miércoles, 10 de diciembre de 2014

Inhóspito

Una de las cosas que siempre me ha impresionado es la capacidad que tiene el hombre de sobrevivir bajo las condiciones más inhumanas y hostiles inimaginables. Ya no digo aquéllos que viven, desde que nacieron en ambientes invivibles, que ya tienen mérito, sino los que habiendo tenido mejor suerte, el destino les cambió las comodidades por infiernos.
Hablo de los que han tenido que sufrir cárcel injustamente, campos de concentración, gulags, guerras, secuestros..., y tantas y tantas aberraciones que para qué seguir.
Pero el asunto está en cómo personas acostumbradas a vivir bien, o al menos a vivir, han tenido que amoldarse, para seguir respirando, a circunstancias terribles, a las que jamás, conscientemente, se hubieran visto capaces de soportar.
Una vez dentro del horror, lo más terrible, es que puede empeorarse hasta límites impensables; lo que ahora aprecias como insufrible, puedes llegar a añorarlo con el tiempo. Es común de los supervivientes comentar que cuando se creían mal, no habían ni empezado a malvivir.
La capacidad de desprenderse de todo, de aclimatar mente y cuerpo a las experiencias más pavorosas es asombrosa. Te pueden arrebatar lo indecible y seguir viviendo. Es un ajuste constante entre tu propia mente y el exterior axfigsiante; si se encuentra algo a lo que aferrarse, por mínimo que sea, la lucha continuará.
Hay testimonios espeluznantes a la vez que maravillosos sobre cómo ganar un minuto más a esa vida invivible. No tirar la toalla, aunque sea para arrastrarse por las horas interminables del día. No perder, en suma, la propia identidad. Y no sentirse culpable por desear estar vivo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario