lunes, 19 de enero de 2015

Ratos

La vida va acotando movimientos, no se lo podemos permitir; hay que liberarse, crearle pequeños obstáculos, barricadas y revoluciones, que no se haga demasiado poderosa en esto de limitarnos.
Las responsabilidades hay que tomarlas, es lo justo. Lo que nos ata, no a la vida, sino a nosotros mismos, son los compromisos que somos capaces de llevar hacia adelante, los que nos irán configurando. Pero como siempre, está la otra cara de la moneda; que la vida se vuelva demasiado rígida, inflexible, limitada.
Hay que saber escurrirse de vez en cuando, dejar aparcadas algunas de las tareas o imposiciones diarias, para liberarse de esas trabas y volver a sentir el sol, el cielo, el no saber qué hay detrás de ese minuto en el que, simplemente, no se hace nada de lo que se debería estar haciendo. Hay que tomarse vacaciones de la vida, de nosotros mismos, de nuestra rutina y nuestros sueños, salirse de la piel, del espejo. Ser.
Esos momentos, extrañamente libres de lo que deberían haber contenido, se agrandan y nos arropan como una ensoñación, viviéndolos más intensamente que si los hubiéramos vestido con sus obligaciones y horarios normales. Romper con ese orden, crear ese pequeño agujero negro, es necesario para que tenga sentido de nuevo sentarse a la mesa del día a día y trabajar en ella, con nuestro esfuerzo, dentro de nosotros mismos, atrapados por nuestras ilusiones y llenos del recuerdo de que a la vida también se la puede engañar algún que otro ratito eterno

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