jueves, 2 de mayo de 2013

La noche de ánimas

La noche de ánimas, que suena mejor que Halloween, fiesta que se celebraba asistiendo a la representación cuasi obligada de Don Juan Tenorio. Ahora la gente se disfraza de monstruos y fantasmas, imitando la fiesta anglosajona, y exportada de sus colonias. Aquí sin necesidad de pedir dulces a cambio de no hacer trastadas. Sólo fiesta, risas tenebrosas y quizá una excusa como otra cualquiera de acabar borrachos.
La calabaza con su vela encendida ante la ventana, es un aviso a los espíritus, que hoy vagan por la tierra, de que no entren en las casas. En Méjico, por el contrario, se las anima a transpasar el umbral. Les hornean figuras de azúcar con sus nombres y regalan aquello que tanto les gustó en vida. Distintas costumbres, distintas creencias, los hay que no quieren saber nada de las ánimas y las hay que quieren disfrutar de su compañía un ratito más.
Los espíritus que regresan a vernos; que belleza en el concepto, más allá de historias de miedo o pelos erizados ante la muerte que deja un día libre. El mundo de los muertos que se niegan a permanecer en las tumbas; que tema para todas las artes, que escalofrío, si se piensa en ello, que atracción de vértigo asomarse a ese mundo oculto y cerrado. La razón no acaba de sentirse cómoda ante la nada, usa de la imaginación colectiva para encontrar remedio a ese final imposible de evadir, trayendo, invocando y conmemorando a los muertos que nos preceden, nos los traen para crear el consuelo de que el final, no es final, sino parte de otra forma de vida.
La atracción hacia la muerte, los cementerios a los que ahora, en breve, se visitarán masivamente, y a los que no conseguí entrar de pequeña, de noche, por mucho que lo intenté; algo me hacía correr en dirección contraria a la recorrida contando historias de miedo, mientras me hacía el firme propósito de entrar, esa vez, sí. Imposible: ¿Y si los muertos salieran a recibirme?
Esta fiesta universal hacia las ánimas, en pena o no, esa invitación a volver a visitar aquello que en vida les dio calor, es algo más bien para nosotros, los vivos, que para ellos, los ya idos. Es un último intento poético de no enfrentarnos a la oscuridad de una tierra húmeda que nos arropará. Es, sobre todo, la alegría de reencontrarnos con esos espíritus que viven en nosotros para siempre tras su partida.
La noche de las ánimas, la esperanza de las almas vivas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario