lunes, 1 de febrero de 2010

Barrios que fueron

Recuerdo, cuando acompañaba a mi madre por el barrio de compras, siendo muy chica, lo que me impresionaban las tiendas. No se solía ir a supermercados sino a tiendecitas esparcidas por toda la manzana. En cada una había un olor distinto, unos productos diferentes y unos lenguajes propios. Por ejemplo, cuando entrábamos en la carnicería, mi madre pedía cuarto y mitad de carne para picar, y yo veía, cómo una vez pesada, esa carne salía triturada en hilitos mientras el carnicero, al que casi no recuerdo por taparme el mostrador su cara, manipulaba la manivela de la picadora. Ahí se olía a embutidos y quesos.

La zapatería me apasionaba. En la trastienda, había una silla en el medio de todo, donde nos sentaban para probarnos los zapatos y te sentías importante, más que cuando usabas el asiento de la peluquería, quizá, porque estaba muy alto y había que subir dos peldaños para llegar al sillón negro. Toda la tienda olía a cuero y betún. Ahí se hablaba de plantillas, media suelas y tacones.

El mercado central era un batiburrillo de sabores, olores, colores y tacto. Iba mareada de acá para allá. Me gustaba ir a un puesto en concreto, porque el tendero invariablemente me regalaba una pastilla de chocolate relleno de frutas. Eso hacía que no me quejase de estar de peregrinaje, durante lo que me parecían horas, de parada en parada, pesando verduras, oliendo quesos, seleccionando especias, esperando turnos.

Y también recuerdo vivamente, la alegría que transmitían las mujeres cantando mientras iban limpiaban patios y casas. Allá por donde pasábamos se escuchaban coplas y tonadas, que siempre al volver a oírlas, me llevan a mi barrio irrecuperable. No lo vi crecer, así que cuando volví, al cabo de los años, no lo reconocí.
Pero siempre escucharé esas voces que entonan limpiando, mientras se hace picadillo ese cuarto y mitad, y anticipo el sabor de esa pastilla de chocolate relleno.

1 comentario:

  1. Qué suerte tener bonitos recuerdos¡ La tranquilidad que nos dio el pasado es un bello recurso en momentos dificiles y no tan difíciles. La pena es que, a veces, al volver, desconocemos y nos desconocemos. La suerte es que lo vivimos.

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