lunes, 31 de agosto de 2009

Rosas

Buscando mesa para sentarnos en una terraza toda abarrotada de gente que apura el final del día, o celebra el principio del siguiente, ya que el cambio entre ayer y hoy, se lo han pasado ahí, sin tiempo, retrasando el regreso porque ahora lo que les importa es el aire libre, a pesar del calor y la falta de brisa, las risas, las conversaciones, los encuentros o desencuentros.
Mientras andamos entre las mesas esperando que se quede una libre veo, como suele pasar, que aprovechando el ocio de unos, otros trabajan, en este caso ofreciendo lo que pueden o saben: chinos que dan masajes en los pies mediante una fórmula milenaria que garantiza la relajación del cuerpo entero a partir de frotar justo en el punto exacto de la palma del sufrido pie, parte ésta que los occidentales no solemos tener en cuenta y ellos, en cambio, aseveran con su lenguaje limitado, que nos dejarán como nuevos, y mientras uno se dedica a la ancestral sabiduría de frotar los puntos clave del pie, otro va recaptando privilegiados clientes que quieran ser testigos directos de esta disciplina. Y algunos hay haciendo cola.
También pululan cantantes acompañados de guitarras, puede que a esas horas, tanto los acordeones como los violines no se permitan en la plaza, cosa lógico, sobre todo con los primeros. Junto a los músicos en busca de monedas o caza talentos, que alguno se sentará a beber, digo yo y sueñan ellos, están los eternos mimos disfrazados de estatuas y que quedan quietos hasta que alguien les lanza una moneda, o pienso yo, decidan dar señales de vida, no sea que se les crea esfinges de verdad y los pasen de largo.
El barullo es tremendo, conversaciones cruzadas, diferentes idiomas, risas, algún que otro grito estridente, algún que otro sollozo suave; gente disfrutando de estar con gente. Al final encontramos mesa, sin pensarlo mucho nos sentamos y pedimos, los camareros más que atendernos se arrastran mirando la hora, bromeando entre ellos, intentando contagiarse del ocio de los que atienden. Ahora son nuestras voces las que se unen al ambiente, quizá, alguien atento también esté recogiendo las palabras que compartimos, comentando la película recién vista, aún caliente en las retinas y viva en los oídos, hilvanando la noche como un juego de construcción, recogiendo lo que dice uno para añadir el otro y formando un tapiz agradable y estrellado.
Una vez sentados, los que cantan se acercan, y los que venden también, supongo que pensarán que la presa, así situada, es más fácil de acorralar, y me sorprendió la cantidad de cosas inútiles que llevaban colgando, ya que el escaparate son ellos mismos; gafas de colores chillones que se iluminan con tres formas de destellar; llaveros, gafas normales, mecheros y supongo que algunos, dependiendo de la palabra clave, algo más.
Pero la mercancía estrella eran rosas; flores protegidas por un celofán que no cesaban de poner ante nuestros ojos. Estos vendedores eran más agresivos y audaces en ofrecer la mercancía que los demás que se conformaban con pasear sus bienes con cara de circunstancias; los de las flores iban desesperados, no sé si se debería a que la mercancía en sí misma es caduca y si no lo venden hoy, mañana será difícil colocar una rosa mustia, por mucho papel de celofán que la disimule, o porque el gremio es así. Pero no fue una apreciación mía, porque cuando nos tiraron, más que nos fuimos de la mesa conquistada horas antes, por unos camareros aliviados de poderse ir ellos mismos a buscar su ocio, paseamos calle abajo y en uno de los bares había un letrero donde prohibían, no el hecho de fumar o la entrada a menores de edad, ni siquiera droga: Prohibían la venta de rosas.

3 comentarios:

  1. Qué Brittish es tu humor¡ qué negro¡... y qué buena que eres tú¡
    Mil besos que ahuyenten a las pesadillas.
    Y un abrazo que te sirva de escudo, por si decidieran volver.

    Geli

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  2. En efecto, las rosas -como el amor-, se mustian de un día para otro. Conozco de cerca a una persona que suspira por un buen ramo de rosas rojas pero que tiene el corazón más desleido que un cigarrillo mal liado. Las rosas, los días, las vacaciones, todo se acaba, fatalmente, antes que la vida...

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  3. Que bonita ambientación y que envolvente tu relato. Eres la mejor. Ks

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