lunes, 10 de noviembre de 2014

Juegos vanos

Hay gente, suelta y en grupos, que tiende a dar por sentado que se le hagan favores. 
Es una actitud que no se sabe reconocer al principio, solo notas que algo falla cuando te acercas a ellos.
Cuando van en grupo, normalmente dentro de algún grupúsculo religioso, se sienten con el privilegio de que los demás les hagan favores sin sentir la necesidad de la reciprocidad; es lo normal, a ellos se les da; el resto está ahí para eso. 
Es una actitud, que cuando la descubres, la reconoces enseguida. La altivez del amo. Viven la amistad y las relaciones desde la asimetría absoluta del tú estás aquí para servirme, basada en una convivencia grupal de lazos de favores, pero solo entre ellos, entre su propia secta: los demás, como mucho, podemos ofrecerles cosas, ellos nunca a nosotros, los que estamos fuera. Solo faltaría.
Bueno, ahí están.
Los que van por libre también tienen esa actitud de complacencia y falta total de simetría: son personas que no saben devolver sonrisas, ni favores, ni llamadas, ni cariño: solo acaparar lo que les den, elegir entre quienes se les acercan y fomentar el acercamiento de los que les dan lo que quieren en esos momentos, para más tarde, despreciarlos sin más; ya no les sirve.
Es peligroso confundirse con ellas, creerlas amigas, intentar no fallarles. La amistad es algo más profundo y sobre todo, algo menos egoísta.
Dar sin recibir, recibir sin dar es un peso muerto que aplasta a quienes juegan ese juego.

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