martes, 28 de junio de 2011

Negrura

Los pensamientos negros no conocen de meses ni momentos, cuando quieren, se enseñorean de todo: Se autoconvidan.
Suele haber siempre un detonante que los atrae, pero lo superan ampliamente; hay que tener cuidado con que no ganen terreno en el ánimo; si se instalan en él, será muy complicado echarlos, quitarles el derecho que creen tener por la simple razón de haber venido, piensan de sí mismos ser visitas importantes, porque ante ellos, el mundo se paraliza, la risa desaparece, las ganas de vivir se agrisa, y en su afán desmedido de dominio, aplastan cualquier brote de alegría o pensamiento brillante: su negrura es lo único que desean.
No hay que dejarles arrasar, se les ha de distraer, no quitarles el sombrero ni el gabán, no ofrecerles la mecedora junto al fuego, no agasajarles con dulce alguno, mirarles con fastidio, ningunearlos; que vean bien a las claras que no son bienvenidos.
Por muy disimulados y disfrazados que vengan, no hay que abrirles las puertas. Si no, pasarán.

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