sábado, 4 de septiembre de 2010

Naufragios

Cuando algo termina, no desaparece de inmediado: una resaca viene a confirmar que sucedió, nos muestra lo que dejó tras sí; ahí queda, en la orilla de la memoria, restos de lo que fue, independientemente de que lo terminado haya sido bueno o malo: el día, el curso, el verano, una ilusión, un dolor, cualquier cosa deja su estela y nuestro inconsciente lo va recogiendo, acumula trozos de esos naufragios y los guarda; la base de nuestros recuerdos.
Mientras vivimos el viaje, estamos plenamente en él; vemos, olemos, reímos, disfrutamos o sufrimos, pero somos ese acontecimiento, es luego, al acabar, cuando lo rememoramos, es al acariciar con alivio o nostalgia esos objetos abandonados a su suerte, cuando sabemos si el esfuerzo de haberlo hecho nos compensó.
Pero siempre vale la pena, aunque haya sido terrible, porque al terminar y reunir sus restos, nos sentimos en la cima del mundo por haberlo sobrevivido.
Mirar de vez en cuando, nuestra colección de objetos imposibles nos define, nos dice quién somos y quienes queremos ser: ellos, los restos de lo que vivimos, la base de nuestro recuerdos. Nosotros.

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