martes, 15 de diciembre de 2020

Resurgir o no

 ¿Qué siente el fénix cuando arde?
Me pregunto si sabe que renacerá, o si, por el contrario, se abandona, casi agradecido, a las llamas porque ya hacía tiempo que estaba débil, apagado, apático, triste, al comprobar sus plumas mustias, opacas, cerca del final.
No sé si cada vez que ese fuego interno lo reduce a cenizas le duele, o lo espera con el ansia de la renovación.
Qué animal más extraordinario, renacer de sus cenizas, resurgir de su propia decadencia, levantar el vuelo aún más fuerte que antes de morir abrasado por una llama que no quema, renueva.
Pero... ¿y si no lo sabe? Qué espantoso tiene que ser sentirse arder, no entender ni de dónde salió el fuego, ni por qué lo envuelve. Impotente protagonista de un proceso ancestral que lo reducirá a un polvillo gris. A nada. Pero no para él.
Cómo será cuando cada una de esas cenizas se busquen para unirse, recuperando la energía, la forma, la belleza imperfecta de la vida.
Desde lo inerte surgirá con más fuerza, más libre, porque ha vencido a la muerte. Otra vez.
Bella metáfora, bonito consuelo. O terrible maldición: depende de saber si el fuego te consume o te libera.

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