viernes, 10 de enero de 2014

Finito

Jamás vemos la realidad en su totalidad, solo una parte. 
La realidad posee cientos de caras, solemos conformarnos con una o dos, a lo sumo tres facetas, y es una pena porque no apreciamos lo que tenemos delante con el esmero que merece. Nos la perdemos.
Ver, por ejemplo, un árbol, apreciar su color, olor, textura, hojas, ramas. Pero también raíces, bichitos, humedad, el Tiempo que esconde en sus anillos..., y no solo desde nuestra posición vertical, sino tumbados, subidos a él, por los lados, desde dentro..., y sus orígenes, cuando fue semilla y estaba dentro del fruto, cuando se enterró, luchó por salir, surgieron sus brotes... Un árbol que será luego, quizá, mueble, o puerta o barco o árbol vivo más allá de nuestra propia muerte.
Y eso con un solo árbol; cada uno es diferente.
La vida no nos da para tanta realidad, la punta del iceberg es a lo más que podemos aspirar. Lástima de tiempo finito.

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