lunes, 19 de agosto de 2024

Fragmento de Tras la realidad

 

No me dejan entrar en el desván, justo lo mejor de la casa. Bueno, y la alacena, que está llena de botes llenos de lo que cocina Abuela con lo que le traen de la huerta. Son tarros transparentes a los que se asoman, desde dentro, tomates, pimientos, mermeladas de colores para las meriendas. También están los panes, bollos y dulces de membrillo que prepara cada lunes para que nos los comamos. Dentro huele a todo eso junto, y ningún otro sitio tiene un olor así.
        El desván es distinto, pero igual.
Está lleno de cajas, baúles y escondites que no dejan ver lo que tienen dentro como los botes de cristal, has de abrir cada caja, registrar cada mueble, fisgar cada rincón y mancharte mucho con el polvo que los cubre para ver lo que hay. Es divertido.
Además, hay telarañas enormes y ruidos sospechosos como de animales corriendo. Pueden ser serpientes, arañas, ratas, o dragones de esos que se quedan fijos en las paredes y los techos sin moverse nada de nada, como si no estuviesen, pero están, y te miran con esos ojos que no parpadean.
    Ese día subí solo sin saber que, más tarde, bajaría acompañado de mi amigo, un sombrero enorme estupendo, y tres libros con sus hojas crujientes de amarillo tiempo. Incluso uno tenía dentro esos bichos plateados con muchas patitas que viven en las páginas. Si cierras el libro de golpe se quedan espachurrados, entonces son libros cementerio. Es divertido que te lean las páginas tumbas. Cada página con bichito aplastado suele ser muy interesante, no sé por qué, pero lo son, como si hubiesen elegido lo mejor de la historia para quedarse ahí de señal.



https://www.casadellibro.com/libro-tras-la-realidad/9788412697209/14281317

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