No me dejan entrar en el
desván, justo lo mejor de la casa. Bueno, y la alacena, que está llena de botes
llenos de lo que cocina Abuela con lo que le traen de la huerta. Son tarros
transparentes a los que se asoman, desde dentro, tomates, pimientos, mermeladas
de colores para las meriendas. También están los panes, bollos y dulces de membrillo
que prepara cada lunes para que nos los comamos. Dentro huele a todo eso junto,
y ningún otro sitio tiene un olor así.
El desván es distinto,
pero igual.
Está lleno de cajas,
baúles y escondites que no dejan ver lo que tienen dentro como los botes de
cristal, has de abrir cada caja, registrar cada mueble, fisgar cada rincón y
mancharte mucho con el polvo que los cubre para ver lo que hay. Es divertido.
Además, hay telarañas
enormes y ruidos sospechosos como de animales corriendo. Pueden ser serpientes,
arañas, ratas, o dragones de esos que se quedan fijos en las paredes y los
techos sin moverse nada de nada, como si no estuviesen, pero están, y te miran
con esos ojos que no parpadean.
Ese día subí solo sin
saber que, más tarde, bajaría acompañado de mi amigo, un sombrero enorme estupendo,
y tres libros con sus hojas crujientes de amarillo tiempo. Incluso uno tenía dentro
esos bichos plateados con muchas patitas que viven en las páginas. Si cierras
el libro de golpe se quedan espachurrados, entonces son libros cementerio. Es
divertido que te lean las páginas tumbas. Cada página con bichito aplastado
suele ser muy interesante, no sé por qué, pero lo son, como si hubiesen elegido
lo mejor de la historia para quedarse ahí de señal.
https://www.casadellibro.com/libro-tras-la-realidad/9788412697209/14281317