Me
gusta observar, mirar a la gente como va andando y hablando por sus
móviles, si te acercas un poco, sigues la conversación sin problemas,
van contando sus asuntos como si estuvieran en el salón de su casa, cosa
que no hacen si están diciéndoselo a un amigo presente. Es curioso,
pero al hablar con un interlocutor que no está, es como si nosotros
tampoco, como cuando un niño cierra sus ojos y dice, no estoy, no me
ves.
Se escuchan sin querer problemas laborales, sentimentales, prácticos, triviales, cotidianos. Tenemos una puerta abierta a sus vidas desde ese creerse solos. Y cada vez se ven más personas solas que cogen el teléfono para sentirse acompañados en el trayecto, o con música, para lo mismo.
La tecnología parece que esté hecha para invadir el mundo de uno, esa soledad necesaria para escuchar los propios pensamientos. Si es así: Peligro.
Se escuchan sin querer problemas laborales, sentimentales, prácticos, triviales, cotidianos. Tenemos una puerta abierta a sus vidas desde ese creerse solos. Y cada vez se ven más personas solas que cogen el teléfono para sentirse acompañados en el trayecto, o con música, para lo mismo.
La tecnología parece que esté hecha para invadir el mundo de uno, esa soledad necesaria para escuchar los propios pensamientos. Si es así: Peligro.
Hay que saber dosificar la tecnologìa para no hacernos dependientes de ella.
ResponderEliminarun abrazo
fus
Cierto, todo lo que vaya por encima del límite de la reflexión, malo... besos
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