miércoles, 27 de febrero de 2013

Y todo sigue

Siempre es durísimo constatar que la vida sigue perfectamente sin uno. Si tú paras, el mundo no lo hace contigo. Donde eras importante, dejas de serlo, solo el recuerdo de tu sombra continúa. Y no es malo, es necesario, pero duele; no es fácil asimilar, cuando lo ves, que al irte, y regresar, nada es igual aunque sea lo mismo. Ya no estás, la gente se mueve sin ti, las cosas sobrevivien a la ausencia de tu tacto, de tu mirada. Has tenido que parar, pero no el resto, que funciona exactamente igual, sin cambios en ese oscilar ondulante de ausencias cubiertas por presencias nuevas... en tu pupitre se sienta otro, en el trabajo otro explica, en las risas de ellos, no está la tuya... pero siguen, todo sigue sin ti.
Es lo que hace que podamos soportar las ausencias; olvidarlas. Con cariño, pero con firmeza, las llevamos a esa zona de niebla donde los márgenes dejan de ser nítidos.
Somos fantasmas de nuestra propia presencia. Ausencias vivas.

lunes, 25 de febrero de 2013

Babel

Según la Biblia Dios castigó al Hombre que, por arrogancia, intentó llegar hasta Él, construyendo la Torre de Babel. Desde las alturas, esas que Su creación pretendía alcanzar, maldijo la Palabra y dio lugar a las diferentes lenguas: con eso consiguió el caos de la incomunicación; desde ese momento fueron incomprensibles por tener diferentes códigos.
Pero yo creo que creó el caos más allá de los diferentes idiomas. Lo creó incluso en los mismos lenguajes.
Pocas veces se entiende lo que te dicen, y menos aún sabemos expresar lo que queremos. Las palabras enmascaran los sentimientos, dan coartadas perfectas para escondernos tras ellas. Hablamos mucho pero no decimos nada.
Compartimos lenguaje, costumbres y aún así, solemos malinterpretar a los que nos rodean; si es así dentro de la propia cultura, que no será en otras donde diferentes usos y signos aún nos despistan más.
La genialidad de ese Dios Bíblico de aplastar de raíz la incipiente capacidad de compartir lo que somos a través de las palabras, sean estas compartidas o no, evitó y evita, que expresemos lo que somos a los demás y a uno mismo. Efectivamente, no nos dejó aproximarnos a Él. Sabio. (Y quizá temeroso y precavido).

viernes, 22 de febrero de 2013

Rectificar

Manga por hombro, a veces uno tiene la sensación de que nada está en su sitio; es como un gran chiste sin gracia; lo evidente es imposible, las esperanzas puestas en un empeño claramente erróneo, gente involucrada en gente equivocada, sueños irrealizables que estallan en la cara...
Y sí, hay veces que cumplir un anhelo es cuestión de tenacidad, pero en otros casos la derrota está cantada. ¿Cómo distinguir? Gran pregunta.
Normalmente se sabe, uno intuye que por ahí no es, algo escuece, tortura, rasca. No fluye; demasiadas dudas, esfuerzos más allá de lo razonable, lloros excesivos, búsqueda de afirmaciones demasiado frecuentes..., avisos todos de que algo no encaja, de que vamos por un camino demasiado trillado. No es el nuestro.
Ahí viene el replanteamiento de profesión, vida, pareja, amistades, ciudad, casa, ilusiones. Y con él en la mano, vuelta de nuevo a comprobar, si esta vez el trayecto sólo será duro, difícil, arduo, pero no imposible.
Hay que saber rectificar a tiempo para conseguir lo que queremos, no lo que nos habíamos empeñado en querer. Sí, es complicado distinguir, pero en el fondo lo sabemos, si dejamos a un lado la cobardía, el orgullo herido y el miedo al cambio, muy adentro conocemos dónde estamos, qué queremos y en qué punto nos perdimos. O no

miércoles, 20 de febrero de 2013

Enfoques

Mirar más allá, que bien suena, pero mirar más allá de dónde; ¿de nuestra propia experiencia? qué difícil, qué imposible. La verdad, es que somos limitados, nuestra capacidad para ver más allá de nosotros mismos es algo que requiere esfuerzo, mucho. Leer ayuda, entender a los demás también, pero siempre está contaminada esa visión por nuestra propia mirada, nuestra limitada capacidad de entender, de aprehender lo que nos rodea.
Puede que por eso nos sea tan complicado comprendernos unos a otros, que la incomunicación se base en esas premisas; lo que uno dice no es recogido totalmente por esa barrera. Asimilamos lo escuchado, lo leído por esa experiencia limitada que nos configura, que nos hace.
Eso no nos exime de intentarlo, de aventurarnos en los otros, si lo logramos, si vemos más allá, entonces un mundo distinto al nuestro nos llega, llenándonos de otras vivencias, otros puntos de vista, otras maneras de entender ese más allá, si no, simplemente, la amoldamos a nuestro límites, dejándonos por el camino lo que podríamos haber ganado.
Es cuestión de dejarnos aparcados, salirnos de nuestras fronteras y ver, de verdad, más allá.

lunes, 18 de febrero de 2013

Cuentos o realidades

Si la realidad no nos gusta, normalmente, cortamos de aquí y de allá hasta hacerla a nuestra medida.
En esto de hacernos trajes con ella, puede dar lugar a casos espeluznantes, donde la persona vive fuera de lo real, viendo lo que no hay y negando lo que ve. En general, nos cuesta bastante asimilar que lo que nos sucede, no es lo que queremos que pase; la yerba siempre es más verde al otro lado, sea éste cuál sea, el asunto está en no apreciar el color de la que tenemos más cerca. Así, la vida de los otros se nos muestra más interesante que la que llevamos que en la comparación pierde, pareciendo más gris -sin sospechar, que por la misma regla de tres, los demás la verán verde brillante-.
A pesar de esa insatisfacción, que hasta cierto punto es buena ya que nos lleva a superarnos, lo que más se practica es el disfrazar los hechos hasta que nos ajusten.
La mente desmenuza el entorno y nos lo presenta cómo sería si pudiéramos moverlo a nuestro gusto, igual que las hermanastras de Cenicienta, en su versión original, que cuando les presentan el zapato de cristal y en él ven el posible reino, y al probárselo y constatar lo obvio; que no les cabe, deciden, sin dudarlo, cortarse los dedos del pie para que entre: Adaptan el pie al zapato, y ya está.
Esa barbaridad es la que hacemos continuamente, al menos, hasta entender que la vida ha salido así y si por ahí no es, otros rumbos habrán. Aunque gente hay que sigue negándolo.
Más de uno va por los caminos cojo.

sábado, 16 de febrero de 2013

Retos

Poca gente se resiste a no abrir una caja cerrada, si está abierta le da menos importancia. La que llama la atención es la oculta. Y si cuesta abrirla, más aún. Cuando más complicado sea conseguir su contenido, más nos empeñaremos en lograrlo.
Si esa caja tuviese uno de esos candados chinos sin entrada para llave, un puzzle perfecto, ideado por esa sutiliza oriental a prueba de la escasa paciencia occidental, ya sería una cuestión vital lograrlo. Aunque nos pasemos días mirando el cerrojo inescrutable, no dejaremos la caja cerrada. Ver su interior se convertirá en una meta, pensaremos, cuando estemos alejados del reto, en cómo hacerlo y nada más llegar, lo pondremos en práctica; si no funciona, nos llevaremos nuestra frustración para convertirla en nuevas energías. Cuando más nos cueste, más empeño pondremos.
Y si no cejamos, si no es demasiado para nosotros, al final, abriremos la caja. Y miraremos dentro.
Haya lo que haya, incluido nada, jamás encontraremos un tesoro mejor porque dentro está nuestro éxito.

jueves, 14 de febrero de 2013

Gracias por leerlas

Las palabras, esos seres diminutos que vienen a contar cosas, explicar destinos, marear emociones, imaginar mundos, atrapar momentos. Esos símbolos extraños que nos liberan de lo inmediato, nos acercan lo infinito, y nos garantizan los sueños.
Ellas son el puente entre nosotros y lo que pensamos, decimos, entendemos. Lo que damos, recibimos, creamos. Nos hace humanos alejándonos del presente inmediato, llevándonos hasta el futuro más lejano que podamos imaginar.
Sin ellas no seríamos nada, no podríamos serlo.
A mí me dan el poco sentido que sé sacar a esto de estar vivo, me aferro a ellas y procuro crear cuantas más mejor porque así la vida se entiende, sino mejor, sí algo.
Gracias a todos vosotros por leerlas.

martes, 12 de febrero de 2013

Prisión

Siempre he pensado que el tiempo es una cárcel y que los primeros barrotes se colocan cuando empiezas a aprender a medirlo.
De niños da igual hoy que ayer que mañana, y más aún el mes pasado o el año que viene; se vive al instante, con todo lo de hermoso y terrible que tiene, ya que se vive de manera absoluta, es lo que hay aquí y ahora; aún no hay recuerdos o si existen son difusos y vagos.
Con el lenguaje comienza a forjarse la jaula, pero todavía queda el concepto tiempo, la experiencia de anticipar, de recuperar, de soñar.
Pero llega y con ella, se cierra la puerta. Ya está, estamos dentro del paso inexorable del segundo a segundo, sin poder saltarnos ni uno, quizá, el sueño, la necesidad de que esas gotas de tiempo se aceleren, sea una liberación vital del goteo diario, un descanso de la rutina carcelaria temporal.
Pero dentro de esa prisión, la que nos separa de lo deseado con lo real, estamos libres para movernos, para romper rutinas si es necesario, o para crearlas, para vivir en el tiempo, acortando el espacio que media entre nuestros sueños y sus metas.

domingo, 10 de febrero de 2013

Movimientos

No me importa pasar horas y horas en trenes, autobuses, coches, aviones viendo pasar el paisaje al ritmo de los pensamientos, es más, me gusta. Pero si se paran, no. Cada parada, ya sea por un atasco, semáforo, estación, me rompe el hilo de mis ideas, me las deja cojas, en espera. Es irritante. El movimiento las empuja, fluyen.
Ir de un sitio a otro es un momento irreal, no estás en ninguno punto; ni el de inicio ni el de término, vives en un puente entre ellos, la actividad cesó en el primero y no se puede comenzar aún en el segundo. No hay. La espera, el tiempo que se tarda en recorrer ese espacio es de uno. Es como un regalo. Unas horas únicas.
Sé de gente que las aborrece, se aburre, se cansa, va lleno de crucigramas o libros o música. Pero a mí me gusta llenarlas de ideas sin metas, de pensamientos libres porque no tienen razones prácticas de ser: solo son.
Por eso cuando se para el vehículo, los matan, los despiertan, los vuelven a la realidad de un tiempo ya medido. Y dentro de esos metrónomos los sueños dejan de volar.

viernes, 8 de febrero de 2013

Escombros

Hay veces que un edificio en ruinas, o en esa fase de demolición en la que todavía no es puro escombro, queda como partido, mostrando impúdicamente lo que las paredes ahora inexistentes guardaban; las distintas habitaciones con sus papeles pintados, algún cuadro, muebles que no se quisieron llevar o no pudieron, porque les pilló desprevenidos su hundimiento, sanitarios, objetos que de lejos nos recuerdan a los que tenemos en casa: lámparas, muñecos, alfombras. Sobrecoge.
Es el cuerpo agonizante de lo que todavía no está muerto, del que estuvo vivo. Es desolador, incluso inquietante, ver abiertamente aquello que la gente que habitaba en ese espacio, ahora roto, utilizaba y quería. Intimida un poco, como si estuviéramos espiando algo indebido, mirar esos espacios descarnados que los acogía. Era el hogar, el refugio del mundo de unos propietarios que forzosamente han tenido que abandonarlo. Habitaciones que nunca habríamos visto y ahora se muestran desnudas, impúdicas pero a la vez, turbadas, incompletas, asustadas, abandonadas a su suerte sin acaban de entender qué ha sucedido.
Una de las imágenes más impactantes tras una catástrofe, un bombardeo, es la de esos edificios abiertos, destrozados, imposibles de habitar pero todavía llenos de lo cotidiano, igual que una casa de muñecas a la que se puede ver con un simple movimiento de sus paredes, pero siniestra.

Contemplar las ruinas de algo que en su día nos acogió, siempre duele.

martes, 5 de febrero de 2013

Segundos

Lo más complicado en esto de crecer, es comprender que las cosas cambian y que nuestra mente no lo acepta muy bien. 
La mente es por sistema, conservadora, tiende a repetir, a acomodarse, a querer lo que ya quiso. Es biológicamente adaptativo. Pero nuestro entorno, nosotros, no cesamos de movernos, de dejar de ser ríos estáticos y la lucha permanente entre la necesidad de habituación y la novedad es lo que somos, es decir, tal como nos adaptamos, reflexionamos y aceptamos ese continuo cambio, es lo que somos.
Es difícil, a veces, hasta nos parece imposible, que lo tuvimos, ya no esté, que a quienes quisimos se hayan ido, apartado, que donde nos movimos, no sea lo mismo. 
La mente se aferra a todo, y hemos de luchar contra esa comodidad en la que vive y se maneja mejor.
Las circunstancias adversas nos empujan a cada momento y nosotros a ellas. Hemos de conseguir adaptarnos a todos y cada uno de los segundos como si fueran independientes, como si no fueran el todo en el que los convertimos; como si fueran únicos. Incluso los últimos. Así sí se apreciarían.

domingo, 3 de febrero de 2013

Esperar

Esta mañana he oído de un buen amigo, "ya qué importa nada, me da igual todo", y es que a veces, es cierto, da igual todo. La sensación de no ser dueño de tus movimientos es cansina y puede llevar a ese n¡hilismo atroz.
Y no hay fórmula mágica ante ese desánimo, cuando uno está así, solo quiere que ese todo pase, sentirse de nuevo uno mismo, aunque esa apatía también es legítima. No es fácil levantarse cada día y enfrentarse a un vacío, un agujero que absorbe las energías y un darse contra la pared diario.
Está en esto de respirar.
Solo se puede esperar, apretar los puños y procurar mirar alrededor. No todo es negro ni blanco ni gris. Ni de colores.