lunes, 12 de febrero de 2024

Reseña de Reyes García-Doncel en Culturamas. GRACIAS.



Gracias por tu lectura y palabras, Reyes.

Y gracias a Culturamas.


https://www.culturamas.es/2024/02/17/tras-la-realidad-de-eva-monzon/?fbclid=IwAR3Mb49jUgOJbKk-8kzU8cDHVEuQJSCS_nP7zLQdtQofIuCXiyxOKTDkagQ







 

En cualquier manual de escritura podemos encontrar la definición de narrador poco confiable —término utilizado por primera vez por Wayne C. Booth en 1961 en The Rhetoric of Fiction— como aquel «cuya narración de la historia no es completamente precisa o creíble debido a problemas con el estado mental o la madurez del personaje». En este tipo de narrador se basa la autora de Tras la realidad, en Samuel, un niño, con todo lo que eso conlleva de explicaciones incompletas, fantasía infantil, ingenuidad, información ilógica… aunque tras ello que se va intuyendo unos hechos terribles.

La voz de Samuel se alterna con la de su madre de acogida — «mi mamá 2» la nombra el niño internamente— que sí sabe lo que ocurrió́ y que por ser adulta deberíamos darle crédito, pero… ¿no está cada personaje afectado por sus propias experiencias de los hechos, por sus propios condicionantes al observar la realidad? En concreto a Samanta le abruma su sentimiento de culpa y sus contradicciones. Se podría argumentar que, en buena ley, en primera persona no existe un narrador confiable... y esto implica que nunca llegamos a conocer la verdad. Pero podemos acercarnos completando el puzle con cada pieza que nos muestran los personajes. «El punto clave de la novela es aquel que no se dice, no está explícito, no se cuenta. Yo no te lo cuento, pero tú lo sabes», nos dice Eva Monzón en una entrevista.

La novela transcurre durante dos días. Samuel, y su madre adoptiva, van contando lo que viven, también aparecen recuerdos en flash back, cada uno inmerso en su mundo, todo en aparente desorden, solo aparente, a modo de pensamientos superpuestos.

De esta forma la autora nos hace trabajar, pues la lectora comienza a hacerse preguntas entre las frases inquietantes que el niño suelta sin mucha consciencia: «Ah, y también fui a ver a mamá al cementerio. Ya he ido varias veces», y las lamentaciones de ella, hasta que, conforme la narración avanza, la historia va cogiendo sentido. El niño se pregunta por qué no ve a su padre, por qué tiene otra madre y una «no hermana», por qué los adultos lo miran con pena… Mientras, la voz de Samanta nos muestra los condicionantes familiares, sus miedos y dudas sobre la maternidad: «Debe ir con el cargo de ser madre esto de arrepentirse a ratos (…) Y luego arrepentirse por haberse arrepentido», su culpa ante los hechos ocurridos, quizás por no haber sido una buena amiga: «Eso éramos: dos chicas que juegan a ser amigas ocultándose sus vidas. Eso fuimos», y lucha con sus inseguridades, se debate entre su sentido de la justica y su deber con la familia. Porque además del sesgo que ambos personajes dan a la historia, la mentira y el silencio están muy presentes, tanto en los amigos como en la familia, lo que viene a complicar la comprensión de la realidad. Pero ambos, mentira y silencio, parecen inevitables para evitar la violencia: «En casa no se habla, se calla, se disimula hasta que es imposible seguir ciego, entonces se chilla, se pierden las formas», lo que a su vez Samuel vive con angustia: «Conque lo del silencio es complicado, siempre estoy yo haciéndome ruido».

Es de destacar como la autora consigue mostrar esa realidad esquiva a través de los ojos de un niño: su extrañeza ante el mundo de los adultos, la interpretación de los hechos según su particular lógica deductiva, su imaginación, su universo propio, su inocencia… a veces con mucha ternura: «Eso de ser educado y contestar solo funciona con los desconocidos», lo que demuestra la gran capacidad de observación y el conocimiento de la psicología infantil de la autora.

A Samuel la imaginación lo salva, vive en su mundo junto al inevitable amigo invisible al que le cuenta lo que piensa, a veces con ráfagas de pena por su madre que recuerda en los olores, las comidas y otros pequeños detalles de su cotidianeidad.

Además del niño y la madre dos, completan el entorno varios personajes: los abuelos, la nueva hermana, Agustín el mago que «ya no es quien fue, sino el que se echa de menos»; Señora: «una mujer de pelo enmarañado, vestida con ropas a trozos y de ojos de fuego, como el sol»; Alberto, el amigo que «prefiere negarse lo que quiere a intentar conseguirlo» y así «evita el dolor de soñar lo imposible»; y por supuesto el padre, ausente pero ya siempre presente a modo de sombra que los marca de por vida, a Samanta desde que era niña: «Él es siempre el mejor. Y yo jamás le llego ni a la suela del zapato» Personajes donde la autora vuelve a mostrar una gran introspección psicológica. La trama de mentiras y silencios: «Lo que callas te acusa a gritos, y para evitar ahogarte en ellos sigues mintiéndote, transformando verdades. Distorsionando»; de violencia implícita y explícita, está narrada con frases y párrafos cortos, casi afilados, a veces ansiosos, pero que no obvian momentos poéticos: «…libros con sus hojas crujientes de amarillo tiempo». A esto se le une los cambios en el fluir de conciencia: de la mente de Samuel a la de Samanta, o en tercera persona a la del abuelo, o bien intercalando diálogos… herramientas narrativas que la autora utiliza con mucha habilidad. Un lenguaje y una estructura, aparentemente sencillos pero que conllevan un enorme trabajo detrás y dan como resultado una lectura envolvente y fluida.

Tras la realidad es una obra de gran sensibilidad, pero también de intriga y denuncia social. Una novela, como hemos comentado, sobre la imposibilidad de conocer la realidad. Y sobre el efecto del tiempo en las emociones: «La de ilusiones hechas añicos, hasta que aprendió a recoger los trozos para seguir intentándolo», sobre la importancia de las decisiones personales que, como puentes, pueden afectar a las decisiones de otros, y también sobre la necesidad de redención de una culpa que no radica solo en quien levanta la mano con violencia.

En definitiva: una novela muy recomendable.

 

Reyes García-Doncel

No hay comentarios:

Publicar un comentario