viernes, 6 de diciembre de 2013

Saber escuchar

Si te expones a la vida, te atraviesa de pleno. Solo hay que salirse de uno mismo un rato, y entrar en los demás. 
Un viaje a los otros, un atisbo de quien jamás se será pero se podría haber sido: esos niños que hablan entre ellos, aún muy chiquitos para comprender la astucia que está usando uno de ellos al afirmar todo lo que el otro, pobre, va enumerando; "pues yo tengo un coche que corre mucho, un ferrari"; "y yo"; "y también un audi rojo"; "como yo"; "...y un "toro terreno""; "pues eso mismo"; "y mis coches recorren todo el pasillo en nada"; "como los míos".... el que tenía un dominio de las marcas --se notaba que en casa fomentaban los coches--, iba loco buscando uno que no tuviera el otro, que a pesar de no tener ni idea, no se iba a quedar atrás en esa competición.
O esa señora que se acerca a preguntar a la gente si sabe lo que significaba un monumento, y ante la negativa o mala información, se salía con una disertación de guía turística dejando como ignorantes a los pocos que quisieron ayudarla creyéndola una turista con curiosidad.
O esas personas que cuando hablan con quien está cerca, lo hacen en voz baja, no sea que trascienda a quien no le importa la confidencia, pero con el móvil en la mano comentan a voz en grito lo más íntimo.

Al salir me gusta dejarme en casa para, fuera de mí, entrar en ese  murmullo caótico que somos todos nosotros; historias vivas y reales.

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