martes, 10 de febrero de 2015

Relato, 2 Parte; El Museo

 Fue un jueves cuando intenté una conversación casual, a modo de acercamiento.
--Bonito cuadro.
El cuadro, impresionista, representaba una casa de campo situada en lo que parecía ser una arboleda. Estaba todo cerrado excepto una ventana entre abierta, del piso superior. Parecía ser la hora de la siesta por la quietud y el juego de sombras que hacía el sol con los diferentes objetos.
--Sí que lo es --tardó mucho en contestar y lo hizo con la entonación lejana del que acaba de situarse en donde realmente está.
--Disculpe si le he molestado.
Me sonrió abiertamente y girándose para verme mejor me aseguró, tanto con sus serenos ojos como con sus palabras, que no lo había hecho en absoluto.
Había logrado romper el hielo, iba a preguntarle cualquier otra cosa, cuando uno de los tres visitantes que había reclamó mi atención. Quería que le indicase dónde estaban los servicios.
Cuando regresé, el hombre de la mirada serena estaba tan ensimismado que no me atreví a volverlo a la realidad otra vez.
A la hora de cerrar, sin embargo, mi amigo se me acercó y me deseó buena tarde. A partir de ese día nos empezamos a hablar compartiendo así algo más que el espacio.
Llegó un día en el que al salir, --ya que sólo nos hablábamos cuando él no miraba al cuadro--, le pregunté por qué sólo estaba interesado en ese precisamente.
--Porque sólo tengo una vida, y no me da para más.

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