martes, 22 de diciembre de 2009

El ave fénix

¿Qué siente el fénix cuando arde?

Me pregunto si sabe que renacerá, o si por el contrario, se abandona, casi agradecido a las llamas porque ya hacía tiempo que estaba débil, apagado, apático, triste al comprobar sus plumas mustias, opacas. El final.
No sé si cada vez que ese incendio renovador le reduce a cenizas le duele, o lo espera con el ansia de la renovación.

Qué animal más extraordinario, renacer de sus cenizas, resurgir de su propia decadencia, levantar el vuelo aún más fuerte que antes de morir abrasado por un fuego que no quema, renueva.
Pero... ¿y si no lo sabe? Qué espantoso tiene que ser sentirse arder, no entender ni de donde salió el fuego, ni por qué le envuelve. Impotente protagonista de un proceso ancestral que le reducirá a un polvillo gris. A nada. Pero no para él.
Cómo será cuando cada una de esas partículas se busquen de nuevo, para unirse, recuperando la energía, la forma, la belleza imperfecta de la vida.
Desde lo inerte surgirá con más fuerza, más libre, porque ha vencido a la muerte.

Bella metáfora, bonito consuelo. O terrible maldición: depende de saber si el fuego te consumirá o te liberará.




2 comentarios:

  1. Eva Fénix:

    Muy buen texto. Espero que en 2010 emulemos al Ave Fénix, pero no nos abrasemos, sino que nos abracemos. Muy buen año.

    Julián Chappa

    ResponderEliminar
  2. El fuego sienpre quema y renovarse, duele...aún y asi preferimos ese dolor a la muerte, aunque nunca sepamos si nos renovamos para vivir o para morir renovados

    ResponderEliminar