lunes, 8 de agosto de 2011

Trucos

Aún sabiéndolo, pocas veces, vemos más allá del envoltorio, sea este bueno o malo.
Que las apariencias engañan lo tenemos aprendido, pero no le hacemos el caso que merece. El aspecto roñoso de un forro hecho con papeles de periódico, puede camuflar un libro interesantísimo, un vestido barato o roto, puede esconder una belleza de mujer, un traje ajado y brillante en las zonas de roce, un cuerpo musculoso y ágil. Ejemplos, cientos.
Y al revés lo mismo, el efecto halo, funciona en las dos direcciones, un aspecto impecable, nos hará creer que lo que envuelve es bueno, a la fuerza.
Nos dejamos engañar por todos los clichés; si vemos a alguien vestido del uniforme de su profesión, tenderemos a hacerle caso; sus palabras tendrán más autoridad cuando lo lleve puesto, así pues, cualquiera que esté vestido con bata blanca, por ejemplo, tendrá más credibilidad si nos dice algo referente a la salud que sin ella (de lo que se aprovechan, sin límites, los publicistas) o si es un artista, solo por ser bueno en lo suyo, lo que diga o haga, será más imitado que si lo dice cualquier otro.
Somos de lo más simple, nos engañan con el truco del conejo y el sombrero cuando quieren. En todo. La libertad de pensamiento ha de comenzar con saber que a veces, lo que pensamos, simplemente, es el reflejo de lo que quieren que pensemos... cuidado.

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