jueves, 31 de marzo de 2011

Reencuentro

La vida da muchas vueltas, muchas. Nunca sabes qué vas a encontrar a la vuelta de la esquina.
Una de mis mayores sorpresas esta temporada, ha sido reencontrarme con una amiga a la que vi hace años, y admiré desde entonces, cantante sensible y actriz estupenda, coincidimos en el mismo tiempo y espacio de nuevo ante la prosaica oficina del registro de la propiedad intelectual, ambas teníamos nuevos proyectos. Me acerqué tímidamente a ella para recordarle el encuentro, muy lejano, en una mesa de grabación. Desde entonces he tenido el placer de que me acogiera y compartiera conmigo su talento, su mundo, sus sonrisas y sus proyectos, entre ellos, uno que será común, si todo va bien.
Es maravilloso lo que te puedes encontrar dentro esos círculos mágicos de la rutina, que no lo es tanto, si se va con los ojos y la vida abierta.
Entre el desánimo de lo de siempre, nunca deja de haber un resquicio para lo posible.


martes, 29 de marzo de 2011

Fotos

Ver fotos propias o ajenas siempre es inquietante.
Si lo que muestran no lo conoces, te sumerges en ellas, observando sus imágenes, adentrándote por las calles nunca pisadas, mirando las gentes inmortales desde ese instante etéreo.
Puede que la fotografía sí la reconozcas, pero que el tiempo, tacaño, no la ha dejado evolucionar y te sea tan ajena como la que no has visto nunca, y mires rostros que ya no son así, solo reconocibles por las miradas, o calles que han cambiado en sus tiendas, topografía, en las modas de los escaparates.
Las fotos inalterables nos recuerdan que todo cambia, que nada queda atrás. Ni los muertos, ni lo desconocido, ni lo familiar. Ni nosotros.
Verlas es anticipar un futuro recordando un pasado, no tienen presente, solo el que se crea cuando las miramos; ese momento siempre renovado al ver lo eternamente estático.

lunes, 28 de marzo de 2011

Un paso

Nunca parar, nunca estarse quieto, sobre todo, cuando más quieto se querría estar. Cuando no sabes para qué moverte, o no ves el porqué de intentar nada, ahí, es donde más necesidad hay de hacer lo que sea; dar una vuelta, aventurarse por diferentes calles, nuevos barrios, distintas tiendas donde comprar lo de cada día, entrar donde nunca se había entrado. Lo que sea.
Y sí, seguramente, ni ese día ni el siguiente ni quizá el otro sucederá nada extraño, sí que se irá la apatía, eso al primer intento, pero con los días, cambiada la rutina, sucederán imprevistos. Es una verdad, casi axioma vital.
Nunca parar. Nunca estarse quieto. Nunca. Ni cuando no vemos motivo para adelantar ni siquiera un paso.
Hay que darlo.

sábado, 26 de marzo de 2011

Comenzar

¿Y lo difícil que es empezar de nuevo?, sobre todo, cuando se ha tenido que reinventar un principio más de una vez, cuando se anticipa el camino farragoso por el que se ha de pasar: dejar atrás lo que se creía firme, apartar recuerdos que solo lastrarían los pasos, sacudirse vivencias que no se quieren contaminar con la decepción del ahora ni con la ilusión, quizá excesiva siempre, del antes.
Ubicarse en el centro, buscar el equilibrio, no moverse mucho por los escombros para no dañarse, ni acelerar la nueva construcción para que no crezca torcida.
Hacer caso del instinto de nuevo, no cerrar ninguna puerta, a pesar de haber candado la que ya no se quiere volver a abrir, porque ya no hay nada.
Porque detrás no existe y no se puede vivir hacia ese lado. Aunque ahora parezca que no se puede vivir hacia ninguno, muy dentro sabemos que sí. Respiras, el cuerpo se mueve. Por lo tanto sigues.
Y a empezar; nuevos horizontes, nuevas perspectivas, aún cuando ahora no se vea más que el humo del polvo que deja cualquier estructura al derribarse.

jueves, 24 de marzo de 2011

Cotejar

Es curisoso cómo suele defraudar la realidad.
La de veces que hemos anticipado qué pasará y luego, al cotejarlo, no se parece en nada. O la de sitios que hemos conocido antes de pasearlos, para más tarde, reconocerlos lejanamente de las fotos vistas. O con cuántas ilusiones que nos han mantenido en vilo días y días y que al realizarlas, no ha sido lo mismo.
De niños es mucho peor, uno se puede pasar noches sin dormir, ansioso, esperando aquello que sea que nos ha hecho anhelarlo, y cuando viene, no es lo que queríamos, no es así del todo; nuestra capacidad de imaginar había desbordado el hecho en sí.
Al crecer vamos aprendiendo a calibrar mejor, nos acorazamos contra las desilusiones, vamos con chalecos antibalas a encontrarnos con los sueños.
Es triste, pero más terrible es chocar una y otra vez sin aprender.
El equilibrio está en soñar, seguir ilusionándote de nada, esperar lo imposible, pero no creer que será lo que piensas, solo que será, y así también te dejas sorprender por la realidad, que a veces, trae cosas hermosas, sobre todo, si no las comparamos con las soñadas. Ahí está el error. En la comparación. Nunca nada será como lo pensamos, sino como es. Y no es tan malo.

miércoles, 23 de marzo de 2011

Unficación

Siempre, el hombre, ha intenado comprender lo que le rodea, desde la observación directa, se han planteado teorías que otros, en experimentos controlados, han querido falsar, por lo tanto, verificar.
Dependiendo de la fase histórica o de la capacidad del grupo social que se plantea las preguntas, se llega a una conclusión, más o menos veraz, o a otra. Que las cosechas crezcan porque le hermana lluvia esté a bien con el hermano sol, es una teoría hermosa, pero quizá un tanto precaria.
Nuestro mundo occidental, ha creído posible, plasmar el universo en números, ver la realidad, predecirla con fórmulas que cada X años, un nuevo enfoque venía a mejorar, desbancando al que estaba en vigor. A pesar de todos los que siempre están en contra del cambio, hay cambios, y la ciencia es ciencia porque no es inamovible.
Muchas teorías han empezado como leyendas, o pensamientos filosóficos, donde la imaginación ha podido romper cualquier frontera; Julio Verne llegó a la luna antes siquiera que cualquier científico quisiera pensar en la más remota posibilidad de planteárselo, y ahora mismo, hay un nuevo reto.
Se busca unificar las leyes del universo, de las cuatro fuerzas, del caos de la física cuántica con la calma de la ley de la gravedad general en una teoría para todo, en una solo ecuación que nos diga quiénes somos, qué somos, qué seremos.
Un sueño, que no tiene porque despertar mal.

lunes, 21 de marzo de 2011

Relato. 7 y último- LA CENA

Nadie había subido a ver a la madre, anciana inválida, que desde arriba se enteraba de todo, porque sus facultades mentales estaban intactas. No era la primera vez que era testigo de semejante sangría. Su mente estaba tan lúcida como maltrecho su cuerpo. Pidió a Elena, la sirviente, una chica dulce y educada que la cuidaba, que la incorporase un poco, y abriera la puerta para poder escucharles. “¡Ay, hija! De verdad que me apena que tengas que oír esto”. “No se preocupe, señora”. Y disimulaba, como si los que estaban sacándose los ojos no fueran carne y sangre de la anciana cariñosa y amable con la que pasaba las tardes, leyéndola, sacándola a pasear y aprendiendo de las anécdotas que ninguno de sus nietos quiso ser depositario. “Anda cierra ya. Aburren, siempre con lo mismo”. “Si”, “¿Quieres jugar un rato a las cartas? Con este ruido me será imposible dormir”. “Vale, buena idea. ¿a qué le apetece jugar?” “A la canasta, ¿quieres?” “Sí”. Y Elena, cerró la puerta, cogió la baraja del cajón de la mesita y empezó a repartir.
La anciana la miraba con cariño y respeto. Estaba tan a gusto con esa joven llena de vida, ganas de aprender; le había aconsejado estudiar y ella, ilusionada le preguntó si valdría, “Claro que sí, preciosa. Yo te ayudaré”. Y se matriculó, y entre las dos estudiaban para los exámenes, visitaban museos y cines.
“Qué cariñosa es -se decía, como muchas otras veces, cuando la observaba moverse, atenderla, estudiar concentrada-. Cuánto se va a sorprender, y no sólo ella, cuando se lea mi testamento y sepa que se lo dejé todo.”
“¿Tiene buena jugada, señora? No para de sonreír, seguro que tiene una buena baza y gana”.
“Seguro, no lo dudes, pequeña. Seguro”.


domingo, 20 de marzo de 2011

Relato. 6- LA CENA


Y como todo llega, su mujer abrió la boca, en pleno helado de fresa y nata con sirope, para decirles lo que habían venido a escuchar, y de lo que se habían protegido desde casa. “Bueno, ya sabéis que mamá… “ No pudo decir más, las defensas preparadas de antemano surgieron a la vez. Un guirigay de palabras entrecruzadas ininteligibles, pero predecibles, clamaron al unísono, donde “no pienso ceder más”, “no creas que vas a poder abusar así”, “pues llévala a un geriátrico”, “al menos así, sabremos dónde va el dinero”, retumbó por el salón, amargando el helado que se derretía, indefenso, en los platos.

El marido, agobiado, callado, encontró en su cuñado, el segundón, y la mujer de Alejandro, su misma actitud. Miraban hacia todos los lados posibles, disimulando que estaban ahí. Los primos, callados, sin haber encontrado un punto de complicidad entre ellos, se habían cerrado al entorno y cada uno se martirizaba por no haber podido cumplir sus planes. El resto se había lanzado a una batalla campal pertrechados con todas las armas y actitud del vencedor: nadie iba a ceder. “Qué lástima de cena”. Y se dedicó, con la cuchara, a dibujar en el plato, con el resto de la fresa ablandada, rayas y círculos.
En el fragor de la batalla, se sacó el tema del testamento, de la herencia, de las partes que tocarían a unos y a otros. Su mujer enarbolaba que si no le pagaban más, ella debería tener más parte; los demás arremetían con furia calculada sobre esa proposición y los otros, cada vez más empequeñecidos, se dirigían unas sonrisas tímidas y avergonzadas de quien conoce al causante de alguna vergüenza pública.

sábado, 19 de marzo de 2011

Relato. 5-LA CENA

Alejandro fue el tercero en llegar junto con sus padres, los tres más bien callados, y con una tensión que se podía cortar, entraron para completar el número de asistentes a la cena. Saludaron al resto y la anfitriona, con la sonrisa falsa y nerviosa pegada a los labios, que se le había puesto desde el primer timbrazo, ordenó a Elena, la chica interna, que sirviese la cena. Dijo dónde tenían que sentarse todos y una vez colocados, tras el ajetreo de sillas y servilletas desplegadas, dejó que un silencio incómodo y espeso se instalase entre todos. Los entrantes, unos fiambres comprados para la ocasión, ayudó, al menos, a tenerles ocupados. Las primeras frases se gastaron en albar la cena, no con gran entusiasmo, ya que lo que se servía tampoco era para tanto, pero rompió el silencio denso para ocuparlo por un silencio más ligero.
Santiago sudaba a medida que iban acabando los platos, conocía a su mujer y sus sonrisas falsas no le engañaban, suponiendo que a los demás tampoco. A su lado estaba el hermano mayor de su mujer, Alejandro, que serio, se limpiaba la boca tras haber mojando en la salsa; tenía la actitud del cazador avezado que no se va a dejar sorprender por la presa, a pesar de lo mucho que cueste tenerla a tiro, sabedor de que no va a errar. Su mujer, Carmela, una coqueta insustancial, tan estúpida como a simple vista parece, le miraba de allá para cuando, con el miedo de quien tiene una orden que cumplir y no sabe si meterá la pata, si será capaz de llevarla a cabo; observaba todo con sus ojos agrandados por el excesivo maquillaje que no cubría completamente las imperfecciones y signos evidentes de una edad que quería ocultar. El hijo, guapo pero insulso, no seguía para nada los intentos de Sara para conversar, haciendo que la muchacha quedase patética al reírse sola de sus propios comentarios. Al lado de su hija, sentada con la rigidez que la caracterizaba, estaba su cuñada, con la cara de quien no va a dejar pasar ni una. Llevándose a la boca la cena como si estuviera envenenada. “Una lástima de cena”. Suspiró y deseó que no fuese demasiado catastrófico el desenlace.

viernes, 18 de marzo de 2011

Relato, 4-LA CENA

“Tu hermana es una arpía”. “¿Y qué quieres que haga?” “Pues no vayas”. “Mujer, he de ir, quédate tú si no te apetece, pero mamá… “ “Sí, claro, la excusa ideal. Sabes perfectamente lo que quiere; más dinero, y yo no estoy dispuesta”. Alberto hastiado, cansado de la eterna conversación, intentó ponerse en su sitio, uno que había perdido antes de ocuparlo. “Pues no vengas”. “Sí, eso, y así te podrá ningunear y sacarte más dinero para cuidarla. De eso nada, voy contigo”. Y le dio el día, el viaje en coche y no cambió de actitud hasta que le abrieron la puerta en casa de la hermana. Saludó a la cuñada con una gran sonrisa y empezó a alabar las mejoras de la decoración con una ironía hiriente que era imposible que pasara desapercibida. Temía la vuelta a casa. Él se acercó a su cuñado, y dándole la mano, se fueron al jardín a no decirse nada, después de darle dos besos a la huraña de su sobrina que decepcionada comprobó que no era el primo quien había llamado al timbre.

jueves, 17 de marzo de 2011

Relato. 3- LA CENA

No era Alejandro, sino la tía Marisa con su marido, Alberto. Era la pequeña, aunque a estas alturas, con los cincuenta bien cumplidos, quedaba ridículo que lo estuviese recordando continuamente, no tuvo hijos, “Por egoísta, y ahora mira, más sola que la una” decía siempre con un reproche y una maldición velada, que el marido nunca acabó de entender de su mujer, la anfitriona de la cena. Eran cuatro hermanos, dos chicas; Marisa y ella, Marta, y dos chicos; Alejandro, el mayor y Andrés el segundón, como despectivamente le llamaba también su mujer; “Ése nunca hará nada, ya verás” y de nuevo le sumía en la atmósfera amarga con la que rodeaba a la familia, “Son todos unos don nadies que se creen dioses. Siempre criticando y dándose aires, y diciendo qué se ha de hacer; ellos los perfectos, y mira, ¿quién es la que se ha quedado a mamá? ¿Quién es la que carga con todo? ¡Ellos no, claro!, ellos sólo saben criticar y escurrir el bulto. ¡Pues se acabó! Ya estoy harta”. “Vale, cariño, tranquila, no te sulfures. Haz lo que tengas que hacer”. y se marchaba con el periódico al jardín, esperando que se le pasara el enfado, sabiendo que hasta la siguiente factura aguantaría sin despotricar. Por eso le extrañó tanto que así, en frío, le dijera, camuflado en consulta, que iba a dar una cena para los hermanos. “¿Cómo lo ves, cielo?” Y él que sabía cómo tenía que verlo, le dijo que “adelante, cariño, seguro que es una buena idea”. Y sin más, viéndola contenta tras la inútil aprobación, se olvidó. Hasta hoy; el día de la cena.

miércoles, 16 de marzo de 2011

Relato, 2- LA CENA

“Ve a ver cómo está la abuela, anda”. Y sin molestarse, para nada, en articular algo inteligible, salió del comedor escaleras arriba para tumbarse en la cama, por supuesto, sin cumplir el encargo. “¡Qué fastidio!” Y cogió el teléfono para amargarse con los detalles de la cita a la que no podía asistir, cosa en la que le ayudaba con sumo placer la amiga a quien llamaba; “Qué pena que no vengas hoy, precisamente, que vienen todos”. Con esa frase daba un interés a la reunión que, de ningún modo, tenía: sería una tarde más, donde la gente se aburriría como siempre, pero la ausencia de la joven daría brillo y al menos durante un rato, habría tema para comentar. Sara, estuvo haciéndose mala sangre al teléfono hasta que el primer timbrazo indicó que al menos alguien, había aceptado la invitación de mamá. Se sobresaltó, colgó y abrió el armario para buscar qué traje ponerse; una cosa era ser una víctima de las circunstancias y otra bien distinta no estar presentable. Además, a lo mejor venía Alejandro. Incluso puede que fuese él quien había llamado. Se metió en el cuarto de baño y empezó a arreglarse a toda prisa.

martes, 15 de marzo de 2011

Relato en partes; 1- LA CENA


“¿Está todo preparado?” La pregunta hecha cientos de veces esa tarde recorrió la casa y obtuvo tres respuestas afirmativas cansadas de repetirse y al unísono. “Sí, señora”; “Sí, mamá”; “Sí, cariño”. A pesar de oírlas, no las escuchó, y la mujer siguió con la actividad inútil de quién no sabe qué hacer y quiere hacerlo todo. “¿Qué hora es ya?” “Las siete” “Dios mío, qué tarde, ¿cómo es que aún no ha venido nadie?” No hubo respuesta; estaban cansados y todavía no había ni empezado la cena. Una cena incómoda tanto para los que estaban en casa como para los que no habían llegado. “No es una buena idea, cielo, piénsalo bien. No va a funcionar”. Pero el sentido común del marido no tenía ascendente sobre su esposa, que cuando se empeñaba en algo, no había más que hacer. “Tenemos que reunirnos, es imprescindible. Nadie quiere responsabilizarse y yo estoy harta que me den largas. Sabes que es necesario: todo ha de quedar claro antes de que mamá… “ y en ese punto, invariablemente se paraba. No le gustaba ni le parecía delicado acabar lo obvio. Había aprendido a vivir sin enfrentarse a lo desagradable, si podía evitarlo. “Sigo creyendo que no es una buena idea.” Dijo Santiago, más por costumbre que por reivindicar su postura ya que pocas veces, más allá de la mera cortesía en preguntarle, se le escuchaba la respuesta. “Por Dios, qué tarde”. Y corriendo de un lado al otro del comedor intentaba que el tiempo hiciera lo mismo. La hija, cansada y de mal humor porque esa noche la obligaban a estar en casa, habiendo tenido que anular una cita con sus amigos, decidió hacer patente su disconformidad por todos los medios posibles; no contestando, hasta que el peligro de una bofetada era inminente, no ayudando en nada a fuerza de ser incompetente en cualquier encargo, estar sin arreglar, y ahora, a punto de que empezasen a llegar, irse a su cuarto. No quería estar allí. Se sentía víctima y arrastraba su desdén en un silencio que ella pensaba digno y contestando con unos monosílabos más parecidos a gruñidos que a respuestas.

domingo, 13 de marzo de 2011

Hasta la próxima

Cuántas veces se ha de remover todo desde los cimientos para seguir adelante.
Los movimientos vitales son iguales que los geográficos, a veces bruscos y devastadores como los terremotos y tsunamis; otras más lentos, apenas perceptibles; los más frecuentes, los cambios más cotidianos, son iguales a los efectos que causan las lluvias, la nieve, la niebla..., erosiones controladas.
Nuestras circunstancias cambian, los demás, a los que estamos interconectados, queramos o no, también, y hay tramos en los que todo está agitado, en los que lo construido se derrumba y donde tenemos que empezar de cero... de nuevo.
Y se ha de hacer. Y duele. Y hay que hacerlo igualmente.
Nuevos cimientos, paciencia, reajustes y nuevas metas.
Y hasta la próxima.

viernes, 11 de marzo de 2011

Tres etapas

Todo tiene una ilusión, que coincide con el principio.
Luego está el acostumbrarse, el lidiar con la nueva situación, que nos da sabores y sinsabores, que nos arrastra a lo largo de la realidad, de una que antes era solo ilusión. Esta etapa nos asienta y coincide, más o menos, con el desarrollo real.
Y más tarde, invariablemente, durante un periodo de tiempo siempre distinto, comienza el tedio, las fricciones, la realidad ya gastada, monótona que nos lleva hacia otras ilusiones porque lo que nos llenó de ilusión y lo que llevamos adelante, sorteando y equilibrando esperanza con la realidad, ya no sirve; ya no nos llena. Por supuesto coincide con el final y con el principio de otra etapa.
Así es todo, trabajos, proyectos, relaciones humanas, ideas... todo.
Las vivimos desde la ilusión, nos las trae la realidad, las compaginamos con ella, para que luego, sin piedad, venga a quitárnoslas; el desgaste de la rutina siempre puede a los sueños... Lo importante es renovarlos.

miércoles, 9 de marzo de 2011

Mariposas

¿Cómo se te ocurre todo lo que se te ocurre cuando escribes?
Es una pregunta que me hacen bastante, y es que si me paro a pensarlo, es cierto, hay muchas cosas que se nos vienen a la mente, a todos, no solo a los escritores. Lo único que hacemos nosotros es ser conscientes de que sí tenemos ideas, y vamos como locos anotándolas en papelitos que llevamos con nosotros a todos sitios, pequeñas libretas que recogen las ideas y las clavan al papel, como si fueran mariposas que si no saldrán volando.
Y es verdad, la idea brillante que crees que no se te olvidará, en un parpadeo se esfuma, se va... no la vuelves a recuperar, ni por muy buena que fuera. Así que las agarramos al vuelo y las cerramos entre las hojas, para que queden quietas y luego nos sirvan.
Si nos paramos a escucharnos, si hacemos caso a lo que la mente va diciéndose, si la usamos como una radio y la tenemos en una frecuencia adecuada, no dejaremos de ver mariposas volando, cada una con su propia historia. Cogerlas es lo difícil.

martes, 8 de marzo de 2011

Diferencias

Observamos con disimulo, sin que nos vean mirarles, a aquellos que se salen la media, a los que no encajan en la homogeneidad, ya sea por su piel, defectos físicos, psíquicos, tamaño, popularidad... lo que sea que los distinga.
Los que destacan, digamos por algo positivo, se les admira, y hasta se intenta un acercamiento. Pero los que se distiguen por lo opuesto, no tienen el mismo trato.
Como poco, nos alejamos, inconscientemente o no.
No sabemos cómo comportarnos con ninguno de ellos con naturalidad.
Nadie sabe qué cara poner, dónde mirar, cómo moverse cuando un borracho se pone a gritar desaforadamente en la calle, o en el metro cuando gente original arrastra su patetismo por los vagones, o cuando un deficiente mental nos dice algo..., no estamos preparados para actuar, es como si no quisiéramos implicarnos demasiado en un mundo turbio, oscuro, muy alejado de esa norma, que se supone, es la adecuada.

lunes, 7 de marzo de 2011

Relato: La curiosidad

Hacía sol así que se acercó a una esquina donde un árbol impedía que el calor agobiase demasiado. Se había enfadado con Tomás y Adrián, no sabría decir por qué, algo de un lápiz de colores roto, en realidad lo único que perduraba era la sensación de enfado, no el recuerdo de la disputa, así que ahora, en el recreo, enfurruñado, se aisló del resto con lo que él creía dignidad ofendida y no pasaba de ceño fruncido.
Se aburría mucho, miraba a sus compañeros con una envidia que no se reconocía ni admitía sentir; “Bah, qué tontos, no saben cómo hacer nada”. Y se entretenía con un palito horadando la tierra. Los niños reían y él dejó de mirarles; un escozor extraño le recorría por dentro, un orgullo dañino le clavaba a esa esquina tediosa, agarrado a un palito en el que centró toda su atención.”Qué sabrán ellos de nada”, y una vez más se concentró en la tierra y el palo; entonces lo vio: un gusanito bola. Encantado se dedicó a golpearle ligeramente cada vez que el animal se estiraba creyéndose a salvo. Alegre por el descubrimiento, ya sí le dio igual que su propia cabezonería le hubiese apartado del momento más divertido de la mañana. Si no lo convirtió en bolita veinte veces en cinco minutos, no lo hizo ninguna, hasta que un poco cansado del tema, se le ocurrió la idea de cómo lo haría el insecto para cambiar de forma. Lo cogió con los dedos y en la palma de la mano lo inspeccionó con ojo de cirujano e indagación de científico. La curiosidad innata del hombre ante la naturaleza reflejada en la carita de un niño arisco al que no se le ocurrió otra cosa que partir al gusanito en dos para ver si así descubría el milagro de la metamorfosis.
Las dos mitades se agitaron unos segundos y cuando comprobó, no sin fastidio, que de ahí no sacaría nada, arrojó lejos de sí los restos del bichito y olvidando su enfado, fue a reunirse con sus compañeros que tampoco recordaban por qué el niño se había alejado a esa esquina sombría en vez de jugar a pelota con ellos como cada mañana.

sábado, 5 de marzo de 2011

Insolidaridad

Cierto que hay crisis, que los que nos gobiernan, o simplemente, están ahí en las fotos, dejan bastante que desear; se insultan unos a otros, tiran balones fuera, no proponen ideas constructivas sino que descalifican las del contrario, no saben hablar, no tienen una inteligencia despierta y rápida... cierto que la individualidad, el materialismo, el hedonismo que nos rodea, el sálvese quien pueda, impera, cierto también que a veces, con mirar por lo de uno, ya se tiene bastante, pero cierto que así es un gran caldo de cultivo para que se den más injusticias; está la puerta abierta a que exista más corrupción, más manejos turbios, más acciones soterradas, más basura debajo de la alfombra.
Se arremete contra colectivos, cada día uno, se aferran a cargos públicos personas que no deberían, se escudan en la crisis para sus propios beneficios... y lo vemos normal, estamos insonorizados y no sabemos cómo agrupar fuerzas para evitar lo que, encima, creo que no vemos tan grave.
En eso tiene razón un buen amigo.

viernes, 4 de marzo de 2011

Iniciaciones

Las iniciaciones son un rito necesario para que se te admita en cualquier sociedad, entidad, grupo... parece que se quiera dominar, desde la experiencia de haber pasado por lo mismo, a los neófitos.
Es un trámite ancestral, no hay ninguna cultura o sociedad que no tenga iniciaciones; una puerta a franquear si se quiere ser miembro pleno del grupo.
Las hay cruentas, terribles, cómicas, socialmente bien vistas o por el contrario, prohibidas. Desde dejar a un niño solo en el bosque ante la pieza que habrá de cazar con las armas que le han dado, en culturas más primitivas, para que deje de ser niño y pueda considerarse hombre, pasando por las novatadas, algunas peligrosas y humillantes, de los soldados o universitarios, hasta los bautizos, comuniones o circuncisiones.
Y no solo las hay socialmente establecidas, en cierto manera, se dan también espontáneamente, como en un grupo de amigos que quieren ver si se admite o no a otro, donde se le pauta algún tipo de iniciación; ya sea que invite a un café, o a una cena, o sea más gracioso que tal o vaya más arreglada que cual.
Estamos continuamente iniciándonos en algo e iniciando a alguien, y lo más curioso (o peligroso), ni nos damos cuenta.

miércoles, 2 de marzo de 2011

Juegos y juegos

Los niños juegan a ser adultos.
En sus juegos simbólicos tratan siempre de imitar los roles que ven en la gente grande y los adecuan a su mundo infantil para empezar a conocerlos; imitarán las acciones de sus padres y las gentes más cotidianas para ellos.
Lo que se suele ver es a niños jugando a profesores y alumnos, a enfermos y médicos, a amas de casa, oficinistas..., repiten los diálogos que asimilan, y si se está atento, se ve el reflejo, desde su comprensión, del mundo que se habita como adulto. Es una experiencia perturbadora y tierna a la vez: ves por sus ojos lo que tiene de absurdo y solemne tu propia vida.
Lo más terrible es ver a niños jugando a fusilamientos, a guerras, a masacres, y la última imagen que he visto; a inmolarse por la causa, despidiéndose de los amigos y aniquilando, con su sacrificio, a los infieles.
Ese mundo que muestran, tan real como colegios y hospitales para ellos, es un mundo al que no deberían aprender a vivir, a perpetuar, a normalizar.

martes, 1 de marzo de 2011

Supersticiones

Hay supersticiones culturales muy hermosas, en realidad, las supersticiones siempre tienen algo en ellas, en sus ancestros, muy interesante y vital. Todas.
Hoy me voy a referir a dos; a la de los indios americanos que se negaban a que se les tomasen fotografías porque estaban convencidos de que junto con la imagen, se les robaba el alma, y la inglesa que cree que si miras en las profundidades del ojo de un muerto reciente, verás la última imagen que él vio.
Ambas son poéticamente aterradoras; que te roben el alma junto con tu rostro no es nada grato. Debió ser traumático para ellos, cuando el mundo llamado civilizado se estaba casi acostumbrando a los daguerrotipos y fotografías, ver cómo un tipo, se metía por debajo de unas faldas negras que tapaban una caja grade con un fuelle, había un resplandor a la orden de "quietos" y luego, tras estar un tiempo en una tienda oscura, salía con la imagen perfecta de uno. Esa mirada que les miraba, la suya, solo podía ser posible si también les habían arrancado el alma.
Como los ojos, que son el espejo del alma, pero estos sí mueren, junto con su cámara, esa que graba lo que ve. Más de un asesino quiso captar la mirada del ojo viendo la Muerte, por eso mataba, y más aún, en el caso de Jack el Destripador, estando la policía de 1888 desesperada por no encontrarlo, intentó buscarlo en la imagen última de los ojos de las víctimas; le buscaron en sus pupilas inertes... pero no vieron nada. El alma en esos casos, sí había sido robada.