jueves, 18 de febrero de 2010

Dualidad

¿Quién no ha deseado tomarse unas vacaciones de uno mismo alguna vez?
No me refiero a cambiar de aires, sino a vaciarse de uno, de evadirse de este espacio-tiempo. Así de fácil. Así de difícil.

Alejarse de la rutina, buscar lugares nuevos, experiencias distintas por completo a las habituales, es hasta sencillo. Pero es que te llevas contigo a donde vayas. Quizá, sí te alejes de compañeros, pareja, hijos, amigos, pero de ti..., ay, eso es más complicado. Ni durmiendo ni bajo los efectos de cualquier sustancia, prohibida o no, logras irte de ti.

Hay momentos en los que se prefiere dejar el cuerpo solo, poniendo el candado para que esté bien seguro a la vuelta, y escapar. Cuando duele, sobre todo. Ese brazo roto, ese quirófano abierto esperándote, esa quemadura, esa enfermedad terrible...
Pero ¿y al contrario?, es decir, que no te guste por donde tiene que pasar la mente, y quieras vaciarte de ella, quedarte con el envoltorio y ya volverá cuando se haya aclarado. Esa postura la imaginamos más imposible aún que la otra.
Y debe ser porque el cuerpo sí nos lo llegamos a sentir lejano, pero la mente, el recipiente de nuestros pensamientos, recuerdos, ilusiones y decepciones... sin ella no somos capaces de entendernos. La dualidad cartesiana. Aún nos domina.
Y es que sabiendo quienes somos, no sabemos qué somos, qué nos anima, dónde están esos 21 gramos que al morir, se dice que perdemos.

2 comentarios:

  1. Si tienes razón. No hay forma de librarse de uno mismo.¡Que fastidio!. JAJAJAJA.

    Un abrazo.

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  2. hay que emprender el camino a la sabiduría desde el ego, no desde su negación

    un beso, tú

    s

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