jueves, 13 de abril de 2017

Maravillas del azar

Pasear sin rumbo ni tiempo tiene sus ventajas, se ve de verdad lo que se mira, se escucha lo que nos rodea, se siente lo que se anda, te renuevas mientras recorres las calles de siempre sin prisas.
No solo te topas con rincones de otros tiempos o novedades de las que te obligan a buscar en la memoria qué había antes, si se deambula libremente, puedes modificar la ruta, seguir impulsos, conversaciones o callejones.
Nunca me ha defraudado caminar así.
Y ayer no fue la excepción, además de una equina que parecía pertenecer al Mundo Antiguo y una placeta sombría, me encontré con un diálogo perfecto entre un niño pequeño y la abuela, estaban sentados, ella le daba de merendar un bocadillo y él, con los trozos sin mezcla, hacía lo mismo con los pájaros que se agolpan disputándose las migas:"Abuela, ¿te acuerdas del pajarito del otro día?; "¿Cuál, cariño?"; "El que estaba muerto en el suelo, ¿te acuerdas?"; "Sí, lo recuerdo"; "¿Sabes qué?"; "No, ¿qué?"; "Que he estado pensando, y lo peor para el pajarito, es que está muerto para toda la vida, abuela".
Estos regalos solo los da la vida.



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