viernes, 4 de julio de 2014

Relato, 3 Parte (y penúltima) Tristán

 “Hola, chaval”, le dijo cuando se acercó con la lista de las actividades del día. El niño, entusiasmado, le enseñó el folleto. “Ya veo que te has enterado antes que nadie”, le despeinó con cariño mientras le ofrecía la pequeña trompeta. “Anda, sopla bien fuerte; que se callen todos”. Lo hizo; las gentes se acercaron a curiosear las novedades, las que ayudan a distinguir ayer de hoy. Tristán leyó en los labios lo que Antonio recitaba monocorde: “Se hace saber, por orden del señor alcalde, que el lavadero estará disponible también por las tardes estos meses, y que el día de riego será mañana desde la linde del arrabal”. Voceó las órdenes dos veces, a la segunda, el niño se fue para casa a compartirlas con la madre junto con el papel.
Solo faltaban dos días para el domingo, el niño no paraba quieto contándoselo, una y otra vez, a su trozo de corteza en forma de personita. En un momento de euforia, le dijo que se lo llevaría consigo: "te pondré en el bolsillo de arriba y lo verás todo, así cuando vengamos lo comentaremos juntos" 
Como todo llega, domingo y sol aparecieron por la ventana: no llovería, lo único que habría evitado la función, abrió los ojos y respiró aliviado. Tenía preparadas las dos sillas desde el mismo día en el que se enteró. A la hora de comer apenas mareó el plato; la madre dio por imposible entretenerlo más allá de las cuatro, y para la plaza que se fueron: ahí estaban, en primera fila, sentados en sus dos sillas una hora antes de que la furgoneta del espectáculo apareciera, bajaran tres hombres, empezaran a montarlo todo con la facilidad del experto, y sin darse cuenta, donde no había habido nada, hubo un teatrillo tras el que se escondieron los hombres.  
Al poco, fueron llegando los demás junto con sus sillas. Tristán, emocionado, no dejaba de acariciar a su muñeco al que tenía asomado en el bolsillo de la camisa. La madre le dejaba hacer, sus dedos se hablaban, pero poco; no quería echar a perder la excitación del pequeño.
A las seis en punto, un hombre vestido completamente de negro, salió de detrás del teatro y de la tela oscura que habían colocado como fondo.

3 comentarios:

  1. Tremendo Eva, y como admiradora que soy de tus letras, se que con ellas, lo puedes conseguir todo…o casi todo.
    Besosss!!

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  2. Eres muy amable, a ver si te gusta el final, que sale mañana...
    Gracias por leerme
    Besos

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  3. Puedo entrar en tu enlace pero no comentarte, al no ser de google+.. pero sí, esas miradas, que a veces son todo, a veces nada.. inquietan!


    a por más palabras...

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