domingo, 13 de febrero de 2011

Y la nave va...

Pues sí, esa nave va imparable, y nos transporta, y aunque a veces nos tiraríamos por la borda, seguimos en ella, esperando...
La vida solo hay que vivirla, como se pueda, distraerse con lo que haya a bordo, mirar al horizonte, interactuar con los demás pasajeros, soñar en el próximo puerto, recordar otros, aislarnos en nuestro camerino, deambular entre las olas, protegidos o no, como queramos sentir sus gotas contra el cuerpo, ponerse a favor o en contra del viento, para que nos agite o nos peine el pelo, las ideas, los sueños. Incluso se puede coger un bote, de los que está provista la nave, y aventurarse en solitario por ese mar un rato, ya que si se está demasiado a la deriva, pasa lo que pasa... aunque sigue siendo una opción válida llegar a su último extremo.
Lo único que hay que asimilar, es que no sabemos por qué estamos realizando el viaje ni por qué hay que terminarlo. El cómo sobrellevarlo es totalmente cuestión nuestra.
Dejemos que la nave vaya.

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