viernes, 28 de octubre de 2016

Quizá

Un día cualquiera, normal, como todos, puede dejar de serlo de inmediato. Un accidente, un encuentro, una novedad, un giro insólito que ataca directamente la rutina, agitándola y despertándonos. Que el suceso sea bueno o malo es independiente, con que sea inesperado ya cumple.
A partir de él, se crearán nuevos movimientos, desajustándolo todo; horarios, ideas, sentimientos, acciones, pensamientos. Nada quedará indiferente, hasta que de nuevo, la normalidad lo suaviece, limando los cantos de lo extraordinario hasta que se domestique, sea manejable.
Lo bueno está en que no se necesite de un acontecimiento, feliz o no, que venga recordarnos lo que tenemos, que esa rutina no llegue nunca a ser una losa, que las horas no se repitan, que las pequeñas cosas se encarguen de diferenciarlas, recuperando esa capacidad infantil, incansable, de sorprenderse siempre con lo mismo, porque un niño jamás ve nada igual. Saben que cada piedra del camino cuenta una historia y que si las sabes escuchar, nunca es la misma.
Es convocar conscientemente el asombro, el descubrimiento y la añoranza que teníamos, o tenemos, cuando las circunstancias nos eran, o nos son, novedosas. Intentar ver lo viejo como nuevo. Las personas sentenciadas por una enfermedad mortal e inminente, apuntan que aquello que despreciaban por habitual ahora lo encuentran de lo más excepcional, ven lo que habían dejado de mirar. La vida.
Uno se habitúa solo a respirar y quizá eso sea el problema.

4 comentarios:

  1. Hola Eva.
    Ideas como: "Que el suceso sea bueno o malo es independiente, con que sea inesperado ya cumple";"es el tiempo quien decide si fue para bien o para mal" o incluso el título de tu gran novela El día a día, parecen evocar la conversación en la espléndida cena de anoche (por tu amistosa compañía), sobre lo imprevisible de la vida y la aceptación de lo que nos depare (en lo que no hubo unanimidad).
    Saludos cordiales.
    A.A.

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  2. Y a veces, quien lo dicta, es el tiempo más allá del tiempo de a quién le sucede..., la aceptación de lo que toca vivir tiene matices, hay que conformarse luchando ;), un placer verte por aquí. Besos

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  3. El infinito de pie (8)prefiere estar tumbado (como Descartes que murió a los 53)y no favorecernos por querer ponerle a trabajar. Lo aceptaremos con deportividad.

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  4. Cada uno asume lo infinito y lo finito como puede, lo que nos une a todos, es la incapacidad de entender ni lo uno ni lo otro, con ir viendo cómo vivir, ya tenemos bastante...

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