Cafés,
conversaciones, humo, palabras, risas, paseos. Vidas que se encuentran,
momentos inmortales que construyen la base para nuevos cafés,
conversaciones, risas, paseos.
Unos vienen, otros se van, a veces
para siempre, y aún así en esa ausencia, nunca acaban de desaparecer.
Encuentros fortuitos, lazos fuertes, relaciones superficiales, amistades
imprescindibles, gente. Y nosotros mismos somos gente para la gente,
siendo parte de ella. Nuevas experiencias que nos sorprenden porque
podrían habernos ocurrido a nosotros, abriéndonos los ojos a
cirucunstancias lejanas a las nuestras. Atentos, no queremos perdernos
palabra, risa, sorbo, paso.
Compartir, engañar a la soledad,
buscar la compañía de los que nos son gratos. El cosquilleo agradable
del encuentro previo, la sonrisa que se nos escapa al vislumbrarlos de
lejos, la risa franca en el encuentro. Maravillosa sensación estar a su
lado. Hay personas especiales que nos tocan todas las cuerdas; que
hermosa melodía. Que especial te sientes. Qué difícil encontrarlas, no
hay tantas, pero cuando sucede, lo sabes. Esa risa tras ese café,
rodeada de humo, sorbiendo las palabras que surgen del eco de los pasos,
en ese paseo que ahora es eterno, estar bien, completo, feliz. Dando un
paso detrás de otro, compartiendo el mundo que te ofrece, que ofreces.
Nada más intenso. A veces, doloroso.
Necesidad de saberte parte
de alguien, de ser alguien para alguien. Sin eso, que vacío, que
tristeza se arrastra a lo largo de los días, de la vida.
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