lunes, 30 de marzo de 2015

Cajas

No hay nadie que no tenga una caja de latón guardada, llena de recuerdos, ilusiones, anhelos y suspiros; en ella está esa parte íntima que sacamos de su escondrijo, casi a escondidas, como si conspiráramos contra la vida, cuando no nos ve nadie, cuando hartos del barullo de afuera, buscamos reencontrarnos con esos sueños nuestros envueltos en un papel de seda crujiente para compararlos con los de ahora, y comprobar que no se van tanto, que en realidad, siempre hemos deseado lo mismo, siendo nosotros iguales de niños, de jóvenes, de adultos, como lo seremos de ancianos. Los ojos que nos miran en el espejo al buscarnos siempre nos observan con la inocencia de quien no sabe muy bien qué hace detrás del azogue.
El jaleo diario, la inercia, los logros sociales y personales no son nada comparados con esa cajita de latón, la que se guarda en lo más hondo del armario, entre jabones, toallas y ropa blanca o en el altillo, bien resguardada de posibles curiosos. Nuestra esencia representada en recortes, juguetes, apuntes, diversos objetos sin sentido para nadie que no seamos nosotros, sin magia para quien no los sabe ver con la mirada del recuerdo; se confundirían con su forma, dejando de ver su fondo.
Todos somos especiales en algo, tenemos el don de aquello que mejor hacemos, a donde regresamos tras un día cansado, buscando las actividades que más nos gratifican, las nuestras; ese libro empezado, quizá esa receta, la quiniela, repasar la ropa, bordar, crucigramas guardados de revistas encontradas, la guitarra que nos envuelve, un bordado que adornará el cojín, ese partido, aquella serie..., tantas cosas como gente hay, todas igual de válidas porque cumplen su misión: la de aguardarnos en casa, junto al rincón secreto de la caja, para dar sentido al día a día, hacerlo más nuestro.
Son en esos momentos únicos y privados, repasando con los dedos los objetos invisibles de esa cajita de latón, lo que nos da la sensación de que estar vivos vale la pena.

viernes, 27 de marzo de 2015

Telas

Cuando chica me entusiasmaban los nombre de los tejidos y el mundo que los rodea: seda cruda, chantilly, franela, organza, blanco roto, puntilla, cenefa, griega, organdí... me parecían más nombres de postres que telas. En vez de ver vestidos imaginaba pasteles, nata, chocolates. Me era imposible creer que esos nombres definieran otra cosa.
Tuve la suerte de poder pasearme de niña entre rollos de telas, botones dorados guardados en esas cajitas marrones que se abrían sin abrirse del todo para evitar que se cayeran, y señalados con una muestra del botón que contenían; me encantaban. Y ver cómo el sastre pintaba con grisú sobre las telas, mientras miraba sus notas, incomprensibles, de las mediciones que hacía antes a sus clientes con un metro que llevaba colocado al cuello para medirlo mientras le obligaba a moverse como él quería, "A ver, suba los brazos, mueva la cadera", mientras anotaba o dictaba cifras y nombres divertidos en la libreta que luego miraría para trazar ese cuerpo sobre la tela elegida; 23 de sisa, 70 de cintura.
También recuerdo el aparato que servía para afilar el grisú; una jaulita con láminas en la parte de arriba que permitía moldearlo y dejaba que el polvo fino fino cayese dentro. Cuando no me veían abría la caja y metía el dedo para probarlo; me gustaba ese sabor que me recordaba las telas de nombres de postres.
Y los hilos y las agujas y los alfileres y los mostradores de maderas nobles y olorosas y la gente cosiendo y hablando sin perder puntada.
Esos recuerdos siguen vivos y el no ser capaz de ver tejidos ante nombres como nylon o muselina.

miércoles, 25 de marzo de 2015

Barrotes

Los años pasan, se escurren; lo vivido nunca es lo que se deseó; se mira atrás con cierto recelo, añorando lo que se hubiese realizado mientras se barajan esos "si hubiera..", atascados en esa certeza de equivocación, aliviada al intuir que no todo se hizo mal.
El tiempo tiene eso, que no regresa, que amordaza cualquier nuevo intento de vivir lo mismo. Nos deja el recuerdo de lo que creemos que se hizo, porque ni siquiera es lo que fue.
El tiempo, esa cárcel que nos atrapa desde que aprehendemos que nos gobierna, y del que hay que procurar un modo de escapar: solo encontré la imaginación.

lunes, 23 de marzo de 2015

Silencio y ruido

El silencio es un estado difícil de conseguir, en la ciudad casi imposible, ni en las horas más entradas de la noche, donde los camiones de riego van avanzando despaciosamente mojando el asfalto, limpiando las calles del día, del ajetreo. O pasos que resuenan con fuerza por el eco de la luna. O algún que otro grito alcoholizado.
En la propia casa, el silencio está roto por miles de ruidos, crujidos, vecinos que se acuestan tarde, el disparador de la luz del rellano, el goteo de un grifo.
El campo, por mucho que se piense lo contrario, es aún más ruidoso; todos esos animales nocturnos que reviven con la negrura bajo el fresco sin sol, son de lo más escandalosos e inquietantes; ese ulular, gruñido, croar o rascar. Esos pasos suaves, nerviosos, de algo que no ves pero sientes recorrer al lado.
Y el viento, el viento que suena a través de los árboles de día y noche, que cuando encuentra oquedades canta, como cuando se mete juguetón entre botellas o agujeros entre piedras, dependiendo de la zona.
Y lo que más escándalo hace: el propio silencio; que zumba con ese sonido suyo, cuando nada viene a molestarlo y él mismo se anula.

viernes, 20 de marzo de 2015

Islotes

La soledad no es estar solo, uno la encuentra en compañía también, a veces más que sin ella.
Las personas somos islas flotantes que nos vamos acercando unas a otras para crear continentes ficticios, pues al ser bloques individuales, los vamos moviendo con respecto al viento, al estado de ánimo, a la vegetación, a las tendencias, las brisas: cambiamos la topografía al gusto.
Hay pobres islas que creen en la unidad perdurable, en la geografía estática, en las palabras y movimientos de las otras rocas flotantes, hasta que se giran y comprueban que no, que donde había una palmera ahora está el mar, o esa montaña que parecía tan inamovible, es ahora arena lisa.
Y no es malo. Ni es bueno. Es.
Lo terrible es creer en lo inmutable y no cambiar ni dejar cambiar.

lunes, 16 de marzo de 2015

Convivir

Convivimos, desde siempre, con seres imaginarios, el Hombre no sabe, o no quiere, vivir sólo.
Cualquier civilización, por antigua o modesta que haya sido, ha creado dioses, mitos, leyendas, gentes extraordinarias que se mezclan con nosotros, pobres mortales.No sólo los niños -o escritores y visionarios- ven natural hablar de hadas, trasgos, enanos, ogros, fantasmas, no, cada uno de nosotros nombra diariamente a más de un ser fantástico. Cualquier devota, de cualquier religión, te pone al día en santos y santas, cuyas vidas son híbridos entre realidad y ficción cuando quieras; de fantasmas y fenómenos paranormales o elucubraciones místicas, las puedes encontrar hilados entre cualquier conversación de a pie, sin ir más lejos.Es cierto, no hay nadie libre de referentes imaginarios, los más cultos o escépticos, irán a buscar sus metáforas en personajes literarios inmortales, pero no por ello, más reales.Necesitamos ese mundo invisible que nos refleje, nos muestre caminos, enseñanzas y miedos. 
¿Qué seríamos sin ellos? Quizá simples criaturas sin norte ni imaginación, quizá aún no seríamos ni Humanos.

viernes, 13 de marzo de 2015

Poema; Tiempo


Las horas, siempre pocas,
se van reduciendo a segundos,
implacables.
Mientras tanto vamos errando,
dejando atrás briznas de vida,
sin posibilidad de retorno.

Buscamos un resquicio
por el que salir,
Intentamos ser por entre
la desesperación
de no tener asidero.
El tiempo crea espacios, distancias,
confunde sentimientos, pasiones,
cura heridas, crea nuevas.

Nos atrapa con lloros; los primeros.
Ata con lágrimas; las vertidas tras cada paso.
Liberándonos, siempre pronto,
con llantos; los últimos,
los derramados por otros,
ahora ya, ajenos,
otrora tan cercanos.


miércoles, 11 de marzo de 2015

Escribir

Nunca empleo mejor el tiempo que cuando escribo, cuando dejo impreso ideas que ni sé que tenía, libero sensaciones y emociones que vienen a susurrarme cómo me siento, en qué mundo vivo, qué pasa a mi alrededor.
Es un esfuerzo enorme enfrentarse a la vida, pero sin las palabras, sin las que surgen de los dedos sin saber que estaban ahí, escondidas, esperando su momento, sería todavía más horrible andar entre los segundos diarios y entre los días finitos que se nos presentan cada mañana.
Sin dejar constancia de lo que somos, de lo que soy, de lo que aprendo y veo, investigo y curioseo, de la gran necesidad de saber, de comprender, creo que no valdría la pena ni levantarse de la cama.
Las probablidades infinitas de los días se multiplican cuando el mundo de las palabras nos amplia ese margen estrecho de la única vida vivible; con ellas, cualquier mundo es posible, cualquier idea se convierte en un universo que nos incita a investigarle y cualquier segundo, se estira hasta el infinito. El tiempo se intensifica, se hace más nuestro.
Vivir sin ser consciente de que se vive, más allá de lo vivido, es vivir menos.

lunes, 9 de marzo de 2015

Quimeras

Lo que vemos no es nunca lo que es. No solo por la barrera de nuestros sentidos sino por nuestra propia limitación al entender, ver, oír, sentir y deducir.
Somos lo que creemos ser, y no suele coincidir con lo que somos; si nos conociéramos, si pudiéramos encontrarnos fuera de nosotros, igual no querríamos ser ni amigos; creo que nos decepcionaríamos profundamente, porque no coincidiríamos en nada.
Hacer el esfuerzo de comprender que no entendemos, que no sabemos, que la vida no es solo sueño sino espejismo, nos liberaría de la carga de creernos algo más de lo que somos; nadie aun siendo todo.

viernes, 6 de marzo de 2015

Mover

Hay muchas formas de crear y muchos modos de hacerlo.
Está el que acaba rápidamente lo que sea que crea que está creando, porque lo que le interesa es el reconocimiento inmediato de ese público aquiescente, no se expone por supuesto, a otro tipo de crítica, va a lo seguro; gente que le alabará esa obra acelerada que no durará en absoluto ni antes de que se realice la siguiente.
Están los que no acaban nunca lo que se llevan entre manos por estar pendientes de lo que será pero, que de hecho, no es: demasiadas expectativas y sobrevaloración de lo que se quiere hacer, se desaniman al comprobar que ni de lejos, es esa gran obra, así que no la terminan jamás, empezando otra que seguirá los mismos pasos; ninguno. 
Y los que valoran lo que hacen y lo ejecutan en silencio, en sus talleres, mesas, lienzos, calladamente, sin aspavientos, sin prisas, sin buscar los aplausos, con el rigor de su propia crítica. Ellos crean y de este grupo es de donde, cuando las circunstancias se dan, surgen los que moverán el mundo.
Nunca de los que piensan que son ellos quienes lo mueven.

miércoles, 4 de marzo de 2015

Ápeiron

El ápeiron, de donde viene todo antes de que haya nada, lo que no es, pero contiene todo. La nada llena del todo.
La búsqueda del principio, el entender de dónde viene lo que vemos, ha sido, desde siempre, una de las grandes preguntas de la Humanidad.
Supongo que porque así estaremos más cerca de saber adonde vamos. O simplemente, por qué estamos.
Las mil vueltas que ha dado la inteligencia humana para trascender esas simples cuestiones ha creado, no solo la filosofía, la física, matemáticas etc y la religión sino el arte, en todas sus disciplinas, porque al no poder contestarla de ninguna de las maneras, ni con la ciencia, ni con los dioses, ni con la mente, la hemos proyectado en las leyendas, la música, la pintura...
Así que si algún día encontrásemos las respuestas, puede que ya no tengamos más qué hacer
.

lunes, 2 de marzo de 2015

Facturas

Hola; Hola; ¿Qué haces, preciosa? La niña estaba sentadita ante un pupitre de plástico en su casa, tenía muchos folios delante y otros tantos en un montón, los iba garabateando, y me explicaba qué eran; esto es una nube, esta mi casa, mira, ¿ves?, es mamá. Y así iba nombrando cada uno de los dibujos. Qué bonitos, iba halagando, y ella sonreía. Hasta ahí, normal. Lo que no lo era tanto, es que detrás de ella había una cunita con un hermanito recién nacido al que trataba como si no existiera; un ser invisible.
Quería saber hasta qué punto, la niña, negaba esa realidad y procuraba llevar la atención y la conversación hasta él, pero no había manera, se escurría con una habilidad pasmosa; negaba, no sólo su presencia sino su propia existencia. Incluso cuando el bebé lloró un poquito, aproveché su llanto para indicarle si creía que el hermanito querría algo. La pequeña ni se inmutó, no es que preguntara, qué bebé, o contestara que no había escuchado nada, es que trató la cuestión como si no la hubiera dicho. No había niño rival por ahí, sólo dibujos y llamar mi atención, sobre todo, si miraba en la dirección de la cuna, ahí hasta me estiraba de la ropa para que admirara sus obras. Por lo tanto sabía. Por lo tanto era consciente. Por lo tanto, a la tierna edad de tres años el ser humano ya está capacitado para intentar cambiar la realidad a su gusto, para no querer enfrentarla.
Cuántos facturas pendientes tenemos los humanos.