Hoy, como siempre que descubro algo que no supe
distinguir ayer, me he asombrado ante el hecho
inquietante de que me sigue una figura negra;
es alarmantemente familiar y nunca igual, se alarga o acorta, va delante de mí,
detrás, a los lados y todos esos ángulos a la vez. Nace de mis pies, me
prolonga. No tarde mucho en darme cuenta de que la creaba yo.
Intenté pisarla a ver si me dolía, pero no, y a ella tampoco pareció afectarle.
Es muy escurridiza, cuando quieres cogerla no se deja. Te huye,
es imposible atraparla. Lo intenté con otra,
y así añadí a lo que sabía, que la mía no es la única, que todos y todo tienen
una. Es entre divertido y frustrante jugar con ellas. Me pasé el
día persiguiendo a las que vi, los demás me
miraban y se sonreían, no sé si sabían exactamente lo que estaba haciendo.
Esa noche, le dio cuerda a
la cajita de música, como siempre pero hizo algo que
jamás había hecho antes: fue a por una sábana
blanca y una vela; la encendió y la
fijó delante de la tela, mi madre se puso entre ambas y con una habilidad
mágica dominó, ante y para mí, lo que yo no había podido ni tocar: en ese
cielo blanco vi pájaros volando, conejos que corrían, perros con las fauces
abiertas; docenas de figuras surgían de la luz, para convertidas
en sombras, fascinarme; se alargaban titubeantes
cuando la vela derramaba más cera, oscilaban si el aire movía la llama, vivían
más allá del reflejo que les daba forma. No podría decir cuándo dejé de verlas
para soñarlas, los ojos se me cerraban sin quererlo.
A partir de esa noche, mi madre
no dejó de interponerse entre la luz y la sábana, haciendo cada vez más
complejas las sombras. Se pasaba tardes enteras recortando figuras que fijaba a
unos palos largos, luego,
mojándolas en luz, conjuraba a las tinieblas para que me
contaran lo que ella no podía: yo oí en las luces y vi en la oscuridad domada,
los cuentos que mamá había recortado esa tarde mientras renovaba la ilusión de
niña ante la cercanía de la noche que los traería, y anticipaba la mía. Las
sombras me trajeron sus palabras mudas y pude rescatar del silencio,
burlándolo, lo que ellas me contaron y él me negaba.
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