lunes, 24 de febrero de 2025

Reseña de Laberintos por Elena Marqués para Estado crítico. Gracias.

 SIN OVILLO QUE NOS AYUDE

Si algo engarza los distintos relatos de Laberintos, de Eva Monzón, es, entre otras cosas, una voz en primera persona que lo recorre. Un narrador que no es siempre el mismo, pero que se expresa en algo parecido al fluir de conciencia, a un monólogo interno y atormentado sincopado en frases breves y a veces repetitivas como todo lo que nos obsesiona. De esta manera consigue la autora un estilo sencillo y a la vez profundo que no escatima en guiños líricos, en recursos más propios del lenguaje poético que del discurso narrativo, entre los que cabe destacar el inteligente uso de los adjetivos y el ritmo de sus frases.
Y si esa manera de contar nos acompaña en la lectura aún hay más elementos que hacen de este volumen una obra compacta, pues, aunque las escenas que dibuje sean muy distintas, se desarrollen en escenarios diferentes y revelen sensaciones muy diversas, todos los yoes que se expresan se sienten fuera del mundo, expulsados de la historia, enfadados con sus semejantes, y es así como se manifiestan: en una continua lucha sin resolver.
Enfrentados a la sociedad con sus imposiciones, al otro con sus mezquindades, cada uno de los narradores-protagonistas de estos relatos nos transmite, sobre todo, su rabia y una enorme soledad. Al menos Teseo contaba con la amorosa ayuda de Ariadna. Pero estos personajes no. Tienen la conciencia de ser distintos, de no encajar, de no entender, de no ser entendidos. Como si entre ellos y el mundo existiera una pared invisible, ese laberinto que ofrece un título común a las historias.
Por ello el tono (otro hilo que recorre el laberinto) nos resulta tan angustioso. Porque escuchamos continuamente la furia, el desengaño, la inquietud, la incertidumbre, el miedo. Porque solo nos llega ese interior palpitante y en alerta y en desorden, y a través de la palabra se nos oculta parte del contexto, que, sin embargo, termina mostrándosenos con claridad en cada uno de esos ejercicios marcados por la elipsis y el fragmentarismo. Aunque claridad precisamente es lo que les hace falta a esos personajes en lucha continua con el tiempo y con sus propios conflictos interiores, obligados a fingir o a salir a la guerra cotidiana; obligados, también, a asumir la cobardía, como leemos en «Mañana sin falta» o «Viajar», por poner dos ejemplos.
Y es que el laberinto al que se enfrentan todas esas voces es tan oscuro porque se encuentra en el interior, en el eco contradictorio en que suelen convertirse nuestras vidas. Es un laberinto plagado de encrucijadas. La habilidad de Eva Monzón es elegir el momento, la disyuntiva a la que se enfrenta el personaje, a través de la cual podemos conocer buena parte de su vida y lo que lo mueve o impulsa. Plantearnos qué hubiera pasado de elegir otro camino es siempre, aunque intentemos no pensarlo, un hecho dramático, como dramático es el acuciante paso del tiempo y los callejones sin salida a los que su andar lineal y velocísimo nos conduce.
Por eso un tema que también aparece en más de una ocasión es el de la huida. La huida en sus muchas formas, como, por ejemplo, alistarse a una misión imposible de la que no siempre es posible volver (léase «Interrogatorio»).
Creo que la fuerza de este dédalo al que Monzón nos conduce sin más armas que nuestros ojos reside en que en todos, incluso en los personajes que nos parecen más detestables (y algunos hay), podemos reconocernos. Sí, podemos reconocernos en esos tipos contradictorios y frágiles inmersos en la rutina, a la que en ocasiones vemos como una losa y en otros momentos como una bendición que nos da calma (la paz de no pensar en nada).
En fin, como se suele decir, de la Literatura nunca se ha de volver indemne. Es misión de un libro salir distinto a como se entró en él. Posiblemente con más preguntas y más dudas, pero otro.
A los que buscan ese tipo de epifanías van dirigidos estos cuentos, en cuyos Laberintos, con estas pocas líneas por mi parte, los invito a internarse.
Laberintos (Coleman, 2024) | Eva Monzón | 238 páginas | 19,90 euros



lunes, 17 de febrero de 2025

Islas

La soledad no es estar solo, uno la encuentra en compañía, a veces más que sin ella.
Las personas somos islas flotantes que nos acercamos unas a otras para crear continentes ficticios: cambiamos.
Hay islas que creen en la unidad eterna, en la geografía estática, hasta que se giran y comprueban que donde había una palmera ahora está el mar, donde estaba esa montaña hay arena.
Y no es malo. Ni es bueno. Es.
Lo terrible es creer en lo inmutable y no cambiar ni dejar cambiar.

lunes, 10 de febrero de 2025

Incapaces

Desde que los humanos supimos que vamos a morir, buscamos trascender, dejar algo detrás que recuerde que vivimos. Deseamos que esa muerte no sea definitiva.
Soportamos la idea insoportable de que algún día no seremos. 
Solo contamos con nuestras acciones. Y lo que hagamos con ellas será lo que seamos.
Esa carga es tan pesada que se crearon los Dioses y el Destino, porque si tuviéramos que caminar por el presente atentos a cada minuto, sin saber en cuál se decide nuestro futuro, no seríamos capaces ni de ser.

miércoles, 5 de febrero de 2025

Reseña de Las iras de Pilar Adón

Las iras, de Pilar Adón, nos muestra unas vidas comenzadas; cada relato nos sumerge en las mentes de las protagonistas haciéndonos partícipes de lo que ha sucedido.
En los relatos ya ha pasado todo, son acciones consumadas, y entramos en esas historias acabadas algo desconcertados, hasta que poco a poco vamos comprendiendo dónde estamos, cómo y quién es la protagonista, qué pasó, qué ha hecho, a qué temía; puede que a sí misma, puede que a quien dejo atrás, lo más seguro es que tema a las dos.
Los fantasmas de lo que hicieron las acosan, porque aunque la ira las domine, también van apareciendo la culpa, la tristeza, la añoranza, la desesperación, el triunfo.
Cada protagonista se reserva el derecho a ser contradictoria, a ser mala y buena, añorar a quien odió y al revés.
Todas ellas inmersas en unas vidas apartadas, salvajes, absolutas, donde el contacto con otros ha sido para mal, donde el amor se distorsiona hasta ser adoración, el odio se convierte en amor, la culpa en justificación. Los matices de las distintas personalidades varían dependiendo de las protagonistas y sus contextos, cada relato nos lleva a un universo, todos originales, que no quiero desvelar, porque es justo esto, comprender dónde y quién va contando su historia, lo que completa los relatos.
El lector escribe junto con Pilar para dar vida a esas vidas heridas por los fantasmas que ellas mismas crearon.
Leerlos nos atraviesa.
Gracias por Las iras.



lunes, 3 de febrero de 2025

Ahora es ayer

El presente es justo lo que no solemos vivir; estamos más pendiente de lo que haremos o hicimos. Ponemos los sueños en los minutos más allá y la nostalgia en los de más atrás.
Las palabras son las que lo unen todo, las que nos dictan lo que es, lo que fue, lo que será, o al menos, lo que se quiere que sea.
Y nosotros en medio, en ese presente que es lo que nos hace vivir y al que no hacemos caso, siempre en otra parte, lejos del ahora que solo se ve cuando fue ayer.
Reconocemos lo que vivimos cuando ya se vivió, cuando son recuerdos y nos refugiamos en ellos.
Mientras, vamos viviendo lo único vivible, el ahora, lo único que no vemos.
Es lo que tiene el presente, que no suele estar presente hasta que pasó.