viernes, 28 de febrero de 2014

Relato; 2 Parte: LIbros


Esta segunda vez, estaba a punto de irme cuando oí a uno de ellos caer al suelo, supongo que por la rapidez que tuvo un lector en sacar a su compañero. Estaba tumbado bajo el estante que acababa de visitar, me agaché a cogerlo. Era un libro muy destartalado, el pobre. No conocía a su autor, pero fiel a mi juego me di por elegida, llevándomelo a casa.
 Salí de la biblioteca con un mundo nuevo en el bolso y la ilusión de descubrirlo, tan pronto como me dejase la rutina de la vida diaria --que de vida, tiene poco--, y pudiese, libre ya del arrastre de obligaciones engorrosas y con todos los sentidos puestos, buscar entre las letras lo que hubiese podido ser mi vida, si mis circunstancias hubiesen cómo el autor imaginara.
Estaba empezando a vivirlo, cuando mis ojos chocaron, bruscamente, con el libro, no con la historia que él me contaba, sino con él. El culpable de tan brusco trasvase de lo contado a cómo contarlo, fue un subrayado a lápiz de toda una frase, rematado por un círculo, que acotaba sin piedad, a una de sus palabras: “… era un hombre gris, pobre, triste y amargado, parecía un maestro jubilado…”
Desde el círculo que encerraba a la palabra “maestro” y a su adjetivo, salía una flecha que te llevaba hasta el pie de página donde, escrito con furia y de un solo trazo, el espontáneo había anotado su comentario: “mierda para el autor”.
Era tan brutal que uno intentaba no mirarlo. Pero cómo no hacerlo. Intenté imaginar quién pudo masacrar así un libro. Es verdad, que poco respeto se les tiene y que en más de uno se ven apuntes, resúmenes, subrayados, incluso comentarios, pero semejante opinión, tan tajante, iba más allá de lo que mis ojos habían leído nunca en libro ajeno.
No pude evitar pensar que alguien que demostraba tanta furia, sólo podía ser uno que se hubiese identificado, y aludido con la descripción: un profesor jubilado, y si esa era su profesión, el delito era doble, o la ofensa muy real.

miércoles, 26 de febrero de 2014

Relato; 1 Parte: Libros

La primera vez que ocurrió fue a causa de una doble doblez en varias páginas de un libro de la biblioteca.
La curiosa cicatriz me sorprendió; aunque eso no es indicativo de nada, mucha gente al dejar de leer, tortura la hoja doblándola, convirtiéndola en señal a la espera de salirse de su realidad para poder abandonarse en la que el libro les hará vivir.
Lo curioso en este caso era, que cada una de las hojas-señal del libro estaba doblada dos veces; eran dos triángulos, uno dentro del otro, en las esquinas superiores de las páginas. Eso me llamó la atención; no veía razón alguna en ese doblar doble, innecesario totalmente, era una manera de marcar original y costosa y me quedé imaginando quién podría haber hecho eso: quizás una persona concienzuda, podría ser que hasta la obsesión, con mucho dominio de sí misma y desde luego, con poco respeto hacia los demás.
 Al rato, ya no le di mayor importancia al asunto: con unos cuantos capítulos, el libro me atrapó lo suficiente, como para olvidarme del lector anterior: cuando leo mis ojos no ven letras, sino vidas. Las hojas dejan de ser de papel para convertirse en ciudades, caminos, personas. Mi vida pasa a ser la de otros y la que me cuentan se funde en la mía.


La segunda vez que me ocurrió algo parecido, fue un poco más elaborado y sucedió con uno de los libros de la biblioteca de mi barrio. Yo estaba dando vueltas por los estantes en busca de uno de ellos.
Cuando era niña, pensaba que eran los libros los que te elegían. Eran como potentes imanes que te hacían parar justo enfrente. El que te elegía se destacaba de entre los demás; su lomo era más brillante, su título te interesaba, encendía tu imaginación, ansiabas leer su contenido, no tenías paciencia para llegar a casa, abrirlo y dejarte devorar por sus hojas, que no notarías pasar, mientras los otros, que no te habían elegido, se apartaban sutilmente hacia atarás, en sus estantes, opacos, disimulando su presencia, esperando el turno de caer en mis manos algún otro día, cuando estuviese preparada.
Ellos son sabios, se anticipan a ti. Saben lo que llevan escrito antes que el lector. Era esa lógica la que me daba la sensación de mera muñeca, y siempre, invariablemente, me lo confirmaba aquello que estuviese leyendo, pues era exactamente lo que me estaba pasando en mi vida.
Leer y vivir se complementan, ayudan a entender lo leído mediante lo vivido. Te sumerges, más lúcido, en las diferentes realidades.
Ahora sé que se escribe con la vida y que gracias a vivir se tiene algo digno que poner en papel. Pero mi pequeño ritual de dar vueltas alrededor de sus estanterías, para que los libros me vean y me elijan, sigue siendo el que realizo al ir a coger uno nuevo.

lunes, 24 de febrero de 2014

Búsqueda

Los vivos necesitamos de los muertos para encontrar un sentido a la muerte. Los cuidamos y mimamos, les compramos nichos, ataúdes, panteones cómodos y lujosos. Les llevamos flores, los invocamos desde tableros, rezos, fotos que presiden salones o llenan cajones, entre pétalos secos. Los llevamos en el recuerdo, entre las palabras cuando añoran, en los momentos cuando algo vivo nos los trae.
Es como si no quisiéramos admitir su marcha, su huida casi a traición de una vida que nos impone un final. Los vestimos de fantasmas y apariciones, letras, colores y notas. No les dejamos ir, nos negamos a quedarnos solos, esperamos de ellos que nos digan, al menos, qué nos espera, qué tienen ellos que no tenemos nosotros, los vivos.
Les demandamos una respuesta. Y no nos la dan.

viernes, 21 de febrero de 2014

Cuando una puerta...

"Cuando una puerta se cierra, cientos de abren".
Mira que he escuchado esa frase veces, y mira que cada vez que me topo con ella me desazona. Porque siendo verdad, no lo es. 
No es cierto que se abran: las tienes que abrir tú. 
Niego que sea algo azaroso, o un regalo del destino, no es eso para nada; se abren por la voluntad del que quedó fuera, por decidir que quiere entrar de nuevo, aunque sea por otro lada, en otro lugar, desde otro espacio.
Es la constancia de la búsqueda, el saber llevar el desánimo, la frustración, el nuevo estado de cosas las que abren puertas. 
No se desbloquean ante ti por que sí.
Lo que no haces, no se hace; así de fácil.

miércoles, 19 de febrero de 2014

El ruiseñor

Llevo varias noches escuchando el canto de un pájaro. 
Me extrañó porque antes no lo había oído, incluso pensé que no era un ave, sino algo más artificial, pero noches tras noche compruebo que sobre las dos de la mañana, algo canta. Y es hermosísimo; todo en calma, cielo negro, ciudad dormida y esa música que se lanza contra el silencio. Es realmente bello: la voz de la naturaleza en la misma ciudad, alejándola de sí misma, de sus sonidos estridentes y sucios, devolviendo, con ese trino maravilloso, lo que fue. Lo que será.
Ahora ya le busco antes de cerrar los ojos; no sé si aceptaré que ese pájaro, al que creo debe ser un ruiseñor, deje de saludarnos, de traernos en la negrura su luz.

lunes, 17 de febrero de 2014

Contradicciones

Los problemas, verlos, saber qué hacer, solucionarlos en suma, es de lo más fácil que hay: quién no entiende que un borracho terminaría con su problema simplemente dejando de beber. Es obvio.
Pero ahí está lo duro; en dejar de beber, en dejar de ver a esa persona, o en no comer tanto, en hacer más ejercicio, o en cambiar de empleo, casa, pareja, hábito, ciudad..., lo que es tan sencillo de ver y comprender, es lo más complicado de hacer.
Ni el borracho deja de beber simplemente, ni se cambian hábitos ni se dejan personas. Sabiéndolo, se sigue jugando, bebiendo, robando, impostando, sufriendo con él o con ella, muriéndonos poco a poco atrapados en nuestros propias trampas tan fáciles de ver, tan imposibles de abandonar.
Y así vamos viviendo, muriendo, actuando contra nosotros mismos, desajustando lo que se arreglaría con no mirar atrás, evitándolo, comportándonos de modo opuesto. Pero nos aferramos a los recuerdos, al instante de placer dudoso que nos ata, al yo erróneo. No sabemos liberarnos de nuestra propia condena; la que nos encarcela en lo más profundo de nosotros: la incapacidad de dejar atrás lo que nos impide ir hacia adelante.
Somos la contradicción del propio deseo.

viernes, 14 de febrero de 2014

Negro

Hay pensamientos, que si se les sigue, nos llevan a zonas desconocidas, a cuevas negras, abismos sin fondo. Y te atrapan, sabiendo que, una vez te han cogido, no querrás irte, a pesar de no ver la luz; consciente de que no la tiene, sigues abismado en ellos porque en su impenetrabilidad reside su engaño.
Pensar que se sabe, que se puede descifrar lo inexorable, que estamos a salvo entre las cuatro paredes precarias de la razón, es una ilusión tan ingenua que asusta.
Aún así, intentamos, nos afanamos en encontrar explicación a lo inexplicable: somos.

miércoles, 12 de febrero de 2014

Esfuerzo

Las dimesiones que no vemos son más numerosas que las que sí. 
Nuestra mente, perezosa por economía, nos tiene apresados a su conveniencia; le va bien así, economiza recursos. Es la rebeldía quien la abre, paradójicamente, somos nosotros quienes tenemos que forzarla para que vea más, aprenda más, salga de su postura cómoda; hemos de agitarla.
Y cuesta.
Pero lo hemos de hacer si queremos apreciar lo que a ella le supera, lo que le rebosa. 
Vale la pena enfrentarse a ella y lanzarse a comprender lo que hay más allá de nuestra comprensión.

lunes, 10 de febrero de 2014

No hay tirano sin esclavos

La maldad no se puede negar; está presente diariamente, aunque lo normal es verla pasar de cerca sin que nos toque, pero cuando lo hace, cuando pega de lleno, la reacción inmediata es asombrarnos de que exista. 
Pues existe.
El Mal abstracto, igual que el Bien abstracto, es más fácil de entender; son constructos etéreos, casi, con los que podemos vivir; y claro, todos elegimos el bando del Bien. Solo faltaría. Pero el mal y el bien, son las acciones diarias, los modos de movernos con nosotros mismos y los demás. Es el grado de manipulación más allá de unos fines, más allá de lo normal. Todos manipulamos, conscientes o no, saberlo es lo que nos frena; buscar el porqué, mirar los motivos propios y no hacerlo, lo da la madurez, el sentido común, el conocimiento de uno mismo. 
Pero hay personas que se esconden en un halo de pureza, se proclaman de la facción del bien, y desde ahí, sin introspección, porque para eso están situados en el bando de la verdad, van creando a su alrededor movimientos de otros a su favor, exigiendo, desde la dictadura emocional, desde el miedo, que se les dé lo que quieren, y si para eso han de moldear, incluso mutilar las intenciones naturales de los demás, lo hacen; sin problemas, jamás tendrán remordimientos porque nunca se verán como los malos; ante ellas, no lo son. Si alguien falla, no son ellas, fueron los demás que no actuaron como debieran; es decir, como mandaron.
Una vez obtenido el beneficio, suelen apartar a quienes se lo dieron, cansadas de la facilidad con que se lo ofrecen. Sueltan y siguen buscando personas, que ingenuas o deprevenidas, no sepan aún que el mal, en abstracto, es más fácil de detectar que el mal que conllevan las personas actuando desde el egoísmo y la tiranía, porque normalmente, esos tiranos, saben hacerse de querer, de admirar incluso.
Si no, por qué el día del entierro de Stalin hubieron tantos muertos al intentar acercarse a su cadáver, avalanchas humanas para dar el último adiós a quien les esclavizó.

viernes, 7 de febrero de 2014

Esa idea y no otra.

Lo difícil no es tener ideas o proyectos, sino elegirlos porque en ellos se va invertir parte de nuestro tiempo; se luchará contra viento y marea mientras la vida irá a su lado: es tener la certeza de que si escoges esa, dejas apartadas las demás. Eso siempre da vértigo.
Cuando se está en esta parte de la creación, revolviendo los pensamientos para seguir a uno único, el temor a fallar hace que nos diluyamos mucho, que paseemos entre cientos, que todos nos parezcan válidos. Hasta que nos arremangamos, firmes: hay que agarrar uno, abandonar los otros, avanzar.
Y lo hacemos.
Por lo que sea, un esbozo brilla más, nos atrae, nos engatusa; lo adoptamos, le vamos dando forma; nos dejan de importar los demás. 
Nos lanzamos al vacío para enfrentarnos de nuevo a la primera página, la primera pincelada, la primera nota. Si responde, si aguanta la prueba, lo tenemos; tenemos lo que será gran parte de nuestro camino; ya no estamos solos.

miércoles, 5 de febrero de 2014

Todo

Es gratificante intercambiar palabras, pero aún lo es más compartir el silencio. Sentirse plenamente comprendido sin necesidad de diálogo, a gusto con la ausencia de cualquier estorbo que amenace romperlo. Sólo se podría admitir un suave contacto, un leve roce, una ligera presión. Nada más.
Esos momentos blancos dicen más y son mas profundos que horas de conversaciones, planes, caminos, imágenes. Sólo cerrar los ojos y escuchar lo inaudible, lo que ni uno sabe que lleva dentro ni se dice; el ruido diario lo enmudece.
Silencio en compañía. Sin tensión. Sin tiempo.
El lujo de oír tu silencio escuchando ese otro silencio igual de mudo y vital, nos confiere la sensación de entenderlo todo sin necesidad de explicar nada, lo que no logran las palabras, eternas liantas. Pueden pasar minutos, segundos, horas o años, en la misma posición sin hablar, intercambiando sensaciones conocidas, recuperadas o nuevas: un transvase ancestral de paz, tranquilidad.
Puede que nuestros antecesores se sintieran así hace tanto, no hace nada, ante el fuego, recogidos, sin apenas modo de hacerse entender por un lenguaje incipiente pero ya hermanados en las emociones, lucha, curiosidad, afán por estar juntos; necesidad de ser unos en otros. Quizá ese silencio atávico sea el que se convoca cuando encuentras con quien compartirlo.

Y en ese silencio se dice todo.

lunes, 3 de febrero de 2014

Crear

Uno construye, otro viene y lo destruye. Y así van las cosas. A cualquier nivel. No es una queja, es una realidad. Lo que intentamos siempre, después de la destrucción es que no nos afecte demasiado, o ver por qué fue arrasado y empezar a crear de nuevo, lo roto o quizá otra cosa.
Desde la autoestima, hasta una ilusión, o un proyecto, un trabajo, un algo..., uno hace y otros deshacen. Y la primera vez que te enfrentas a eso, de niño, es cuando empiezas a entrar en el mundo del adulto. Dejas la ingenuidad, aprendes a defenderte, a entender que dejar, no es que te quiten las cosas, que a esperar de alguien algo, no es frustrarte porque no te lo den..., aprendes a que a pesar de que te destruyan, has de ser mucho más fuerte, y seguir creando.