martes, 9 de marzo de 2021

El silencio

El silencio es difícil de oír.
En la ciudad casi imposible, ni en las horas más entradas de la noche, donde los camiones de la basura van avanzando lentos, limpiando las calles del día, del ajetreo. O los pasos que resuenan con fuerza por el eco de la luna. O por algún que otro grito alcoholizado.
En la propia casa, el silencio está roto por miles de ruidos, crujidos, vecinos que se acuestan tarde, el disparador de la luz del rellano, el goteo de un grifo.
El campo, por mucho que se piense lo contrario, es aún más ruidoso; todos esos animales nocturnos que viven tan a gusto sin el sol, son de lo más escandalosos, y algo inquietantes: ese ulular, gruñido, croar o rascar esos pasos suaves, nerviosos, de algo que no ves pero sientes cerca.
Y el viento, el viento que se entretiene haciendo hablar a los árboles, día y noche, que silba y susurra entre las hojas, los huecos, los resquicios. 
Y lo que más escándalo hace: el propio silencio; que zumba con ese sonido suyo cuando nada viene a molestarlo y él mismo se anula.

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