lunes, 2 de abril de 2012

Relato. 4 Parte. El Carillón

A  mitad del juego, tuvo la certeza de que lo que ahí se le decía de Sara, no era la Sara real, sino la suma de todas las virtudes y defectos acumulados de las diferentes inquilinas que habían tenido. Empezó a hacer preguntas enfrentadas  para comprobar su teoría; a todas le contestaban sin inmutarse, independientemente de su contenido. Ya daba igual que fuesen sobre su trabajo o sobre si llevaba bien el haberlo perdido. En un momento Sara -que era a la vez alta y baja, morena y rubia-, hubo acabado tres carreras, trabajado en cinco empleos diferentes, casado en dos ocasiones y enfermado en seis. Félix estaba maravillado. Las mujeres contestaban ajenas totalmente al experimento. Miró su reloj y leyó en él la misma hora que había leído al sentarse; las seis, no podían ser de ninguna manera ya que en el ínterin, se habían bebido tres cafés, cuatro vasos de leche y dos maltas respectivamente. Buscó uno en la estancia y encontró un carillón que, a todas luces estaba parado también en las seis.
-¿Tienen hora?, mi reloj se ha parado y me temo que el suyo no va bien.
-¡Ah! Ese carillón fue el regalo de novios que me hizo mi marido. Era relojero, y muy bueno... cuando muera yo, será para Elisa -y después de haber mirado a la hija con ternura, le preguntó de sopetón: -¿Qué hora quiere que sea?, diga cuál y mi chica se la trae. Anda Elisa, ve a mi cuarto y coge varias, que el señor escoja. 
-Elisa, obediente, salió-.
 No se dijeron nada los que quedaron en el salón hasta que llegó la ausente con tres relojes idénticos a los que llevaba la madre a excepción del color de las cintas; blanca, azul y rosa palo, y de las horas que marcaban; las ocho, las diez y las siete.
-No sea tímido, elija usted.

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