lunes, 1 de noviembre de 2010

Celebraciones

Estamos en días de cementerios, tumbas, flores, suspiros, alguna que otra lágrima, sacar fotos en sepia o ya amarillentas por los años para verlas, paseos melancólicos, recuerdos.
No me acaba de gustar que hayan días señalados para nada, ni para visitar a los muertos, ni para los buenos sentimientos, ni para el padre, la madre, el cáncer, la infancia..., sé que hay trescientos sesenta y cinco días al año, hora más hora menos, y que a algunos les encanta, y más, de una parte hasta ahora, etiquetarlo todo y decidir por los demás, cómo sentir, qué celebrar y cuándo.
No me gusta.
Yo quiero recordar a mis muertos cuando entre ellos y yo nos apetezca, quiero sentir paz y amor al mundo no sólo el veinticinco de diciembre, no deseo celebrar ni un san Valentín ni un día de la madre cuando lo marque un calendario, ni siquiera me gusta que el treinta y uno de diciembre se haya de festejar que se acabó el año; cada día se acaba el año, ya que cada día, hace un año que fue ese día.
Decididamente, no me gusta que me empaqueten de serie cada veinticuatro horas, ya es dura la rutina como para que encima, te la impongan de afuera.

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