martes, 8 de septiembre de 2020

Somos

Es curioso, cuando al entrar en casa, nos sentimos seguros; como cuando de niños se jugaba al escondite, pero al tocar mare estabas a salvo: nadie podía hacerte nada.
De adultos también necesitamos de un refugio incondicional, y como de chicos, no cuestionable, porque a ver, ¿por qué detrás de ese árbol estás libre y más allá, no? Era el lugar arbitrariamente elegido para ser zona segura. Como una frontera, y no otra, cuando hay guerra, ese gran juego.
Tampoco nos cuestionamos porque una vez en esa casa, en ese país, estamos más seguros que tras el árbol: seguimos siendo los mismos minúsculos seres habitando un planeta mínimo en equilibrio precario en un universo inmenso, desconocido, infinito.
Somos nada sobre nada en la Nada.

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