jueves, 27 de agosto de 2009

Contingencias

Uno se levanta con la idea en mente de hacer algo, y lo dispone todo para llevarlo a cabo, normalmente, se puede con ello, pero hay días en los que los elementos se confabulan haciendo imposible realizar nada de lo que se tenía pensado; si no son llamadas inoportunas, son faenas añadidas e inesperadas, o contratiempos que se van sumando hasta llevar al tiempo a su límite, inutilizándolo para lo que queríamos.

Esos días todo sale al revés, pero no deja de tener sus ventajas, si en medio del caos, se respira hondo y asumiendo que somos juguetes del día, nos rendimos dejándonos llevar; apartamos la voluntad, pasando para mañana todo lo que habríamos de haber hecho hoy, y disfrutamos del espectáculo: a partir de ahí las cosas van como la seda: aparecen los fragmentos; la llamada deja de ser inoportuna para recuperar una voz amiga, la bombilla fundida nos arrastra al bazar de la esquina para mostrarnos objetos multicolores, atrayentes en su inutilidad, que nos retrotraen hasta nuestra infancia, cuando acompañábamos a mamá a esas tiendas en las que no se podía tocar nada y apetecía todo; caprichos pasajeros que se vestían de necesidad imperiosa; “No me pidas nada, que no te lo voy a comprar” y con esa consigna nos adentrábamos en las estanterías de las tiendas.

También en esos días del revés a uno se le ocurren ideas extrañas, más alejadas de la rutina, sobre volándola diría yo, es como si al haber perdido el control por completo de los actos, se dieran unas vacaciones para ser ellas mismas; así nos llenamos de ganas de hacer algo diferente, desempolvamos retos, anhelos olvidados, andamos por la calle del barrio como si fuera otro, fijándonos en detalles que por haber visto una y otra vez se habían borrado, y ahora, nos extraña fijarnos en tal o cual cosa, preguntándonos desde cuando estará ese cartel, ese bar esquinado o ese parque recién regado, aspiramos el olor a hierba mojada y ya sin prisas, en medio del caos de la desorganización, nos sentamos en el banco que se salvó de la manguera, miramos el cielo, y con suerte, habrá nubes para poder ver en ellas lo que más nos apetezca. Fragmentos del infinito.

3 comentarios:

  1. "Días del revés", qué bonita definición. Me ha recordado al título de un cuento que le dieron para leer a Miguel este invierno pasado en el cole: "Inés del revés"- Lo malo es cuando las cosas salen del revés sin proponernoslo, el mundo patas arriba, la marea que se lo lleva todo por delante. Pero, sí, está bien buscarle un hueco al día y encontrar ese banco para mirar las cosas con otro ánimo...

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  2. Si esto es así (y lo es...), los días del revés sirven entonces para verlo todo del derecho, no?

    Es como el "momento Millás" de encontrar tu calle en todas las ciudades del mundo... No es posible encontrarse dentro del fluír de la normalidad.

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  3. Ese cuento de "Inés del revés" que pide para desayunar "espaguetis con tomate", se lo compré hace un par de meses a mi hijo Ruslán, y es genial.
    El niño se siente reconocido, se ve en Inés reflejado, y se ríe a carcajadas.
    Sí, los días del revés existen, y si los percibes, y notas que son del revés, y que por tanto, van a depararte algo muy diferente a lo que habías programado, planeado, entonces -y sólo entonces- esos fragmentos de vida, vuelven a cobrar sentido.
    La vida hay que vivirla del derecho,.. y ¿por qué no? ..del revés.
    Geli

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