martes, 1 de diciembre de 2009

Diciembre

Acabo de ver que ya es uno de diciembre. Se está acabando un año al que ni siquiera me he acostumbrado a nombrar aún. No sabría decir qué número tiene sin pensarlo. Tampoco suelo saber en qué día de la semana o mes se mueven mis horas. Miro el calendario y me asombro: "¿Ya es este día, o este mes, o este año?"

Supongo que es normal.
En realidad, el cómputo del tiempo es más bien un artefacto, todo lo necesario que se quiera, eso sí, pero al fin y al cabo, artificial. Diría lo mismo con respecto a la división horaria de los días, igualmente justificada para el buen ritmo social, pero que llega a lastrar si se usa para pautar el pulso diario particular.
Y es que en esta temporada se me van las horas escribiendo sin sentirlas, agravado por el hecho del cambio de hora, ya que al mirar por mi ventana, un cielo nocturno casi perenne me saluda. Puede ser cualquier hora. No, no llevo reloj.

Me extraño cuando salgo al exterior y los conocidos me hablan nombrando fechas, anticipando acontecimientos fijos del calendario, y yo les miro aturdida, como cuando la luz te deslumbra después de largo tiempo en las sombras.
Uno de esos acontecimientos que viene es la Navidad, me asombra que ya esté aquí, otra vez. Si no hace nada que sucedió.
Yo me retiré hace tiempo, no sólo del calendario, sino de las fiestas obligadas que marcan. Ni es bueno ni es malo. Pero al no estar pendiente de ellas, aún me diluyo más entre días y meses. Mi ritmo es otro, mis horas elásticas, mis motivaciones más mías, mi tiempo más corto.

Ya estamos en el último mes de un año, porque así lo estipula el calendario de estas latitudes, pero aún quedan días para apurarlo. A por él.

1 comentario:

  1. No se quién dijo que la vida se vive por momentos (o algo así) midamos los años por esos momentos y nos haremos dueños de nuestro tiempo, que tan siquiera es nuestro... Que lo queda de año solo sea tiempo de buenos momentos para ti... un beso

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