lunes, 6 de junio de 2011

Pobreza absoluta

Lo terrible de la pobreza, más allá de ella misma, es lo espantosamente atada que te tiene la vida: has de vivir cada momento buscando lo básico. Eso es lo aterrador.
En cualquier condición donde falte el agua, la higiene, la comida, el techo, la ropa, sea cual sea, el ser humano ha de invertir todas sus energías en una rutina aplastante y brutal para hacerse con lo que los demás simplemente ni piensan.
En algunos poblados del Tercer Mundo, se ha de caminar kilómetros para conseguir un cubo de agua; se ha de andar, ir y volver, cada día, solo para una ración de agua. No se puede dejar de hacer. La rutina, imposible de variar, les ata. No se tiene tiempo ni para pensar, jugar, descansar, soñar..., se ha de conseguir lo básico para sobrevivir hoy; mañana ya veremos.
Solo cuando se tiene lo necesario cubierto, se puede estar ocioso. El embrutecimiento que conlleva la falta diaria de lo imprescindible, no deja más tiempo a los sueños. La gente sin nada, nada tiene, hasta sus sueños son básicos y sus momentos alegres menos.
Las vidas se mueven entre la búsqueda, diaria, día a día, de lo que es necesario para vivir, inmersos en la lucha contra la entropía y acatando las normas sociales que les permitan, donde sea, trazar y entramar mejor sus esfuerzos para conseguir un día más.

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