viernes, 27 de septiembre de 2013

Tao

Según el Tao, el libro del Camino, la no acción es la más positiva; el hecho de saber esperar, no afanarse, da mejores resultados que ir a todas partes sin más.
"Cuando nada se hace, nada queda por hacer", también dice; "La verdadera sabiduría se alcanza, dejando que las cosas sigan su curso. Nada se logra interfiriendo".
Visto con los ojos de Occidente suena extraño, rozando incluso el desacato, codeándose con la pereza y el desánimo. Pero visto con los ojos rasgados de Oriente, no. Para nada es una incitación a la inactividad, a no ser dueños de nuestros destinos, a dejarnos en manos de quien sabe quien. No. Es más bien la serena certeza de que hay que saber que la realidad se nos escapa de las manos, la humildad milenaria de entender que el afán humano no depende sólo de nosotros, sino de todos, como fichas de dominó que se colocan una detrás de otra y que al tirar la última, por arrastre, hace que caiga la primera, que además, no sabe por qué cayó: No hizo nada. Sólo estaba allí. Como todos nosotros, que estamos donde estamos y hacemos lo que hemos de hacer, con todas nuestras fuerzas.
Pero hay un punto en el que hay que saber esperar, porque ya no depende de nosotros, sino del resto del juego. La no acción, en este caso, es aguardar serenamente, con sonrisa milenaria, a que las demás fichas caigan y nos vuelvan a situar para renovar fuerzas y seguir adelante con nosotros mismos.
Aquí, sin más poesías, se le llama suerte.

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