lunes, 31 de enero de 2011

Desolación

Cristales rotos, crujir de hierros, paisajes fuera de foco. Niebla oscura que impide respirar, luces negras que apagan y ciegan.
No hay nadie, ¿quién podría haber? No hay nada, ¿qué querría ser?
Tumbados, yacentes, restos de lo que vivió, humanos que fueron, sueños que alguna vez se soñaron,
ahora desperdigados, inmóviles, imprecisos, completamente inertes, pedazos de lo que fue y ya no es.

Entre ellos, aún a pesar de ellos, a través de ellos, encima y debajo, algo se mueve, se moverá, irá y vendrá,
la desolación solo lo es si existe el contraste de la luz, la vida, la esperanza, los ojos que ven y no que miran,
rebelión sin causa, causas sin causa, casualidades y causalidades, azar espantoso en todo,
la incapacidad para ajustar y reajustar parámetros, variables, sonidos, palabras que se escapan y vuelan solas

Ante una maraña, un caos, una mezcolanza imposible de discriminar, un tinte, una pátina, un tono, un ambiente del color de las telarañas
negro transparente, gris tupido, realidades inflamables, horrores a flor de piel, desgarros sin tejido, hilos sin color.
Almas sin sus luces, sin compañía ni en filas, árboles que no lo son porque nunca lo fueron, rastrojos agostados en forma de copa, nada.
Inmersión en un paraje, el único que a veces se presenta, el que nadie quiere pisar, el repudiado, donde el mundo respira con asma,
ese lugar, existe. Y visitarlo es obligado. Y posar la planta del pie sangrante necesario. Y abrir los ojos cerrados imprescindible,
y llorar. Y angustiarse. Y suplicar. Y desbocar. Y no ver un final ni un principio ni un medio. Y no ver. Y ver que no hay nada que ver.

domingo, 30 de enero de 2011

Ser

Ser o no ser...
Estamos tan acostumbrados a esta frase y las que la siguen, que no nos damos verdadera cuenta de lo que nos quiere decir. Es algo grande. Esa duda, siempre dual, ante cualquier problema grave al que nos hemos de enfrentar, la atroz responsabilidad de elegir, la necesidad de hacerlo.
Ser o no ser..., si no somos, si no decidimos, si no actuamos, elegimos no ser. Si elegimos ser, debemos arrostrar las consecuencias de una elección que nunca estará claro haber sido la correcta. Simplemente, es la que tomamos.
En algunos casos, dan verdaderas ganas de no ser, de intentar escurrirte por los resquicios de la vida, por las grietas de la realidad y desaparecer, descansar, dormir...tal vez soñar.

sábado, 29 de enero de 2011

La ira de los justos

Se suele confundir la empatía con el aguante sin limites, la paciencia con el poder abusar, el diálogo con la debilidad, el callar, esperar y observar con aquí todo vale.
Y no es así. Para nada, la buena gente, simplemente ve más allá, entiende y no antepone sus ideas, sabe ver lo de los demás y tiene la paciencia para recorrer su camino sin pisar el de nadie más.
Qué mal se les entiende. La inteligencia tranquila, esa que sabe cruzar calles sin peligro, se menosprecia, parece que quien más grite, o rompa, o se haga notar, merece más atención. No es así.
La ira de los pacíficos, esa sí es temible. Porque cuando uno ya no aguanta, no quiere ponerse en el lugar de los demás, no está por la labor del observar tranquilo, salta, y toda esa inteligencia se pone a favor de él mismo y contra todos los que no supieron apreciarla cuando estaba tranquila y serena.

viernes, 28 de enero de 2011

Lo roto

Cuando se rompe algo, roto queda. Se puede arreglar, a veces, o reciclar, incluso restaurar, pero es un hecho innegable el que se rompió.
De niño, lo quebrado crea rechazo, un niño de dos o tres años puede dejar de comer una galleta por estar rota. No es capricho, es aversión a aquello que no está entero, en su sito, a lo mutilado. Están empezando a entenderse como un todo y cualquier fisura, les molesta, incluso, les produce temor.
De más mayores, a parte de que se disfruta rompiendo, no les gusta que sus juguetes se deterioren, también los apartan si dejan de ser perfectos.
Es al crecer cuando ves que lo roto, puede llegar a ser un don más en el objeto, no un estigma, sino una cualidad añadida que lo distingue del resto.
Pero para eso se ha de estar ya muy seguro de uno mismo, saber quién se es, que se quiere y haberse aceptado plenamente, con todas las virtudes y los defectos.
La actitud ante un objeto roto, nos refleja lo que somos, cómo sentimos nuestra propia manera de entendernos, a nosotros y a lo que nos rodea.

jueves, 27 de enero de 2011

Da igual

Vivimos la vida o ¿es la vida quien nos vive? No sabría contestar.
Si se mira hacia atrás se ven elecciones hechas por uno, si todo ha ido bien, claro, pero las opciones no las pusimos, se nos impusieron. Se escoge de lo que te van dando.
Te acota desde el mismo momento de nacer, te otorga un sexo, unos padres, una localización geográfica, histórica, económica y social de serie. Unos rasgos, un organismo, unos genes no pedidos.
A partir de ahí, tú mueves, pero con las cartas trucadas, sin elección, supuestamente.
Cierto que mientras vas viviendo y eligiendo -lo mismo es-, te dicen y ves, que anda qué suerte que pasara aquello o lo otro, porque así ahora tienes esto y lo de más allá..., pero es azaroso, todo, y lógico también; una puerta dará a un lugar que no habría llevado la contigua, pero es que, al no saber adónde habríamos ido, no podemos alegrarnos de no haberla cruzado.
Aún así, da igual que vivamos o nos vivan, está bien apurar toda la responsabilidad que tengamos en vivir para vivir.

miércoles, 26 de enero de 2011

El zorro

Cuánta razón tenía el zorro del Principito, y qué bien le enseñó a domesticarle: primero, tener paciencia con la desconfianza; más tarde, habrá una ligera aproximación; poco a poco, la distancia entre la recompensa por acercarse y él, se irá acortando, acortando, hasta recibirla en las propias manos.
Una vez conseguida esa confianza, la que confirma que no te van a herir, se empieza el camino real: se convive, se crean vivencias conjuntas; la vida se hace entre los dos y es plena, y se quiere repetir, y no se recuerda que en un tiempo, eran extraños.
El zorro ya no será, nunca, uno más, se le distinguirá entre cualquiera de su especie, sus características destacarán, será fácil reconocerlo y el Principito dejará de ser un niño, será El Niño.
Es cierto, aquel o aquella que nos domestique, o a quien domestiquemos, a quienes hagamos y nos hagan amigos, serán especiales y querremos conservarlos contra viento y marea.
Pero también es cierto que de esa amistad, de esa domesticación, surgirá el dolor, la preocupación y las lágrimas.
Es la otra cara de la moneda; cuando alguien nos importa, lo hace con todas las consecuencias. El dolor y la felicidad, siempre van de la mano.
Eso es lo que el zorro le quiso advertir al Príncipe, y eso es lo que hemos de asumir cada vez.

lunes, 24 de enero de 2011

Inactividad activa

A veces, lo que más cuesta es no hacer nada, esperar y dejar que los acontecimientos vayan solos, sin uno, sin su empuje, ya que los podemos despeñar.
Hay momentos para actuar y momentos para la inactividad. Los primeros son costosos, sin duda, pero los segundos, encima tienen el agravante de que parece que al no moverte por ellos, nada sucede, es como ir al pairo, en tu barco, sobre un agua mansa sin viento..., terrible. Pero hay momentos en los que no hacer nada es lo más que puedes hacer.
En esa inactividad está la actividad.
Hagamos pues otras cosas mientras esperamos el viento ajeno a nuestra voluntad que mueva los sucesos, hacia un puerto o hacia otro. Luego, ya amarraremos.

domingo, 23 de enero de 2011

Sin pautas

Me gusta cuando los días dejan de tener fronteras y se suceden unos a otros sin pautas establecidas. Me gusta cuando las obligaciones y el ocio se intercalan sin reloj, con naturalidad, incluso sin darse uno cuenta. Me gusta cuando el tiempo no marca, sino que fluye; no ahoga, libera.
Esto se da en muy contadas ocasiones, pero cuando vives de un tirón, realizando, creando, trabajando, riendo, sin distinguir uno de otro, porque todos se dan casi a la vez, es cuando le ves sentido a todo.
Ojalá se pudiera deslizarse por el tiempo y no vivir bajo su tiranía más a menudo.

viernes, 21 de enero de 2011

Salpicaduras

La ley de los equilibrios; Una puerta se cierra y mil se abren; Dios aprieta pero no ahoga... y así se podrían citar cientos de ejemplos que encierran un intento tímido de animar, reconfortar o simplemente, dorar la píldora.
Lo que es cierto, es que no suele darse ni la desesperación completa ni la alegría absoluta; se salpican entre ellos; nunca nada es perfecto y cuando tienes lo que buscabas, la vida se lleva algo a cambio, quizá a modo de trueque, de pago por el sueño.
Sea como sea, a veces, el tributo que la vida exige a cambio de lo que se quería, es más alto que lo da.
Limpiemos las salpicaduras, vivamos el momento, y esperemos otros. No hay más.

miércoles, 19 de enero de 2011

Capas

Si no hubiéramos desarrollado el lenguaje, la capacidad de comunicar un hecho más allá del momento en el que se da, puede que no fuéramos humanos; el pensamiento abstracto es lo que nos distingue, entre otras cosas, de las demás especies.
Ese pensamiento, en sus principios, sería probablemente más claro, menos confuso que ahora; la información era menor, obviamente, no había nada registrado, y por lo tanto, seríamos más competentes a la hora de distinguir las emociones de los pensamientos, las excusas de la realidad, las pantallas de humo de los actos.
Al no haber inventado aún la mentira social, al no ver necesidad en esconder la individualidad tras las palabras creadas, es posible que nos sintiéramos más libres, más felices, menos enrevesados. Solo puede, porque a lo mejor, el primer pensamiento, la primera palabra, ya trae consigo, la capa que cubre lo que se piensa, lo que se dice...

lunes, 17 de enero de 2011

Cristal

Muchas veces, aún sabiendo dónde pisamos, nos gusta remolonear un poco y jugar a engañarnos un tanto, pensando que lo que nos sucede es hermoso.
Es un juego correcto, siempre y cuando sepamos que es un juego, uno incluso necesario a veces, ya que no suelen ocurrir demasiadas cosas gratificantes a menudo, me refiero a los grandes acontecimientos, no a los pequeños milagros diarios, esos no hay que aumentarlos, solo verlos, que no es poco.
A todos nos gusta sentirnos mimados por el destino, que nuestras circunstancias sean buenas, nuestro mundo grande y que nuestros deseos se cumplan, y como no es costumbre que suceda, cuando algo parecido a lo soñado se acerca, zas, lo agarramos y lo agrandamos y jugamos a que ese cristal tan bonito, de tantos reflejos, es un diamante enorme, codiciado de zarinas y princesas, reyes y poderosos.
Y es bonito tontear con el cristal, admirarlo y hasta ponerlo de adorno en ese rincón donde refulge tanto, pero solo, si aún mirando sus colores irisados, sabemos que no es diamante, sino cristal.

domingo, 16 de enero de 2011

Dobles y enfrentados

Si pudiéramos vernos desde fuera, conocernos como individuos ajenos a nosotros mismos...¿nos caeríamos bien o por el contrario solo veríamos defectos y cierto malestar?
Lo justo, ya puestos a proponer un imposible, sería que pudiéramos conocernos, sin saber que somos nosotros, que nos presentaran de forma casual y sin habernos hecho una expectativa. Ahí estamos, dándonos la mano, o dos besos, tanteando con las preguntas corteses de rigor, indagando poco a poco para hacernos una opinión, al principio tímida, la necesaria para saber si se quiere ahondonar más en la persona que tenemos delante, en este caso, nosotros, y sacando conclusiones, favorables o no. Porque al ser dos, habrá dos impresiones; somos yo, conociendo al yo, así que cada uno de nosotros podrá libremente pensar distinto del yo que tiene delante. Aunque lo normal, será que sus apreciaciones sean parecidas, sino idénticas; al fin y al cabo, somos el mismo.
Lo que sí es seguro es que si fuera algo corriente desdoblarnos y andar sueltos, seríamos más justos a lo hora de mirar a los demás, aunque solo fuese por miedo a que esa persona que tenemos delante fuese nuestro yo suelto; con esa posibilidad, supongo que intentaríamos ser más justos, amables y pacientes con nuestros juicios, miraríamos mejor al prójimo, ya que a nadie le gusta caerse mal.



sábado, 8 de enero de 2011

Cautos pero no atados

Siempre se está entre dos extremos, se intenta no caer en cualquiera de los dos, procurando que no nos atrapen, manteniendo el equilibrio con esfuerzo. A menos, que deliberadamente, se quiera inclinar la balanza hacia uno de ellos, aprender del negro, o del blanco, y no pasearnos por el gris.
Se tiende a preferir uno de los dos puntos opuestos, pero no por eso, el enfrentado deja de intentar atraernos. Y nosotros intentamos esquivarlo, y esa lucha continua, a veces nos agota y nos empuja a donde no queríamos ir.
La vida nos la juega, siempre, estés en el punto en el que estés. Ya se apaña para darle a todo la vuelta, así, que con las mismas, no le prestemos demasiado caso y si se pasa con nosotros, procuremos hacer igual con ella, que no hay que tenerle demasiado miedo, que hagamos lo que hagamos, igualmente, terminará como suele, dejándonos sin ella.

viernes, 7 de enero de 2011

Nadie dijo que fuera fácil

Es muy difícil vivir como uno quiere.
Has de luchar contra todo aquello que lo impide. Decidir lo que va con uno y lo que se le impone contra su voluntad. Se ha de ir abriendo paso a través de convencionalismos, necesidades, obligaciones reales, obligaciones adquiridas, y por lo tanto, desechables, la entropía diaria y la voluntad de hierro que nos mantiene cerca de lo que somos, de quienes queremos ser.
La lucha de cada día, el mantener el sueño vivo, el esquivar los actos necesarios de los deseados, el adentrarse en las cosas como si dependiera de nosotros realizarlas, el creer que se puede lograr, el tener la paciencia de creer que se puede lograr, el seguir adelante aun sin resultados durante mucho tiempo. Eso es ser quien quieres ser. El no rendirte ante sucesos que otros dictan y proclaman como verdades inamovibles, en las que leen, como si fueran posos del té, que tú no lograrás jamás lo que, desde dentro, hace que te muevas.
Pues bien, aunque no se logre, se ha de intentar, cada día. Porque en el mismo momento en el que hagas caso y veas la realidad como inamovible, has perdido la entrada a tu propia dimensión.
Es difícil serse fiel pero es más triste traicionarse.

miércoles, 5 de enero de 2011

Noche de Reyes

Esta noche es para los niños. Los que fuimos, los que nos rodean, los que crecen a nuestro lado.
Es la magia de creer en el bien y el mal, en la necesidad de no sabernos solos, en la espera nervioso y dulce de los deseos, en saber que se cumplen.
Es la noche que nos dará las fuerzas para cuando sepamos que el bien no vence al mal, necesariamente, ni que las ilusiones siempre llegan, y para cuando ya sepamos que la soledad es parte de la compañía y que los nervios no tienen el poder de traer regalos, seguirá ahí.
Es la noche de Reyes la que nos hizo creer, y hacemos que la crean, porque se ha de aprender a soñar para cuando despertemos.

martes, 4 de enero de 2011

Febril

Cuando se tiene un poco de fiebre y malestar, el mundo da más vueltas de las normales ante uno. Las cosas se deforman en tamaño y cuesta todo mucho más esfuerzo, el sueño nos atrapa y nos presenta imágenes oníricas vívidas y absurdas que nos aplastan contra la almohada y nos hace sudar.
Lo que nos rodea cobra vida, a veces, amenazante, otras, indiferente, pero la percepción, los sentidos, saltan a la mínima y las ideas, que ahora parecen geniales, cuando la fiebre baje y las leamos sin ella, veremos que solo son deformaciones de los reflejos ya de por sí distorsionados.
Pero ahora, son hermosas.

lunes, 3 de enero de 2011

Opciones

La gente suele tener miedo de los sentimientos, da igual que sean positivos o negativos; les temen.
Sí, la gente se asusta igualmente tanto de la felicidad como de la tristeza, no sabe qué hacer con la melancolía ni con las risas. Se desbordan.
Las emociones son eso, algo que no podemos controlar, que nos invaden, nos inundan y luego se marchan dejándonos solos, intentando recordar cómo eran, cómo nos hicieron sentir. Son grandes oleajes que chocan contra las rocas de nuestro ser. Y sí, las tememos, se prefiere lo controlado, lo conocido, aquello con lo que hemos aprendiendo a mantener el equilibrio.
Y desde luego las emociones, todas y cada una, son lo que se quiera, menos equilibradas. Nos pasan por encima, nos venga bien o mal.
Solo tenemos dos opciones: disfrutar de ellas en el momento en el que nos suceden o no. En ambos casos se irán igualmente, abandonándonos como una resaca, pero con la primera elección, al menos, habremos estado a la altura del sentimiento, habremos sido espuma y choque contra nosotros mismos a la vez de ser contra quienes rompían.
La tristeza, la pasión, la melancolía, la rabia, el miedo, la esperanza... todas ellas nos vienen a despertar, a sacudir, a hacernos pensar, vivir, soñar, sufrir... y qué es vivir sino eso.

domingo, 2 de enero de 2011

La puerta

Ahí está la puerta.
Andar el trayecto desde la estación, mirar sin querer hacerlo, reconocer a pesar del tiempo, todo lo que ve, le sume aún más en un estado negro al que no quiere prestar atención: dijo que iría y aquí está, si le asquea el camino que pisa, lo que le contempla desde la inmovilidad, los recuerdos agrios, rancios, enganchados a cada detalle del camino, se aguanta: dijo que iría y aquí está.
El trayecto en el autobús lo intentó pasar durmiendo, pero daba igual no mirar por la ventanilla, sus ojos, aun cerrados, veían el paisaje, la memoria aún cerrada, recordaba los detalles. No debía haber dicho que sí. Su presencia era tan solo un trámite casi absurdo, o si lo pensaba bien, peligroso, por lo que tenía de poder sobre él. Su voluntad, una vez más, se había doblegado bajo ese cúmulo de chantajes en apariencia inocentes, que siempre a punto de desbordarse en lágrimas lo ataba con una fuerza invisible, pero real.
El camino que jura una y otra vez no recorrer, las personas que tras la sonrisa gélida del recibimiento, las palabras hirientes que en bocas supuestamente amigas van subiendo de tono en ofensas y daño, el ambiente asfixiante que inmediatamente lo atrapa, le recuerda por qué no habría de haber vuelto, están ahí. Ante la puerta y detrás de ella.
Ahí está la puerta.
Ahí está él. Una vez más.
Se acerca al timbre, deja la maleta en el suelo. Escucha los pasos, los revoloteos que se acercan desde ese interior al que no quiere entrar.
Se abre la puerta.
Solo está la huella, en la nieve, de unos pies que decidieron dejarla atrás.

sábado, 1 de enero de 2011

Ritos

La renovación es un rito importante, protagonista en culturas ancestrales y que aunque desde esta materialista nuestra se desvirtúe un tanto, sigue presente.
El despedir un año para saludar bien al siguiente, es un ademán que hacemos, aún sin fe, pero por si acaso.
Las supersticiones, que solo son las sombras de normas férreas antiguas, nos susurran bajito para que cada cultura a su modo, nos dispongamos a cerrar y abrir bien el Tiempo.
La despedida del año es mágica, sé de algunas costumbres, todas hermosas, como comer las doce uvas en cada campanada (que antes debían ser seis verdes y seis moradas), pararse a cada toque de campana, poner dinero en el zapato mientras suenan las doce, llevar ropa interior roja, o amarilla, comer una cucharada de lentejas en el primer minuto del año, cogerse del brazo del compañero más cercano y cantar a la vez todos los presentes, colocar dos patatas bajo la cama, una vieja, otra nueva, y al despertar coger una al azar para, dependiendo de su textura, saber si se van a cumplir o no, las expectativas puestas en el año...
Lo importante es despedir los espíritus de ese año agostado para invitar bien a los nuevos, a los que nos han de acompañar estos trescientos sesenta y cuatro días...