lunes, 4 de agosto de 2014

Lo seguro no es seguro



Un nuevo giro, un nuevo camino. Lo normal ante la novedad suele ser pararse, una alarma salta: precaución. Lo nuevo, hasta que no se conoce, como poco asusta. Uno se queda quieto ante la opción y mira y remira, hasta el mareo, cada caso en el que se tuvo que plantear ir o no, seguir hacia lo desconocido o dar media vuelta y largarse buscando lo habitual, refugiándose en lo domesticado.
Lo nuevo atrae pero a la vez tiene un halo de desconfianza que no nos permite relajarnos, ir alegremente a su encuentro; los ancestros nos cuidan, años de evolución para que aprendamos a temer lo no conocido, evitando ingestas mortales, caminos sin regreso, lugares peligrosos. La conservación de la propia seguridad, la desconfianza atávica ante lo desconocido es buena, pero en extremo, como todo, deja de serlo. Entonces el miedo ancestral a lo incierto nos evitaría evolucionar, crear, descubrir nuevos mundos, nuevas fórmulas, inventos, caminos. Dejaríamos de encontrarnos con lugares nuevos si la cobardía ganase por completo.
Sin el atrevimiento, sólo habría ante nosotros cosas conocidas, caminos seguros, confianza en los pasos a dar. Sería terrible; no existiría ni la duda, ni el ir más allá, ni el error, ni la curiosidad. Montañas de seguridad que nos enterrarían en sus cavernas sin sombras ni luces del exterior porque también nos daría miedo mirarlas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario