sábado, 30 de octubre de 2010

Almas

Trabajo con almas, ya sea escribiéndolas, ya sea escuchándolas, reflejándolas en espejos para que se vean y sepan encontrar ese camino que perdieron o cosiéndolas a las hojas con palabras para que al leerlas, vivan en quien las lee.
Y es hermoso, creo que es lo más hermoso que hay, ver esa parte, ese fondo que está en nosotros y que pocas veces, como dije, surge.
Ver el fondo de esos pozos, iluminarlos para que solos brillen, es una de las cosas que vale la pena mirar.
No suelo enterarme de si mis almas escritas llegan a buen puerto --y es bueno, ya que hay muchos libros cuyos dueños no conozco y he podido hablarles a través de ellas--y a las que veo, tampoco es fácil. El tiempo es quien suele acercarme sus logros, y siempre que les va bien, me alegra.
Pero hace poco sí pude escuchar un elogio, uno que me gustó mucho: "Ojalá alguien haga por ti lo que tú has hecho por mí." Me pareció precioso y me sentí, no sola, que es como te quedas al lanzar un libro al mercado, un adiós a alguien, sino muy acompañada por todas mis almas.

viernes, 29 de octubre de 2010

Relato para leer en la noche de las ánimas; El libro

Cogió ese libro de la estantería, estaba muy deteriorado, hojearlo, con sus páginas adelgazadas por los siglos, frágiles y rotas por bichos, era un reto, una operación delicada. Fueron sus dedos quienes lo eligieron, los ojos se habían fijado en otro, más luminoso, pero sus manos se adelantaron y las obedeció. Se lo llevó consigo al cuarto de invitados. No era una habitación especialmente acogedora, más bien al contrario. El polvo lo inundaba todo, era un milagro que los muebles se mantuvieran en pie; la carcoma los martirizaba dejando montoncitos de serrín bajo cada agujero; agonizaban con cada viruta derramada. Las cortinas pesadas. La alfombra descolorida.
Se metió en una cama que crujía, cuando quiso leer, la lamparita no se encendió; trató de coger el sueño, sabiendo que le costaría. Al rato, intentó engañarse respirando como si estuviese dormida. La habitación le desagradaba, estaba inquieta sin razón. Notó cómo un sudor frío la iba invadiendo, el corazón latía con demasiada fuerza, no controlaba su mente ni lo que pensaba, pero supo que estaba dentro de un ataúd: el olor a tierra removida, la humedad caliente del encierro, los miembros doloridos por la posición forzada lo confirmaban: la habían enterrado en vida. Quiso gritar. No pudo. Moverse; inútil. Un ruido ensordecedor, rítmico y desagradable la angustiaba todavía más: sus latidos, aunque no los identificó. A lo lejos, sentía maullar gatos vagabundos paseándose por el camposanto, o quizá, no eran gatos ni maullidos, sino almas en pena gimiendo. Puede que ella misma fuese una. El pavor la inundaba, inmovilizándola, pensaba si sería una muerta en vida o una viva aún no muerta: olía, sentía, escuchaba, pero no reaccionaba. Quizá eso era la muerte: ser sin ser. Su corazón golpeaba tan fuerte que le dolía. Era incapaz de cualquier movimiento. Los ojos se posaron en el libro, único testigo de su pesadilla, del Terror. Ahí estaba, sobre la mesilla; vivo, contento, animado.
Era una primera edición del Gato Negro, firmada por su autor.

miércoles, 27 de octubre de 2010

Tiendecitas

Con las prisas se suele comprar en las grandes superficies y creo que de vez en cuando, hay que pasarse por las pequeñas tiendas del barrio, ajeno o propio, no para comprar cosas prácticas sino para sumergirse en ellas, en sus dueños y su clientela, que suele ser mayor, y escuchar las historias que se cuentan, algunas casi folletines, que van evolucionando de día en día, de barra de pan en barra de pan; te enteras de operaciones, enfermedades, esperanzas humildes y alegrías domésticas. La interacción entre el dueño o dueña y sus parroquianos es entrañable.
Hoy en una pequeña panadería he visto que había un perchero de donde colgaban muchos sacos del pan, de esos de tela a cuadritos con el nombre "pan" bordado con mimo o de ganchillo sobrio, y me pregunté para qué estarían ahí, para venderse, quizá, pero no, son los sacos de pan de las clientas que los dejan y así el panadero los llena del pan recién horneado y ellas, a la vuelta de las otras compras, tienen sus barras calentitas y mimadas. No sé por qué me vino a la mente una guardería de panecillos.
Una señora mayor vino a por su saco, y mientras pagaba le contaba su última entrega familiar y el panadero le hablaba sobre Rusia y lo cara que estaba la harina, y los dos, satisfechos de la conversación y la transacción, se despidieron hasta mañana.

martes, 26 de octubre de 2010

Intentos

El intento de todos por realizarnos, sentirnos contentos en nuestra piel, trascendernos, entender... el intento de vivir con sentido nos hermana, aunque nos diferencia, ya que cada uno comprende ese intento a su manera.
Hay factores comunes en esa búsqueda, pero muy superficiales, aunque por fuera parezcan lo mismo al comentarlos, pero no lo son; ya que somos impenetrables, lo que decimos se aleja ya de lo que pensamos, nos comportamos con papeles que vamos aprendiendo a interpretar, los contextos mandan, somos islas entre islas, a veces con más fortuna, a veces con menos. Podemos estar muchas de estas islas juntos, pasar buenos ratos, compartir tramos de vidas, trabajos, ilusiones... pero en el fondo, no acabamos ni de conocernos ni de darnos a conocer. Algo hay en cada uno que no sale a la superficie.
Somos desconocidos aún compartiendo espacio, quizá ese intento de ser, es lo que nunca intentamos ver.

domingo, 24 de octubre de 2010

Las arenas del tiempo

El tiempo pasa volando, es una expresión que a veces se queda corta, sobre todo cuando miras hacia atrás, y ves todo el tiempo transcurrido: marea.
Lo mejor es contabilizarlo por cosas realizadas, logros superados, metas que aún siguen, pero están más avanzadas, ideas que nos acompañan y crecen.
El tiempo sin nada que lo plasme, parece más muerto, más estéril, más tiempo.
Ese día a día que nunca parece terminar, que nos obliga a salir adelante, a conseguir propósitos, es en realidad el Tiempo, el reloj de arena que miras hipnotizado mientras ves caer los granitos minúsculos de una parte a otra, arriba lleno, abajo, llenándose; ahí está ese discurrir continuo y no notas que se va vaciando; tarda tanto... y cuando más absorto se está viendo pasar la arena, se forma ese remolino arriba, indicando el principio del fin; lo que había en abundancia, se va. Y se va, ves ese último granito caer y ya está, se terminó el tiempo.
Menos mal, que en este caso, aún se le puede dar la vuelta para invertirlo..., pero una vez habrá que no.

jueves, 21 de octubre de 2010

Hibernar

Creo que hay épocas vitales en las que si pudiéramos, hibernaríamos, nos quedaríamos en la cama, a falta de cueva, dormitando, dejando el barullo exterior fuera, recuperando energías y labrando sueños para cuando decidiéramos ponernos en la calle de nuevo.
No tiene por qué ser en invierno, esas temporadas, cortas o largas, se dan cuando se dan. Las notas porque despertarse cuesta más, los sueños son más profundos, los vives tan intensamente que una vez de pie, los recuerdas como si lo hubieras vivido en la realidad de la vigilia. "¿Yo no había comprado ese cuadro?" y caes en que la compra la realizaste en ese mundo onírico que a veces es más real, cuando lo experimentas, que la propia vida.
Es extraordinario lo integrados que podemos estar en los sueños, yendo a lugares ya visitados, gentes que conoces sólo ahí, olores, sensaciones, imágenes que la memoria también almacena como lo hace con lo cotidiano, sólo que acceder a ellos es más complicado, tendemos a emborronarlo al perseguirlos. Como la vida misma, que cuando más queremos vivir, parece que menos nos deja.

miércoles, 20 de octubre de 2010

Tiendas

Hay una tienda, por llamarlo de alguna manera, que siempre me ha llamado la atención, es un bajo cerca de la zona del mercado, lugar que me encanta y al que voy en cada ciudad grande que visito; los mercados y los cementerios, dos instituciones que marcan el ritmo de vida de sus gentes. Pero no voy hoy por ahí.
Hoy es ese bajo polvoriento, inalterable, que está exactamente igual que cuando lo descubrí la primera vez, hace años, que se ve a través de unos cristales opacos de lo sucios, y medio logras ver un sofá, posiblemente verde, muchos sacos, una mesa llena de herramientas y un oso pardo, una cabeza de reno, dos pájaros subidos eternamente a unas ramas. Es la tienda de un taxidermista. Un lugar siniestro por lo sucio y oscuro, que huele desde fuera a formol y sustancias fuertes, que constatas en las sucesivas visitas su único cambio; la figura que monta esa temporada sobre esa mesa mostosa, junto con ojos de cristal, pieles, rellenos, clavos, botes.
Toda una vida dedicada a preservar la muerte, a crear apariencia de vida tras la vida, a perpetuar la compañía de animales a los que se han querido o conseguido con esfuerzo, pero a qué precio. Nunca he visto al artesano pero me lo imagino calmo, mayor, sin pelo, de movimientos lentos y precisos, sin prisa por nada, dejado, que irá rellenando los cadáveres asépticos mientras piensa en sus cosas. Un hombre sin recuerdos, un artífice del ahora, que sabe que no vale la pena aferrarse a algo muerto.

martes, 19 de octubre de 2010

Extraños

Ha habido varias inauguraciones seguidas estos meses a las que he asistido; me gusta observarlo todo.
Lo que más me llamó la atención fue ver, en todas, al mismo tipo. Me explico, no es que sea extraño repetir eventos, muchos amigos nos íbamos citando para la próxima, pero ese hombre, alto, de pelo largo y cano, callado y muy delgado, no hablaba con nadie; su actitud en cada una de las exposiciones, era de desconcierto, de no saber muy bien qué hacía allí. Miraba las fotos o los cuadros o escuchaba las conferencias callado, con los ojos mirando sin ver, correcto, apartado, comiendo y bebiendo con pausa -porque si se lanzase a los aperitivos, teníamos el enigma resuelto, hay gente que cena gratis en estos sitios-, pero él no, él comía como se movía, tímidamente.
De allá para cuando, miraba entre la gente, como buscando algo, alguien. Y eso también podría ser una solución; intuir que esa persona, que no acaba de venir, podría hacerlo en un evento así, y él, romántico empedernido, preparaba un encuentro casual. Esa me gustó; asiste a todo aquello que le podría interesar a la/el ausente en un intento de reencuentro sorpresa: "Hola, cómo estás, qué suerte haberte visto, qué casualidades tiene la vida, ¿no?".
Pero si era esa la causa, la última vez que lo vi, seguía mirando sin ver, sin tener al azar de su parte.
Igual es simplemente como yo, le gusta curiosear, y a mí me tiene fichada como a alguien que busca a alguien, ya que debo de dar la misma impresión, buscando su figura larga para ver por qué me lo encuentro siempre solo, siempre esperando algo indefinido.

domingo, 17 de octubre de 2010

Paralelismos

Si de verdad existen mundo paralelos es un desperdicio no poder movernos por ellos, así da igual que sean ciertos o no.
No podemos disfrutar de vernos vivir más vidas, y no como en el eterno retorno, que nos condena a vivir una y otra vez los mismos errores, los mismos aciertos, sino comprobando, en cada paralelismo, los diferentes resultados.
Es como cuando has estado muy unido a alguien y al tiempo, que es quien separa y une, lo vuelves a encontrar: ya da igual, no es él o ella, es un cuerpo que se les parece, y a veces, ni eso. Bueno, sí, los ojos, la mirada suele ser el mundo paralelo confirmado, si miras en ellos aún se puede recuperar la esencia de quién fue, al igual que tú mismo, que ya no eres nada más que un mero encuentro.
Así que si uno no quiere sumergirse en los ojos de nadie, cómo vamos a vernos, aún si pudiéramos, paseando por esos mundos iguales, ligeramente diferentes, que se llaman realidades paralelas, si con ésta ya no sabemos qué hacer, cómo estrujarla al máximo, cómo abarcarla de verdad.
Supongo que la mejor manera de hacerlo es vivir creyendo que se puede conseguir todo, que los límites los marcas tú. Y con la paciencia bien cerca. Eso sí.

viernes, 15 de octubre de 2010

Magos

Estos días he estado sumergida en palabras envolventes y entre magia verdadera.
A quién no le gusta la magia, quién no se ha pasado horas, de niño, practicando juegos de manos ante espejos, primero, familiares pacientes más tarde y amigos, ya para el final. Qué susto que se nos viera el truco, que espectacular cuando no lo veían y nuestras manos eran de verdad mágicas y las bocas abiertas de nuestros espectadores la recompensa. Horas para pulir trucos elementales, persiguiendo a madres pacientes para que se sentaran entre tarea y tarea y nos aplaudieran el nuevo abracadabra. Momentos de triufo cuando no sabían cómo lo hacíamos y pedían más. Que entrañables esa varita mágica, la chistera, las cajitas que hacen desaparecer los objetos que les pones, aros, pañuelos, monedas, cualquier objeto susceptible a ser el protagonista de esa fantasía.
La magia es un reto para quien la realiza y para quien la recibe, y cuando el duelo entre mago y público tiene tensión, el niño que quiso ser mago, sale de la chistera y aplaude a ese conejo blanco que volvió a aparecer.
Magia, qué se haría sin ella.

miércoles, 13 de octubre de 2010

Mezclas

Un olor, un color, una frase al azar, un objeto de cualquier tipo y de repente, todo un fragmento del pasado más lejano se te presenta cercano, vívido, reciente. Días infantiles, momentos olvidados, vivencias que habían permanecido ocultas, entre telarañas, te sorprenden con una claridad que difícilmente tenía hace apenas unos segundos; cómo algo tan real que casi toco, que estoy oliendo, estaba tan profundamente enterrado en mí, tanto que si no llega a ser por ese anzuelo anecdótico que me lo trajo, seguiría ahí abajo, en las profundidades de la memoria.
Y es que es más fácil recuperar algo, que recordarlo. No podríamos haber revivido la escena sin ese enganche que nos lo sacó del abismo.
Somos selectivos, recordamos lo que necesitamos, pero dentro, muy adentro, está todo lo que fuimos, esperando con paciencia las imagenes de lo que ahora somos para ser lo que seremos y aún no recordamos, pero haremos.

lunes, 11 de octubre de 2010

Lo nuevo

Ese sentimiento entre desplazado y tímido que experimentamos cuando estamos inmersos en sucesos no cotidianos, es agridulce; nos ponemos a prueba a nosotros mismos y comprobamos el grado de adaptación que tenemos, integrándonos pasito a pasito entre lo y los desconocidos, nos aventuramos a reconocernos conociéndonos a través de otros, hablando sin firmeza al principio, casi sin voz, fijándonos en todo para no desentonar, asimilando el ambiente, y mimetizándonos en él. Es inquietante, es una desazón no del todo desagradable, que nos mantiene en vilo hasta que cogemos confianza y soltura y esa esquina ya no nos es extraña, ni ese rostro desconocido ni esa voz ajena. Nos integramos, somos ya de ese trocito de mundo y crecemos. Siempre crecemos.

sábado, 9 de octubre de 2010

Depende

Cuántas veces se tiene la sensación de irrealidad, de que ésto de respirar es surrealista, como poco.
Si miras atentamente lo que te rodea, y si te ubicas tú en el centro, pierde el poco sentido que tiene, como cuando gastamos el significado de las palabras a base de repetirlas machaconamente.
Pues con la realidad igual, si nos sentamos en medio de nuestra vida y la miramos con lupa, es de risa. Sucesos concatenados, unidos, simplemente, por nuestra consciencia, que encima los filtra y desajusta, los aleja de una supuesta realidad objetiva, devolviéndonoslos como queremos verlos.
Hay épocas donde los sueños se confunden con la vigilia, se entremezclan en los recuerdos y soñar y estar despierto, es la misma cosa. A todos nos ocurre esto cada día, unas décimas de segundo, cierto, pero en ese espacio lo real y lo onírico se yuxtaponen.
La realidad es susceptible al cambio. Se puede recorren una calle habitual sorprendiéndonos de cada esquina y pasear por una desconocida sin fijarnos en ella para nada.
La realidad la ponemos nosotros. Lo que nos sucede no es lo que somos, somos el modo de entenderlo.

jueves, 7 de octubre de 2010

Dudas y certezas

Mirando la historia, uno ve que se ha ido tejiendo con las acciones, por lo tanto, decisiones de cada uno. A mayor responsabilidad, mayor peso, pero todos, sin excepción, somos quienes hacemos la Historia con nuestras resoluciones.
Y ahí voy. Qué difícil es saber lo que hay que hacer a cada paso.
Cuando miras atrás es diáfano, es transparente ver que se tuvo o no que hacer, a posteriori es de risa no ver qué partido tomar, qué batalla ganar y dónde, con quién ser aliado y con quién no, dónde ir, dónde no ir..., tan obvio, que constatar que se equivocaron da hasta rabia; cómo no vieron que eso estaba siendo así o asá, cómo es posible dejar de hacer eso o esto. Qué fácil se ven las cosas desde arriba.
Pero ahora, sin tener datos, sin saber el final, quién es capaz de decidir sobre nada, con la total garantía de que esa opción y no otra, es la correcta, la que nos dará lo que queremos, la que se debe dar.
No es un camino cómodo ésto de elegir, no lo es, ya que sólo tenemos una opción y no sabemos a dónde nos va a conducir.
Lo difícil no es hacer, sino saber qué se ha de hacer.

martes, 5 de octubre de 2010

Ciego o sordo

Y tú qué prefieres, quedarte ciego o sordo. Esa pregunta tan extraña y siniestra se la iba preguntando a todo aquél que se le acercaba: amigos, familiares, vecinos. Tardaba un ratito y tras las observaciones de rigor y frases típicas de las conversaciones de ir por casa, soltaba a bocajarro, esa pregunta. La gente, tras el primer impacto, contestaba cuál de los dos sentidos preferiría perder y si respondían que les importaría menos no oír, el anciano se revolvía y les intentaba convencer de lo contrario, argumentaba a favor de la ceguera hasta la pasión. Los sordos potenciales, que realmente les daba igual no escuchar que no ver, se dejaban convencer y así, de paso, escapar de esa conversación incómoda y surrealista.
Los que a la primera se decantaban por la ceguera, eran halagados por su buen gusto y discernimiento.
Me intrigaba el abuelete, y le seguí la pista todo lo que puede seguirse a un desconocido.
Hasta que un día, supe la razón de querer que el mundo entero se conformara con no ver: iba con bastón blanco, inseguro pero sonriente. Había perdido la vista. Sólo quería asimilarlo. Sabía que se estaba quedando ciego y el consuelo de sentir que no era tan malo, que la gente lo prefería a otras desgracias, quizá le ayudó con su última imagen.

lunes, 4 de octubre de 2010

Relato: identificación

-Pase. Es por aquí. Espere un momento.
El policía que la había llamado haciendo añicos, no sólo la tarde tranquila del domingo, sino quizá, la vida, le pidió que aguardase. Asintió con un gesto y esperó; si tuviese razón…, pero, no, no podía ser de ninguna manera, la gente se equivoca, es más, por eso la necesitaban, para que confirmara lo impensable.
-Entre.
Fueron a buscarla a casa dos hombres, además del policía, uno muy bien trajeado, que no paraba de hablarla, de darle indicaciones, de añadir confusión al caos en el que la llamada la había sumido. “Todo irá bien. Es cuestión de unos momentos. No hay nada seguro”. Y a esa frase se agarraba, desesperada, pensando sin saber que pensaba, que recordaba, que intentaba reorganizar una vida que aún no se había confirmada rota, pero que amenazaba derrumbarse si las sospechas de ambos hombres fueran verdad. Y era ella, nadie más, quien tenía que dar el paso; ese antes y después. Ella solamente en contra de sí misma, era la única que cambiaría su vida con un “sí” o un “no”. Una mirada breve, un instante angustioso y todo podría abrirse bajo sus pies o bien nada, quedarse igual, con una anécdota macabra para contar, que se iría diluyendo, desmenuzando, olvidando. Pero ahora, es imposible recordar cómo se vive sin esta angustia, sin este miedo que paraliza, que aleja hasta lo inverosímil lo que hasta hace nada era real: ahora sus pensamientos están atrapados entre un humo denso, tupido, son lentos, ajenos, no aciertan a ser coherentes, firmes: no quieren pensar en qué pasaría si, efectivamente, fuese él.
-Pase, señora.
El cuerpo obedeció la orden. Apretó los puños, se encogió por dentro y entró en esa sala que la esperaba desde la llamada. Qué extraño lugar, de un frío metálico, de un blanco sucio a pesar de lo inmaculado. Unas manos la sujetaron con firmeza y la condujeron a una mesa. Un bulto tapado por una sábana era lo que había venido a ver. Ahora le descubrirían el rostro, y si era él, el vértigo de lo imposible se la tragaría, se abriría la vida bajo sus pies. Y era ella la única que podía evitarlo: si no le reconocía, si bajo esa tela blanca no estaban sus ojos verdes, su pelo castaño, su nariz recta. Si no lo identificaba, no sería él. Podría irse a casa, a esperarlo, a preparar juntos la cena, a dar marcha atrás al reloj, y deshacer lo hecho, a borrar ese instante en el que todo se vino abajo, a enmendar lo imposible. Sólo tenía que no ser él, no reconociéndolo. Todo volvería a ser como antes de la llamada, como antes incluso, de la pesadilla de ayer. Si olvidase lo que sucedió, si no fuese él, si no hubiese ella…
-¿Es su marido, señora?
Las manos la sujetaron con más fuerza, la sábana a punto de deslizarse, su corazón al límite, su mente paralizada, su vida en suspenso.
-¿Es él, señora?
El rostro que vio no era el de él: no podía serlo y no lo fue. Ahora sólo quería ir a casa para esperarle a preparar la cena juntos, a olvidarlo todo, a reírse de lo sucedido. A intentar vivir como si nunca hubiese habido una llamada, como si no fuera él a quien había ido a ver.

sábado, 2 de octubre de 2010

Talento

El talento es algo que más bien duele que ayuda. Suele no verse, o si se ve entre los que no lo tienen, lo esconden para que no les haga sombra.
Habría que definir talento, pero yo lo veo como la capacidad de hacer lo que los demás no logran, de ver lo que nadie ve, de llegar a donde pocos llegan y cambiar, con su punto de vista, el tapiz habitual.
Músicos, físicos, poetas, narradores, visionarios que etiquetan y encierran con sus talentos, perdiéndolos junto con sus disciplinas al no permitirles ser libres de transmitir lo que pueden dar.
Muchos se malograron, otros no fue hasta su muerte, que ya, indefensos y mansos, se les pudiera aclamar. Pero los que intentan luchar desde su talento contra la infraestructura existente, siempre, pierden energías en esa guerra, quizá necesaria, puede que absurda. Pero nunca productiva. Lo que pudo hacer Galileo sin la Inquisición, Mozart sin los celos, Sócrates sin la envidia..., parece como si los genios, tuvieran que tener freno para no acelerar demasiado las cosas.
Cuánto talento estamos parando ahora. Es la pregunta.

viernes, 1 de octubre de 2010

Renovarse

A veces se ven restos de naufragios por la calle; muebles tirados sin miramientos, enseres, objetos imposibles, juguetes, ropas.
Las aceras son como la orilla que recoge lo que ya no se quiere, la resaca lo deja desparramado cerca de contenedores y bordillos.
Observándolo se deduce su entorno, sus dueños y hasta por qué ya no lo quieren: sillas antiguas tapizadas sugieren modernidad, cambio de inquilinos, esa mesita que tanto adoró la abuela, ahora ella muerta, el mobiliario estorba; no se puede acumular historia en espacios tan pequeños. La ropa ha quedado pequeña, los niños crecen y al no haber hermanos detrás, qué hacer con ella, o se ha pasado de moda y el capricho manda.
También hay electrodomésticos, aparatos tecnológicos, ordenadores, móviles; cacharros ahora que ya no funcionan.
La gente se deshace de casi todo: cuadros, espejos, lámparas, jaulas, biombos. No hay nada con lo que no puedas toparte caminado por la ciudad.
Son lo que queda de la ilusión con la que se compraron, ahora sustituidos por sus derrocadores, los que más tarde o más temprano, correrán la misma suerte.
Renovarse o morir.
Pero a veces, pienso que se comprende mal esa frase.