martes, 7 de junio de 2011

Relato. 1 parte, HERMANOS

-Debe ser aquí.
Juan cotejó la placa, en la que estaba grabada el nombre de la calle, con los datos garabateadas en su libreta hacía tan sólo unas horas, en comisaria.
-Sí. La calle es correcta. Para aquí mismo.
Se apearon del coche, dejándolo aparcado en doble fila. “Sólo será un momento”. Era una manera, tan legítima como otra cualquiera de engañarse a ellos mismos, de intentar quitar hierro al asunto.
Era un barrio tranquilo de calle bien asfaltada, papeleras nuevas, farolas intactas, paredes sin pintadas. Las viviendas eran unifamiliares de ésas exactamente iguales; misma porción de jardín, mismos colores, mismos garajes… Si algo las distinguía unas de otras, a primera vista, era imposible apreciarlo.
Ellos lo tenían fácil. Buscaban la casa número 54.
-Llama tú.
-Yo llamo, pero tú hablas.
Juan miró de reojo a su compañero, hacía mucho que trabajaban juntos y no se llevaban ni bien ni mal. Había días mejores, otros peores. Hoy parecía de los últimos. Se encogió de hombros y llamó .
Al ser accionado, el timbre interpretó una melodía a siete notas que despojó a ambos de toda seriedad profesional. Aunque lograron no sacar conclusiones precipitadas sobre el dueño de semejante instrumento, “Rigor y calma”. No salieron tan fácilmente de la duda de si todos los timbres interpretarían el mismo concierto.
Esperaron un tiempo prudencial antes de volver a tocarlo, quizás menos del aconsejable. Pero volver a escucharlo les era casi imperioso. En esta clase de misiones tan ingratas, éste era uno de esos pequeños detalles que ayudaba a sobrellevarlas, de los que sirven para marcar acontecimientos.

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