lunes, 8 de septiembre de 2014

Curiosos

Pocos niños no son curiosos, con esos ojazos bien abiertos mirando el mundo que se les ofrece.
En cuanto son capaces atraen objetos a la boca para conocerlos, más tarde los manosean como ciegos, para quedarse con sus contornos y texturas, después, siguen explorando preguntando, señalando, deduciendo de los elementos más simples para comentarnos sus conclusiones, de una lógica aplastante. Mirándolo todo como el que cree que lo que ve puede llegar a no estar mañana.
Paulatinamente, dejan de curiosear, preguntar, interesarse por lo de afuera y comienzan a verse por dentro, ya saben que el mundo no va a cambiar, y sienten que ellos mismos sí lo hacen. Las preguntas son menos fáciles de contestar, sus ojos, menos abiertos, empiezan a soñar.
Y en ese punto crítico dejan de ser niños, se aventuran, de nuevo, a recorrer el mundo, uno que ya no puede ser descrito por quienes les llevaban de la mano, sino por su consciencia, encontrándose con otros niños antiguos con los que compartirán deducciones, experiencias.
Crecerán, crecemos, pero no nos olvidemos jamás de abrir los ojos, de preguntarnos y contestarnos. Nunca.

No hay comentarios:

Publicar un comentario