miércoles, 18 de noviembre de 2009

Autoengaños

Muchas veces, a la hora de solucionar un problema, nos atascamos, no le vemos el resultado, chocamos una y otra vez contra él, le damos vueltas y vueltas, nos quita el sueño.
En esos casos lo que hay que hacer, simplemente, es buscarle otro enfoque. El atascón suele estar ahí, en un planteamiento erróneo. Con darle la vuelta, mirarlo desde otro ángulo, se suele aclarar en seguida. Lo difícil, claro, es colocar las piezas en otro orden, cambiar por completo las premisas, y como dice Holmes; "De todas las posibilidades, la única que se mantiene en pie, será la verdadera, aunque parezca imposible".

La vida real se nos atasca en puntos muertos porque no sabemos redirigirlo, hay que quitar lo que sobre, lo que nos distrae impidiendo ver la solución, apartando variables, incluidas las que nos vienen mal, y una vez resituado, la conclusión es evidente. Entonces hay que enfrentarse a ella, ya que no siempre, nos gusta esa resolución -quizá por eso mismo, se tardó tanto en verla-, pero eso ya es otro tema.

La verdad desnuda no suele gustar, la vestimos, adornamos, a veces, hasta desfigurarla tanto que escondida en capas, desaparece. El tiempo suele ayudar; la perspectiva que nos da, esa lejanía necesaria que nos separa y nos quita protagonismo, suaviza el dolor y nos sitúa fuera de nosotros mismos. "Consúltalo con la almohada", consejo práctico que no suele defraudar; parar la mente es imprescindible dejarla sola, darle su tiempo para despojarse de los engaños, conscientes o inconscientes, que le hemos ido añadiendo. Sabemos más de todo si no nos empeñamos en creer que lo sabemos.

La intuición, esa alarma que nos avisa, a la que no hacemos caso cuando no coincide con las expectativas, es más sabia de lo que creemos, o queremos creer. Las corazonadas se confirman. Pero aún así, a pesar de la evidencia, de la experiencia directa, nos resistimos a hacerle caso, si nuestros deseos van en otra dirección; liamos la realidad, acoplándola a nuestro gusto, a la carta. De ahí a enfrentarnos con problemas irresolubles, hay poco trecho.

Quién no se ha calzado el zapato de Cenicienta, a pesar de que no nos ajuste, o, como en el cuento original, cortándonos un dedo para que nos quepa, si eso es lo que creemos necesitar para que se nos cumplan los sueños. Sueños, que una vez desenmascarados como quimeras, se caen a nuestros pies, doloridos, por haber tenido que andar con unos zapatos equivocados.

Aún así, los pasos dados con ellos, la ilusión del engaño, puede valer la pena; ya nos los quitaremos cuando sean insoportables. Los errores son parte de la vida. Y tenemos derecho a ellos.

3 comentarios:

  1. Si y mientras andamos con los zapatos ajustados, pues ...
    Esta genial la forma de enfocarlo.


    Un abrazo.

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  2. La intuicion no nos falla pero como tu bien has dicho no la escuchamos cometer errores es una cosa natural pero irse sin haberlos comprendido es adsurdoy hace vano el sentido de nuestra existencia ,Eva espero con impaciencia tu nuevo fragmento siempre leido siempre deseado eres un complemento para que no se vuelva vana la existencia un besito.

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