viernes, 23 de septiembre de 2011

Clarividencias

Hay momentos, milésimas de segundos, en los que nos sobreviene una clarividencia dolorosa de lo preclara que es; son instantes lúcidos sobre quienes somos, qué somos, qué estamos haciendo con nuestra vida, y son muy breves, aunque nos parezcan eternos en el instante de experimentarlos.
Es como un relámpago de luz sabia, que luego nos trae el ruido de los pensamientos confusos y aterrados del resplandor que nos atravesó.
Saber, aunque sea por un trocito de eternidad, qué somos, es pavoroso: nos vemos sin ningún disimulo, desnudos de todos los caparazones y murallas que hemos ido levantando en nuestro ir moviéndonos, para poder seguir haciéndolo, para perdonarnos, o no caer ante nuestros ojos fulminados por los errores y los fracasos y las omisiones hechas.
Es una sensación de indefensión, de terror, verse así, como se es, sin más... pero también es un empuje enorme, y eso ya viene con el ruido del más tarde, para reaccionar y saber que, en realidad, somos, ni más ni menos que otros, y que hemos sobrevivido al rayo, que hasta el siguiente, quizá, podamos ser un poco más como queremos ser y no como nos hemos acomodado a ser.

No hay comentarios:

Publicar un comentario