jueves, 25 de noviembre de 2010

Cuidado

Se empiezan a ver indicios evidentes de que se acerca la Navidad, no hay supermercado sin turrón a la venta, ni tiendas sin adornos chillones y festivos, todo reclamos para consumir, en resumen.
Y es que la Navidad, esa fiesta que se supone es para reencuentros familiares, buenos deseos, paz, milagros cotidianos y luces de esperanza, hace mucho que se convirtió en disgustos alrededor de una mesa, malhumor, guerra, tropiezos varios y sobre todo, consumo. Mucho consumo. Primero en la mesa, luego en los regalos, más tarde en la fiesta de fin de año, luego en el primero de año, así la tradición queda establecida: este año, aunque sea nuevo, se gasta lo mismo y más, si puedes. Más regalos, cenas fuera, regalos, vestidos, peinados complicados, salas de fiestas abarrotadas, más comida, visitas obligadas...
Creo que el espíritu de las fiestas hace mucho que se esfumó, se convirtió en obligaciones y tarjetas de crédito. Y lo peor es cuando se va, y ves a tu alrededor la tierra quemada; kilos de más, regalos que no gustan o que arruinaron presupuestos, familias más tensas, amigos menos amigos... y todo por querer meter con calzador lo que no se puede: disfrutar de las cosas, de la gente, de regalar y que nos regalen cuando queramos, no cuando un calendario cada vez más interesado nos lo obligue.
Así que, cuidado.

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