el desgaste de la rutina siempre puede a los sueños... Lo importante es renovarlos.

viernes, 2 de enero de 2015

Salir de uno

Esto de tener que seguir día, a día, a día, sin poder salirte de ti mismo, tiene el inconveniente del agotamiento, de la saturación, de tener que reeinventarte cuando se llega demasiado peligrosamente al borde del vaso, en un intento de que no se desborde.
Así cambiamos los paisajes externos e internos, moviéndonos siempre desde dentro, desde el único punto posible, lo otro es mera inercia.
Cuando estamos hartos de ver dunas desérticas, imaginamos olas, corrientes, acantilados, y toda nuestra acción se encamina a buscarlos. Al desdeñar tanta agua, al cabo del tiempo, y recordar lo árido de la arena, soñaremos con bosques, plantas, flores. De ahí pasaremos a los hielos, nieves y cimas, más tarde junglas, humedad y riesgo... la vida es cambio, si no se mustia y muere.
Remodelando los paisajes en los sueños, persiguiéndolos despiertos y renovándolos cuando nos aburren, hemos de lograr, entretanto, absorber lo que se pueda de cada uno, si no, habrá sido en vano tanta inquietud y la curiosidad, si no enriquece, destruye.