lunes, 22 de febrero de 2010

Todo es relativo

El tiempo transcurre como le da la gana. Es verdad que tiene relojes que lo cronometran exacto, pero no dura lo mismo ni el los demás ni en uno mismo.
Para nada es igual una hora en la que somos felices, que otra en la que más bien nos cuesta atravesarla.
Cierto, no se mide de la misma manera; depende del contenido de las horas, de su objetividad o no. La cárcel de la conciencia, de la experiencia, la que de niños no entendíamos. Qué raro era ni siquiera intentar comprender los días de la semana, la noche y el día. Esa inocencia que muere al ser conscientes, para aprovecharlo, del Tiempo.
Hay días eternos, cuando todo duele, cuando no ves salida, cuando el día siguiente más bien importa poco y miras alrededor y ves que el resto de los mortales, vive a gusto, no se les eterniza el día, la hora, el segundo.
Los acontecimientos ajenos vuelan; embarazos, exámenes, cambios, pero los nuestros, cómo tardan en resolverse.

Eso a modo personal, social ya es un abismo lo que nos diferencia. En oriente y occidente la manera de pasar el mismo día, la calidad y el significado del reloj es completamente distinto. Y no hace falta irse tan lejos.

Hay momentos en la vida, más o menos dilatados, en los que o ni te das cuenta de que ya es otro mes, o el día tarda un siglo en concluir... y anda que todavía queda la noche...

El tiempo transcurre al ritmo de nuestra mente, la que canaliza nuestros actos con los que llenamos el tiempo. Si dominamos nuestra imaginación, ganamos al Tiempo. Pero a veces, no es tan fácil.

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