Hay
veces en las que se vive fuera de la vida, una suerte de vida donde se
observa la Vida, no se es activa; solo testigo de cómo los demás la
viven. Una mirada atenta a esas acciones en las que por un motivo u otro
no se forma parte. Quieta, te mueves como un fantasma corpóreo,
comprobando cómo las personas van evolucionando, dando vueltas y
recorriendo trechos, ilusionándose ante esas acciones realizadas que
darán lugar a hechos creados desde ellas. Y ves, desde esa barrera, la
evolución del tablero vital de esas piezas vivas. Y deduces las
partidas, anticipando jugadas, finales, rodeos. Y aciertas porque no
estás en él, no eres parte integrante del tablero, solo una pieza
invisible que observa, entremezclada entre ellos, visibles y reales, lo
que acabará siendo un juego cerrado. Lo que ahora solo es un movimiento
tras otro. Vidas vistas tras el velo de la inacción. Solo así se logra
comprender lo imposible; el dudoso privilegio de no ser siendo.
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